Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
En estos días estoy leyendo *Isla de certezas absolutas*, el reciente libro impreso del sacerdote jesuita cubano-dominicano, Manuel Pablo Maza Miquel, S.J. Su subtítulo es: *Un capellán y veinte diócesis españolas ante la guerra de 1895*. Intenté rememorar cuándo fue la primera vez que coincidí con el padre Manolo Maza para escribir este texto, mas no recuerdo el dato preciso; sí sé que rondaba mis veinte años y me cautivó la manera tan jovial y perspicaz con que narraba anécdotas en uno de esos seminarios estivales que impartía en La Habana. Cualquiera que haya tratado con él sabe que es alguien dotado de un carisma especial.
Maza S.J. y el padre José Luis Sáez S.J. forman parte de una época brillante de cronistas de la Compañía de Jesús en el Caribe. Por ahora, desconozco otros jesuitas jóvenes de la provincia con vocación por la historia del catolicismo en las Antillas; sin embargo, ya existe un grupo de laicos con espiritualidad ignaciana que, inspirados por su labor, avanzan por esos senderos. Recibir una plática de historia con Manolo Maza o escuchar una de sus prédicas resulta un verdadero deleite, ya que a su innegable saber se suma su fino y decidido sentido del humor.
La obra *Isla de certezas absolutas* expone dos ejemplos de una idéntica postura española frente a la decisión de los cubanos de obtener su independencia de la Metrópoli. Me agradó el análisis que Maza S.J. plantea sobre la noción de pensamiento dominante y cómo lo proyecta a la Cuba contemporánea. Quienes lean el epílogo constatarán que nos encontramos ante un intelectual íntegro, muy consciente del entorno que le vio nacer y que mantiene, desde el principio, su conocimiento al servicio de la equidad social.
No me corresponde juzgar las distinciones de las academias de Historia, pero estoy seguro de que, tanto en Cuba como en República Dominicana, sería extraordinario contar con un historiador como Manolo Maza S.J. ocupando un sillón en ellas. Seguramente a él le causará gracia mi sugerencia y luego relatará la anécdota de un escrito en el Listín que lo proponía para un homenaje que él no buscaba y que ya pasó su momento. Lo que sí quiero señalar es que conocí a relevantes historiadores cubanos que consideran algunas de sus publicaciones como textos fundamentales dentro de la historiografía católica de la Isla; quizás allí resida el mayor reconocimiento a su trabajo.
Debido a las prisas el día que me obsequió *Isla de certezas absolutas*, olvidé pedirle su rúbrica y saber dónde podía la gente adquirirlo. Por ahora, espero que si lee este artículo vea en él un merecido aplauso de toda una pléyade de estudiantes que vemos en él a un jesuita que ha sido maestro, pero, sobre todo, un gran ser humano. Santa Teresa de Ávila describió las tres virtudes esenciales de un buen guía: capacidad, experiencia y conocimiento, siendo la primera la más crucial para la doctora española. Maza es un hombre rebosante de eso que ella valoraba y que algunos denominamos “don de gentes”.















Agregar Comentario