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“La señal luminosa verde indica que el espacio está libre. Si parpadea, quiere decir que está ocupado”, comenta Yorann Costa, administrador del Motel Secreto. Nos muestra su negocio, especializado en encuentros íntimos. Dispone de 33 aposentos, abarcando desde el más simple hasta la suite principal, equipada con hidromasaje y baño de vapor.
Ubicado a pocos kilómetros del sitio de la COP30, prevé arrendar todo su alojamiento a un grupo llegado del extranjero. “Para mí, resulta más simple ofrecer el motel completo como paquete, en lugar de rentar las habitaciones por separado y tener que gestionar 33 peticiones distintas”, expone.
Para ajustarse a lo solicitado, Yorann ha retirado todo aquello que era explícito en los dormitorios: los muebles eróticos, las láminas de desnudos, los espejos en el techo, en la medida de lo posible. Detalla su razonamiento: “Por ejemplo, las barras para pole dance son parte de la construcción. No tiene sentido destrozarlo todo, puesto que al finalizar la COP volveremos a ser un motel. No pensamos transformarnos en un hotel”.
No obstante, aún no ha localizado huéspedes interesados, pese a haber logrado rentar su otra propiedad a una delegación del norte de Europa. Pero esa residencia no es un motel, y considera que su sector sufre de trato injusto.
Alberto Braga, dueño de un motel en el centro histórico, ha renovado la fachada y cambiado el nombre de su establecimiento, pero se muestra inquieto: “”Quienes tenemos negocios en esta área hemos invertido cuantiosas sumas para cumplir con los requerimientos impuestos. Pero ahora impera la incertidumbre. Nos movemos con cautela y estamos ansiosos, pues hemos efectuado grandes desembolsos”.
Frente a la prisa por asegurar hospedaje en plataformas como Booking o Airbnb, las inmobiliarias ofrecen mayor certeza mediante contratos de alquiler.
Lucas Bombonato administra una de las plataformas de alojamiento para la COP30. En su portal, donde se incluyen algunos moteles, las opciones inician con cuartos a 200 dólares por noche. Ese es el coste subsidiado por la ONU para ciertas delegaciones. “La organización de la COP ha podido reservar para la ONU entre 10 y 15 habitaciones por embajada. Por lo tanto, cuando veo que las legaciones se quejan de los precios, no comprendo por qué. Ya que la demanda ha sido satisfecha”, se asombra.
Luego de meses de controversia acerca de la falta de espacios o ciertos costos excesivos, los organizadores esperan finalmente enfocar la atención en lo fundamental: las conversaciones sobre el cambio climático.















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