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Así lo señaló Stefania Alastre, asesora en la Clínica de Evaluación del Riesgo Genético del Moffitt Cancer Center, quien explicó que esta metodología examina las pruebas genéticas de los tumores para identificar sus alteraciones o variantes patógenas, información que facilita ajustar la medicación y las terapias de forma más precisa.
“Mediante el análisis de variaciones hereditarias o pruebas germinales, es posible descubrir si una persona posee susceptibilidad al cáncer y, en tal caso, establecer un seguimiento y atención precoces”, indicó Alastre en un informe remitido a este medio.
La experta detalló que algunos de los principales genes examinados en estos estudios son el BRCA1 y el BRCA2, encargados de generar proteínas que reparan el daño en el ADN.
Cada individuo hereda dos copias de estos genes, una del progenitor paterno y otra de la materna.
“Al heredar una alteración perjudicial en alguna de esas copias, el riesgo de desarrollar diversos tipos de cáncer se incrementa notablemente”, precisó Alastre.
Conforme a la Red Nacional Integral de Oncología (NCCN) de Estados Unidos, más del 60 % de las mujeres que heredan mutaciones nocivas en BRCA1 o BRCA2 padecerán cáncer de mama en algún momento de su vida.
Asimismo, las mujeres con cambios en BRCA1 tienen entre un 39 % y un 58 % de probabilidad de sufrir cáncer de ovario, mientras que aquellas con mutaciones en BRCA2 presentan un riesgo que oscila entre el 13 % y el 29 %.
Por su parte, el doctor Michael Montejo, director del Departamento de Oncología Radioterápica del Moffitt Cancer Center y especialista en cánceres ginecológicos, resaltó la trascendencia de la genética en la fase posterior a la cirugía, la quimioterapia o la radioterapia.
“El manejo posterior a estos procedimientos es fundamental para la supervivencia y la superación de la enfermedad”, afirmó Montejo.
El oncólogo explicó que, en casos de cáncer de ovario con mutaciones BRCA, los inhibidores PARP pueden disminuir la mortalidad hasta en un 70 %.
Añadió que, en el cáncer de útero, la determinación de cuatro perfiles genéticos distintos entre las pacientes permite individualizar las terapias: unas responden mejor a tratamientos convencionales, otras a inmunoterapia o a fármacos que bloquean el estrógeno.
Tanto Alastre como Montejo coincidieron en enfatizar la necesidad de que las mujeres dominicanas asuman un papel proactivo en el cuidado de su salud, mediante chequeos médicos regulares y una comunicación fluida con sus especialistas ante cualquier cambio o síntoma.














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