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Este enfoque de crianza es abrazado, con excelentes intenciones, por padres que enfrentan dificultades para llevar a cabo de forma correcta este modelo educativo.
La “crianza respetuosa” constituye un método educativo que guía a niños y adolescentes dentro de un marco de respeto, con normas claras y consistentes. En este modelo, las soluciones se logran a través de negociaciones que, de no ser cumplidas, derivan en consecuencias directamente ligadas a la conducta negativa, sin atacar a la persona.
Esta metodología de crianza es bien recibida, con óptimas intenciones, por progenitores que no logran aplicar este esquema de forma adecuada, a menudo debido a traumas infantiles no resueltos, no identificados y quizás no abordados, lo que puede distorsionar su aplicación y generar un “desacierto” en el desarrollo de los niños.
Los padres deben manejar los distintos escenarios de manera diferenciada, según la fase de crecimiento del menor, y ser más firmes en la respuesta a las acciones del niño, pero siempre salvaguardando su autoestima y evitando el uso de la violencia física.
“Hay quienes afirman practicar la crianza respetuosa, pero muestran carencias al establecer límites nítidos, lógicos y adaptables, y no saben negociar acuerdos con sus hijos. Esto, más que una crianza respetuosa, se transforma en un estilo de permisividad, donde los niños asumen más autoridad que las figuras parentales”, detalla la psicóloga educativa, Leivy Guzmán.
La especialista comenta que existe mucha ambigüedad en torno al tema, ya que algunos consideran que es un modelo ineficaz, pero esto se debe a que no lo comprenden o no lo implementan correctamente.
Ella sugiere que el responsable de la educación debe tener claridad sobre cómo aplicar el modelo en la rutina diaria, debe entender las necesidades tanto físicas como emocionales de sus hijos y reaccionar de forma pertinente a ellas.
**La reeducación de los padres**
“Si un hijo comete un error, se le corrige, y él reacciona haciendo un berrinche, yo no puedo responder de la misma forma: gritando, explotando, perdiendo el control emocional frente al niño”, puntualiza Guzmán.
La profesional destaca que si se inculca un modelo de respeto al niño, el adulto no puede responder ante situaciones tensas del entorno rompiendo los límites establecidos. Por tanto, es vital que el padre se desprenda de las prácticas tradicionales de crianza (como castigos físicos y gritos).
“Los niños asimilan más, con frecuencia, por lo que observan que por lo que se les dice”, insiste.
Es ante estas discrepancias conductuales que algunos padres no perciben resultados favorables y concluyen que ningún método les sirve. Esto ocurre porque lo que se proclama no concuerda con sus actos.
Lo aconsejable por Guzmán es fomentar una comunicación efectiva y dialogar con el menor sobre sus conductas, las normas del hogar y del entorno, los límites y las consecuencias que pueden surgir si se infringen estas normas, pero siempre desde el respeto y sin desestimar sus emociones u opiniones.
**El castigo físico no construye mejores personas**
La experta recalca que el proceso para que los tutores abandonen “la cultura del maltrato normalizado” requiere tiempo, puesto que implica un ejercicio de introspección, autoconciencia, reflexión y la interrogante “¿qué puedo mejorar cada día para ser mejor madre?”. Esto solo se logra si el adulto es consciente de sus acciones.
“A mí me educaron con gritos y eso no me causó ningún daño, arguyen algunas personas. No obstante, si evalúo cómo me sentía cada vez que mi madre me gritaba, desarrollaré la capacidad de ir eliminando los gritos poco a poco. No es simple, pero es un esfuerzo constante”, explica Guzmán. En este contexto, menciona el caso de adultos propensos a la violencia, hombres que atentan contra sus parejas y otros individuos que arrastran frustraciones.
En el caso de los niños, al crecer, ya en la adolescencia, pueden manifestar cuadros de depresión, intentos de autolesión, baja estima y bajo rendimiento académico, como resultado de las vivencias experimentadas en sus años iniciales en el ámbito familiar o escolar.
Por este motivo, subraya la importancia de que los primeros cinco años de vida estén guiados por el respeto. Esto beneficiará su seguridad, autoestima, independencia y autonomía, además de su perspectiva de la vida, tanto interna como externa, es decir, cómo el niño interactuará con los demás y qué clase de adulto llegará a ser.
La psicóloga aclara que aunque existen modelos de crianza positiva o libre, como también se les denomina, no se puede asegurar “esto es lo que funciona. Todo varía según el tipo de familia e incluso la cultura”.
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