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Debemos seguir conversando sobre la diabetes. Este padecimiento sigue impactando a un gran sector de la población. Millones de individuos ven cómo su vida se deteriora a causa de ella, y si bien los peligros y las secuelas de esta condición son noticia casi diaria, un número considerable de personas aún se ve afectado, y las estrategias de prevención y manejo parecen olvidarse apenas se mencionan.
Pero no debemos escatimar esfuerzos, no podemos darnos por vencidos ante una dolencia con tantas características y posibilidades diversas para limitar el disfrute de nuestras vidas. Es nuestro deber seguir recalcando los aspectos negativos de esta enfermedad, su impacto en la salud y el bienestar de las personas, sus familias y la nación o territorio donde residen.
El 14 de noviembre se celebra el “Día Mundial de la Diabetes”. Aprovechemos esta oportunidad para repasar algunos datos: cerca de 422 millones de personas en el globo la afrontan. Se calcula que unos 112 millones viven con diabetes en nuestra área. Se estima que 43 millones de individuos con esta afección no reciben ninguna clase de tratamiento.
La diabetes es un padecimiento crónico que interfiere con la manera en que el cuerpo transforma los alimentos en energía. Nuestro organismo descompone la mayor parte de lo que consumimos en azúcar (glucosa) y la libera en el torrente sanguíneo. Cuando estos niveles se elevan, le indican al páncreas que segregue insulina, la cual opera como una llave que permite que la glucosa ingrese a las células corporales para ser empleada como energía.
Si el cuerpo está afectado por la diabetes, no genera suficiente insulina o no logra utilizar eficazmente la que produce. Ante la insuficiencia, queda un exceso de glucosa circulando en la sangre. Con el transcurso del tiempo, esta situación ocasiona graves problemas de salud: deterioro visual, padecimientos cardíacos, renales y serios trastornos circulatorios.
Todos conoceremos a un familiar, amigo, conocido o colega afectado por esta dolencia.
Algunos de sus signos más notorios son: la producción abundante de orina (poliuria), la necesidad constante de beber (polidipsia), un apetito incesante (polifagia) y la pérdida de peso. Estas son las conocidas “4 P” que nos facilitan recordar sus manifestaciones principales. Podemos añadir otras menos notables, aunque igualmente importantes: visión borrosa, sensación de hormigueo en manos o pies, fatiga, sequedad extrema de la piel, heridas cutáneas que tardan mucho en sanar.
Esta enfermedad suele venir acompañada de cambios anímicos considerables y variados. Las personas con diabetes tienen de 2 a 3 veces más probabilidades de experimentar depresión. Estudios confirman que entre el 25 y el 50% la sufren. Ciertas expresiones depresivas se superponen con las de la diabetes: agotamiento, alteraciones del sueño, variaciones en el peso, problemas con la alimentación.
Otra manifestación que merece nuestra atención es el trastorno de ansiedad. Se estima que 1 de cada 6 individuos con Diabetes tipo 2 padece ansiedad. Puede ser complicado identificar las señales de ansiedad y los ataques de pánico, dado que comparten síntomas similares a la hipoglucemia, tales como: sudoración, aceleración del pulso, temblores y malestar estomacal.
Hoy en día sabemos que el bienestar emocional no es un añadido al tratamiento, sino un componente fundamental del mismo.
Frecuentemente, los pacientes diabéticos descuidan sus chequeos médicos y la vigilancia de sus niveles de glucemia. Las concentraciones de azúcar en sangre y orina pueden mejorar con las actitudes adoptadas por los pacientes. Bajar algunos kilos, tomar la medicación pautada, encarar la enfermedad con una mentalidad positiva, realizar ejercicio, pueden disminuir sus niveles de glucosa y devolverles el optimismo necesario para sentir que la enfermedad puede manejarse con éxito.















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