Washington y Nueva York. El alcalde neoyorquino recién electo, un demócrata socialista, y el mandatario estadounidense de inclinación contraria a la izquierda, ofrecieron un giro inesperado en su primer encuentro en la Casa Blanca. Tras meses de hostilidades mutuas, ambos acordaron cooperar para forjar una ciudad más segura, próspera y accesible para todos sus habitantes.
“Tenemos más puntos en común de los que yo hubiera imaginado. Deseo que realice una labor excelente, y le brindaremos apoyo para lograrlo”, manifestó Donald Trump ante la prensa, sentado en el escritorio del Despacho Oval con su visitante a su lado. Esto se dio después de una charla privada con quien hasta ese día había tachado de “un completo comunista delirante”. Añadió que creía que “realmente va a generar sorpresa en algunos sectores conservadores”.
Zohran Mamdani, quien en el pasado había calificado a Trump de “déspota”, expresó su gratitud al presidente por “una reunión provechosa centrada en un punto de afecto y aprecio compartido, la metrópoli de Nueva York” (ciudad natal y de crianza de Trump), y en “la necesidad de hacerla viable económicamente para los neoyorquinos”, un lema clave en su victoria.
Durante el extenso intercambio con los medios, Trump se mostró asombrado por el gran interés que suscitó el encuentro entre ambos, el cual, según él, superó a muchos de sus posteriores compromisos en la Casa Blanca con líderes mundiales.
El jefe de Estado norteamericano siempre ha evaluado el peso real de los políticos, y hoy dejó claro que estaba impresionado por la forma en que Mamdani conquistó una elección donde al principio era un desconocido, así como por el diálogo que mantuvieron.
Trump señaló que esperaba ser “un gran apoyo” para los esfuerzos de mejora de su urbe de origen y que no tendría “el menor reparo” en residir allí bajo una administración de Mamdani, un cambio drástico respecto a sus previas advertencias para intentar frustrar el triunfo de su invitado, al cual tildó de riesgo “existencial” para la ciudad.
A Mamdani se le inquirió si lamentaba haber llamado déspota a Trump, pero eludió contestar; su anfitrión salió a su rescate declarando que a él “le han dicho cosas mucho peores”.
El presidente continuó interviniendo ante preguntas hostiles de reporteros conservadores dirigidas al alcalde electo. Cuando le preguntaron a Mamdani si seguía viendo a Trump como “un fascista”, Trump lo interrumpió diciendo a su invitado que era más sencillo asentir para no tener que dar explicaciones. El alcalde electo acató la indicación.
Mamdani se centró en su plataforma y promesas para la ciudad, evitando caer en confrontaciones o debates retóricos, agradeciendo repetidamente al presidente su disposición para apoyar a la urbe. No obstante, no renunció a sus convicciones ni ocultó sus posturas, insistiendo en su identidad como socialista demócrata.
Cuando un periodista recordó que Mamdani había acusado al gobierno norteamericano de cometer genocidio en Gaza, él respondió sin dudar: “He hablado sobre el gobierno de Israel perpetrando genocidio y he mencionado la contribución financiera de nuestro gobierno a ello”. Es pertinente recordar que estaba junto al principal aliado global del gobierno de Benjamín Netanyahu.
La reunión desconcertó a quienes esperaban enfrentamientos. Trump demostró, una vez más, su destreza política creando un acontecimiento que acapara la atención nacional, midiendo la influencia de otros políticos —Mamdani logró vencer a las élites políticas y económicas de Nueva York y parte de la nacional—, y aparentemente decidiendo que mostrar cordialidad con un líder disidente del Partido Demócrata fomenta las fracturas internas de esa facción.
Sin embargo, nada es predecible con esta presidencia, y esa gentileza podría mutar en algo distinto —incluso revocando las amenazas de desplegar fuerzas federales en Nueva York, entre otras cosas— con la celeridad de un solo tuit, algo bien sabido por líderes nacionales y extranjeros tras sus experiencias con el mandatario.
La figura de un “socialista” en Washington continúa causando aprensión en muchos. De hecho, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, comunicó el jueves que “mañana tendremos a un comunista visitando la Casa Blanca porque es la persona que el Partido Demócrata escogió como alcalde de la ciudad más grande del país”.
Los republicanos, incluido Trump, se han dedicado a etiquetar a los demócratas como “radicales de izquierda” bajo el control de socialistas —a quienes a veces equiparan con “comunistas”— desde la campaña del actual presidente hasta la actualidad.
Por alguna razón, Trump, en su reunión con Mamdani, omitió esa narrativa. Al contrario, lo elogió calificándolo de “un político atípico”.
No obstante, su partido mantiene el discurso de que el “socialismo” sigue siendo una amenaza para la nación. La Cámara de Representantes aprobó ayer por la mañana una resolución con una votación de 285 a 98 “condenando al socialismo”. Alrededor de 86 demócratas se unieron a la totalidad de los republicanos para respaldar esta medida simbólica.
Parece que el detonante fue la visita del demócrata socialista Mamdani a Washington. Pero su impacto podría ser el inverso al buscado: un reconocimiento de la vigorosa influencia política que representan Mamdani y sus afines en Estados Unidos.
Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.















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