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Iniciado con cierto éxito para estrechar lazos diplomáticos con República Dominicana, tras atraerla de su tradicional afinidad con Taiwán hasta el 2018, el Gobierno de Beijing ha encontrado respuestas y gestos firmes de Estados Unidos, manifestados con una clara exhibición de fuerza e incorporando una nueva embajadora cuya primera declaración tras su ratificación por el Congreso americano fue su intención de venir al Caribe para contrarrestar la influencia china, teniendo a Santo Domingo como punto central.
Así pues, la señora Leah Francis Campos ya se encuentra en lugar, precedida por otras señales de que la disputa geopolítica por la preeminencia se asienta de manera más decidida en suelo dominicano. La creciente presencia económica y los nexos de China con instancias gubernamentales en las cercanías, a apenas hora y media de su frontera, son percibidos por Washington como un desafío a su hegemonía y seguridad nacional.
El cordial vínculo de la administración del presidente Luis Abinader con la pujante China —antes de un ligero retroceso— generaba expectativas de un mayor acceso al vasto mercado asiático, atrayendo inversiones y financiamientos de un país comparado con un dragón, símbolo ancestral de poder y sapiencia.
Ocho años después del acercamiento de relaciones, lo que ha llamado la atención de opositores al Partido Revolucionario Moderno es que, luego de anunciarse cuantiosos beneficios para la nación, esta novedad “no se ha traducido en proyectos de gran envergadura ni en desembolsos considerables de crédito ventajoso”.
La posibilidad de que el nuevo acuerdo cristalice en mejores resultados, considerando que al inicio se firmaron más de 22 pactos bilaterales de colaboración económica, está en entredicho por la acción del Estado dominicano contra lo que denomina “competencia injusta” de una comunidad empresarial china en expansión con enormes establecimientos de ventas al detalle, los cuales son defendidos, directa e indirectamente, por la embajada de Beijing, pese a ser señalados oficialmente como negocios basados en la evasión impositiva.
De hecho, la Dirección General de Aduanas comunicó el pasado miércoles, durante el almuerzo semanal del Grupo de Comunicaciones Corripio, que mediante inspecciones a voluminosos inventarios en comercios de origen chino clausurados legalmente, se logró recuperar para el erario dominicano RD$14 mil millones en tributos no declarados.
¿MARCHA ATRÁS?
La República Dominicana no figura entre las naciones de la zona beneficiadas por la benevolencia de la potencia asiática, que realiza todo lo necesario para superar a Estados Unidos en influencia en este hemisferio. Las agencias chinas han otorgado más de US$120 mil millones en préstamos a bajo interés a 17 países latinoamericanos con administraciones y empresas estatales, sin que la RD recibiera parte.
Como otro indicio de que la República Dominicana parece haber quedado fuera de las prioridades chinas, la inversión que Beijing destinó a esta región el año pasado superó sus metas de penetración, alcanzando los US$74,885 millones, sin que un solo centavo cruzara el océano hacia la parte este de la isla La Española. Por supuesto, Santo Domingo no se esforzaría en demasía por estar entre las naciones favorecidas si al mismo tiempo pierde el buen visto de su potencia rival: EE. UU.
Eso sí: los originarios de China continental —los del materialismo histórico— complacidos aceptan exportar sus mercancías, generalmente convenientes por sus costes de producción, por lo que el año pasado nos enviaron productos por valor de US$4,629 millones en distintos bienes, mientras que solo se interesaron por productos dominicanos vendidos por US$559 millones. Un amplio superávit para el dragón asiático.
EE. UU. REACCIONA
La prensa internacional ha estado transmitiendo reportes a suscriptores de agencias de noticias que señalan que Estados Unidos priorizaba —al menos hasta el primer semestre de la presidencia de Donald Trump— el fomento de inversiones en infraestructura, especialmente en temas militares y de defensa, preparándose para competir con la “Ruta comercial de China”.
En ese momento, se observaba a Washington interesado en impulsar proyectos de infraestructura de alta calidad en América Latina y el Caribe, colaborando con bancos de desarrollo como el BID, sumándose a la tendencia de ofrecer alternativas a la inversión y al audaz impulso de la presencia china en la región. Además, se daba especial relevancia al establecimiento y fortalecimiento de acuerdos militares y de seguridad con países latinoamericanos.














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