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El año pasado, a la fecha, el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica reportó 834 casos de hepatitis C, una infección vírica hepática que se propaga mayormente por vía sanguínea y que, de no ser diagnosticada y tratada, puede progresar a enfermedad crónica del hígado, cirrosis y carcinoma hepatocelular.
La prevención en entornos de riesgo, como la odontología, los tatuajes y el uso de materiales no esterilizados, sigue representando uno de los mayores retos para su control en los distintos países.
Entre los signos de alerta de la hepatitis C se encuentran cansancio, ictericia o tonalidad amarilla en piel y mucosas, orina oscura, heces pálidas, dolor abdominal y náuseas; y una vez que se vuelve una infección crónica, puede avanzar hacia patologías hepáticas graves, como la cirrosis, que se manifiesta con síntomas avanzados como edema abdominal y trastornos de la coagulación.
Para su manejo existen antivirales de acción directa con alta tasa de curación, de ahí la relevancia de una detección y diagnóstico oportunos, garantizando el acceso a dichos fármacos.
Según el boletín correspondiente a la semana epidemiológica 38, que tiene a la hepatitis C como tema central, los patrones observados en el país durante 2024 indican que la mayor proporción de casos notificados presentaba predominio femenino en los datos desagregados.
En 2025, el sexo femenino sigue predominando, con 449 casos frente a 363 casos en hombres, y el grupo etario más afectado corresponde a los mayores de 60 años, con 487 notificaciones.
El informe oficial señala que la hepatitis C continúa siendo un desafío de salud pública en la República Domincana, con un número considerable de casos subdiagnosticados que requieren atención oportuna, pese a los avances logrados en tamizaje, diagnóstico, acceso gratuito a tratamiento y fortalecimiento de la vigilancia epidemiológica.
Se destaca que los modelos internacionales estiman una prevalencia crónica del virus de la hepatitis C de alrededor del 0,58 % en la República Domincana, y que estas proyecciones sirven como referencia para dimensionar la necesidad de diagnóstico y terapia a nivel poblacional.
Entre los principales retos identificados en la región para esta enfermedad viral se encuentra el diagnóstico, ya que una gran parte de las personas infectadas permanece sin identificación por falta de búsqueda activa en poblaciones clave y limitaciones en el acceso a pruebas confirmatorias (RNA).
La cobertura de pruebas confirmatorias y de carga viral constituye otro desafío, debido a la capacidad limitada de los laboratorios de referencia para realizar confirmaciones moleculares y monitoreo (carga viral) de forma rápida y sistemática.
También se incluyen entre los retos el acceso y la logística del tratamiento, así como el registro y seguimiento, pues es necesario consolidar un registro nacional de hepatitis con datos clínicos y de resultados (SVR/curación) que permita evaluar el impacto, además de superar barreras sociales y el estigma que dificultan la búsqueda de atención por parte de los grupos en riesgo.
Asimismo, la prevención en entornos de riesgo (odontología, tatuajes, uso de insumos no esterilizados) sigue siendo fundamental.
Las recomendaciones para los países son ampliar la búsqueda activa en poblaciones vulnerables, fortalecer los laboratorios para la confirmación molecular y la determinación de carga viral, consolidar un registro nacional de hepatitis C con información clínica y virológica, reforzar la integración de servicios y promover campañas de comunicación sin estigma dirigidas a jóvenes y grupos vulnerables.
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