Salud

Meditaciones sobre “La sociedad del agotamiento” y la Realidad Disturbada

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Aunque ya no hay una sociedad disciplinaria basada en preceptos y directrices, sí estamos en una sociedad del desempeño que se presenta como libre.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Recientemente se galardonó al pensador surcoreano-alemán Byung-Chul Han con los Premios Princesa de Asturias, cuyo discurso se hizo viral al exponer que: a pesar de considerarnos libres, en realidad habitamos un sistema despótico neoliberal que capitaliza la libertad. Aunque ya no hay una sociedad disciplinaria basada en preceptos y directrices, sí estamos en una sociedad del desempeño que se presenta como libre.

Una porción de su obra “La Sociedad del Cansancio”, un ensayo en el cual el propio autor señala que su intención es amonestar a la sociedad y despertar su consciencia. Han sostiene que hemos migrado de una “sociedad del orden” marcada por el “deber” (como la describió Michel Foucault) a una “sociedad de la actuación” definida por el “poder hacer” o el “soy capaz”. El control ya no es punitivo, sino seductor y proactivo. Nos sometemos a la explotación por nuestra propia voluntad, bajo la creencia de ser autónomos. El arquetipo social es la “figura del rendimiento”.

La profundidad de este ensayo es bastante esclarecedora y posiblemente brinda una explicación a varios fenómenos, que desde mi perspectiva resultan incomprensibles, sobre la conducta del colectivo en el que coexistimos. Lo explica desde el exceso en una colectividad que se ahoga en la positividad, saturada de estímulos, opciones, información y la demanda constante de “estar bien”, “ser dichosos” y “triunfar”. Para Han, esta abundancia es, irónicamente, más agotadora que la antigua represión.

¡Qué gran satisfacción me produce esta meditación! No puedo negarlo, pues al igual que Mafalda, anhelo bajarme de este carrusel ante una realidad que no logro asimilar.

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En esta esfera del rendimiento, también se manifiesta la auto-sometimiento. Esto es, ya no dependemos de un patrón o superior externo; ahora somos nuestros propios verdugos. Nos forzamos a ser más eficientes, a optimizar cada instante, nuestro físico y nuestra existencia. El imperativo ya no es “tengo que”, sino “puedo”, y esta autoimposición resulta mucho más efectiva y abarcadora al emanar desde el interior. Nos transformamos en “gestores de nuestra propia persona”, tal como dictan los mensajes constantes de motivación y bienestar que circulan en las redes sociales.

He percibido que en los últimos tiempos parece ser la norma vivir en un estado de “euforia constante”, o sea, en una continua vivencia de alegría y excitación. Incluso, he notado el impacto que esto tiene tanto en la vida diaria como en los personajes políticos que se autoimponen secuencias de actos proselitistas que antes no existían y que, en el fondo, todos/as sabemos que no mejoran la gestión ni satisfacen las peticiones sociales, pero son, a mi entender, el reflejo de lo que también plantea Han.

Por ejemplo, antes la sociedad del orden conducía a un agotamiento negativo, ese que paraliza e inmoviliza. No obstante, hoy en día es más común el cansancio positivo o melancólico, que se refiere al hastío hiperactivo del desempeño. No nos detiene, sino que nos mantiene en un estado de inquietud permanente, de “no poder parar”. Es un hastío que impide la reflexión y el descanso. Esto podría ser la razón también por la cual otros intelectuales enfatizan la importancia de aprender a vivir el momento presente.

De igual modo, esta sociedad del desempeño incrementa afecciones o males que surgen del exceso de alternativas, la presión por resultados y la imposibilidad de “desconectarse”, como la depresión, el Burnout (Síndrome de Agotamiento Laboral), el TDAH. La depresión, para Han, es la fatiga del “yo competente” que ya no soporta la exigencia de rendir.

“La sociedad del agotamiento” es una exposición clara y crítica de por qué, en un mundo que aparentemente nos concede más libertades que nunca, nos sentimos tan fatigados, ansiosos y vacíos. La elucidación de Han es que hemos interiorizado nuestro propio encierro.

En naciones como la nuestra, que gozan de ciertos beneficios y comodidades propias de países avanzados, pero que a su vez lidian con serias carencias sociales relativas a la seguridad, el transporte, la electricidad, la sanidad, la previsión social, entre otras, considero que la repercusión de la tesis de Han sobre la sociedad del rendimiento también se evidencia en la escasa capacidad que poseemos para analizar nuestra realidad con mayor sensatez y para estar a la altura de los desafíos que afrontamos como nación.

Hemos claudicado y vivimos al ritmo de ciclos electorales. No queda espacio para comprender que la vida cívica es un compás entre el cumplimiento de las normas y las demandas, entre la autoridad estatal y el sentir ciudadano. Hemos permitido que la esfera política se torne en un ejercicio ininteligible, donde se exigen propuestas a los/as políticos/as, pero muy pocos las cuestionan o las examinan para debatir si son viables o si corresponden a las atribuciones del cargo al que postulan.

Nos encontramos ante un colectivo totalmente emotivo, rendido y exhausto, convencido de su libertad porque puede expresarse sin tapujos. Sin embargo, ¿quién escucha?

Disertar sobre el bienestar mental se está volviendo una frase hecha, mientras normalizamos las autoexigencias desmedidas, muchas de ellas vanidosas y triviales, sin importar el nivel de angustia que nos generen, a la vez que somos incapaces de forjar un proyecto nacional que nos permita avanzar hacia un rumbo mínimamente ordenado.

Hemos abdicado ante las falsedades, la ineptitud y el fraude.

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