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La aplicación de frío produce vasoconstricción, reduce la hinchazón y evita la aparición de moretones.
Optar entre aplicar frío o calor para calmar el dolor podría parecer una elección fácil, pero los profesionales médicos advierten que una mala elección podría agravar una dolencia o postergar la mejoría. De acuerdo con especialistas de la Cleveland Clinic, la clave radica en discernir si el malestar es reciente o de larga data, y actuar apropiadamente.
El frío resulta ser la alternativa más adecuada para percances recientes, como esguinces, traumatismos o hinchazones repentinas. “El uso de hielo contribuye a aminorar el edema y la molestia en las fases iniciales”, comenta la Dra. Anne Rex, especialista en medicina deportiva. La aplicación de frío estrecha los vasos sanguíneos, reduce la inflamación y ayuda a evitar la formación de cardenales.
Por otro lado, la terapia con calor se aconseja cuando el dolor es constante o se trata de molestias articulares o musculares que se han prolongado en el tiempo. “El calor potencia el flujo sanguíneo, destensa la musculatura y alivia la rigidez”, apunta la reumatóloga Linda Mileti, resaltando su utilidad ante casos de artritis o contracturas severas.
El hielo es perfecto para dolencias agudas, tendinitis recién declarada, ataques de gota súbitos, calentura o jaquecas. Los expertos recomiendan su uso por periodos de 10 a 15 minutos, siempre interponiendo un paño para eludir el contacto directo con la dermis. También se puede emplear una bolsa de vegetales congelados o un artefacto de hielo para masajear.
El calor, por su parte, demuestra mayor eficacia en situaciones de dolor crónico, dolores de cabeza por tensión o cólicos menstruales. Las mantas eléctricas, las compresas húmedas o los baños templados son opciones seguras, pero su aplicación no debería exceder los 20 minutos seguidos.
En ciertos escenarios, la combinación de frío y calor puede ofrecer resultados superiores. Inicialmente, se emplea el frío para controlar la inflamación y, una vez que esta cede, el calor asiste en la relajación del área afectada.
Los especialistas insisten en no excederse con ninguno de los dos enfoques y buscar asesoramiento médico si el malestar persiste o se intensifica. Aplicar frío o calor en demasía, o sobre zonas con poca sensibilidad, puede provocar daños cutáneos o exacerbar el problema.















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