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La lírica sin adornos de Rubén Jiménez Triguero.
Descubra la esencia genuina tras “Incierta belleza del viento”, una colección de versos que transformará su perspectiva del mundo.
En nuestra charla exclusiva, Rubén Jiménez Triguero nos expone su punto de vista acerca de la creación poética sincera y natural, y cómo su obra persigue retratar la autenticidad de los sentimientos.
¿Qué lo impulsa a componer poesía? ¿Hay alguna temática o sentimiento predilecto para explorar?
No percibo que exista algo sobresaliente que me motive a escribir. Intento observar el entorno de una manera distinta, yendo más allá del contexto actual y de las enseñanzas recibidas desde la infancia. Hay algo asombroso en la maleabilidad de lo material y, sobre todo, de la existencia. De suyo, encierra un misterio profundo que resulta tan fascinante como imponente. Tomo esto como punto de partida, pero mi vida es ordinaria, repleta de deberes y quehaceres diarios que me dejan muy poco respiro. Existe una disparidad notable entre esa realidad visible que nos muestra lo insólito e inverosímil de la vida y la percepción que tenemos al haber nacido y convivir en la sociedad occidental. Procuro trabajar en esa tensión, hallando lo extraordinario en lo habitual. En ocasiones, se manifiesta como una imagen, una idea, un pensamiento, una vivencia, algo que podríamos llamar inspiración, y que me parece suficientemente atractivo para ahondar en ello.
¿Cómo cobra vida la esencia de un poema? ¿Es un método deliberado o surge espontáneamente?
En ciertas ocasiones he redactado versos desde la conciencia. He desarrollado composiciones con un propósito específico. Esto lo he realizado en contadas oportunidades, como por ejemplo para los actos que anualmente celebramos en conmemoración del Día de los Derechos Humanos. Sin embargo, no es una forma de crear con la que me sienta a gusto. Prefiero que emane del subconsciente, que algo me impulse a redactar el primer boceto del texto. Esto no impide que, posteriormente, de manera más reflexiva, lo refine, lo desarrolle y lo oriente.
¿Cuál es su método de trabajo para un poema? ¿Escribe de forma inmediata o invierte tiempo en revisar y pulir?
Siempre llevo conmigo un cuaderno donde anoto ideas, reflexiones e impresiones que me asaltan al estar fuera de casa o durante algún desplazamiento. En general, disfruto componiendo fuera de mi ámbito habitual, lejos de mi domicilio, alejado de mi equipo informático (aunque la mayor parte del trabajo final se concreta allí), y haciéndolo en escenarios totalmente ajenos a ello, como un banco en un parque, en el tren y similares. Considero que esto nutre la creación. Pero eso es la fase inicial; esa idea, más tarde, la investigo y profundizo, puesto que una vez escrita, la rescato si percibo que tiene fuerza y, entonces, la elaboro y la trabajo. En la mayoría de los casos, la cotejo exhaustivamente antes de declararla concluida.
¿Qué rol desempeña la revisión y el ajuste en su proceso creativo?
Considero que la corrección es esencial en cualquier obra. Así se consigue perfeccionar el material, otorgarle un acabado final. Es algo crucial, pero siempre debe manejarse con prudencia, ya que esta labor puede acabar mermando el valor artístico inherente de la pieza, incluso llegando a aniquilarlo. Hay que aplicarla manteniendo siempre el respeto por el origen de la obra, enriqueciéndola sin volverla excesivamente intelectual o artificial.
¿Cómo selecciona las imágenes y los símbolos que emplea en sus versos? ¿Poseen algún significado particular?
Depende del contexto, pero fundamentalmente me surgen de forma espontánea como equivalentes del mensaje que busco transmitir. El mundo natural es una fuente inagotable en este sentido.
¿Hay algún motivo o figura recurrente en su obra con una trascendencia especial?
Pienso que el más relevante que he empleado es el arquetipo de la Gran Ciudad. Este representa toda urbe importante, partiendo de la idea de que si eliminamos los elementos arquitectónicos distintivos de un lugar, los adornos emblemáticos, la cultura y el idioma, todas las metrópolis grandes resultan similares. Todo aquello que suprimimos, en realidad, a excepción de algunas contadas excepciones, es legado de épocas pasadas. Lo que pretendo señalar es que hoy en día habitamos un entorno homogéneo, sin importar la geografía: en toda ciudad encontramos amplias arterias llenas de edificios imponentes que, en sus bajos, albergan las mismas firmas comerciales conocidas, etc. He utilizado este escenario en varios volúmenes, tanto de narrativa breve como en poesía. En “Incierta belleza del viento” aparece, por ejemplo, en el poema: “En mitad de lo furtivo”.
¿Cómo plasma sus vivencias e impresiones personales en sus composiciones?
En una etapa anterior, al inicio de mi andadura poética, me dejaba arrastrar mucho por las sensaciones y surgían numerosos textos debido al desasosiego, ya que parece que cuando uno se siente en calma y sereno está menos inspirado o menos motivado para dedicarse a escribir (y tiene todo el sentido, pues como cualquier otra manifestación artística, la escritura lo aleja a uno de ese estado). Con el tiempo, he llegado a escribir desde la distancia de la emoción; puedo componer sobre algo que me perturbe para bien o para mal, pero ya desde una perspectiva más alejada.
En este aspecto, por ejemplo, podría mencionar el poema “Hay un piano que suena en mitad de alguna parte”, inspirado en una vivencia ocurrida en una terminal aérea de Bruselas. Los aeropuertos son puntos de paso, despersonalizados, donde deseamos transitar con la menor permanencia posible, pues esto significa que todo ha transcurrido correctamente. Un aeropuerto sería el último sitio donde alguien buscaría la belleza. Pues bien, en aquella terminal, a alguien se le ocurrió instalar un piano. Y en un lugar de tránsito, con muchas horas muertas y una multitud yendo y viniendo, siempre habrá manos ansiosas por pulsar las teclas. Y ese piano no dejó de sonar durante las horas de espera. Me situé en uno de esos asientos metálicos incómodos, cerca del instrumento, rodeado de gente y equipajes en movimiento, y escuché desde piezas clásicas de Chopin o Beethoven hasta las contemporáneas de Ludovico Einaudi o Yann Tiersen. Había de todo un poco: desde expertos hasta quienes tocaban lo mejor que podían. Aquella experiencia me cautivó e inspiró el poema.
Disfruto explorando este tipo de momentos personales tanto en la poesía como en cualquier otro género textual. Con el paso de los años, observo cómo la vida se desarrolla con una cierta estructura narrativa, y es necesario prestar atención a las vivencias que se nos presentan, porque así tomamos conciencia de nuestros propios cambios, de cómo también nosotros somos un flujo constante.
¿Constituye un ejercicio de sanación para usted?
Escribir es un proceso curativo para mí. No solo la poesía, la escritura en general. De hecho, la mayor parte de lo que creo no tiene otra finalidad que la propia actividad en sí misma. Me permite evadirme de las incontables pequeñas tribulaciones diarias a las que debemos hacer frente cada jornada.
¿Cómo aborda la fragilidad y la intimidad en sus versos?
Mi profesor de teatro siempre subraya la importancia de no ser literales al interpretar un texto. Eso es lo que marca la diferencia, por eso la puesta en escena de una misma obra, como podría ser “Hamlet”, puede variar radicalmente según la producción. He reflexionado sobre esto y creo que es aplicable a muchos ámbitos de la vida. Con la vulnerabilidad y la cercanía íntima intento aplicar esa misma regla: mostrarla sin ser explícito, desde prismas artísticos, utilizando símiles, símbolos e imágenes que puedan evocar esa sensación, sin llegar a exponerla de forma directa.
¿Quiénes son sus autores líricos predilectos?
Mis referencias poéticas principales son Natalie Goldberg, Raymond Carver y Antonio Machado. Son también a quienes más he leído y releído. Evidentemente, hay muchos otros que me resultan interesantes, me asombran, me brindan gozo, me ofrecen una visión distinta… pero con ellos es con quienes he sentido mayor afinidad, con quienes he logrado conectar más profundamente.
¿De qué manera lo han influido en su propia manera de escribir?
En mi proceso de escritura no estoy seguro de si me han influido directamente, pero en mi modo de encarar la vida, sin duda. Todo lo relativo a llevar un diario encima, anotar esos borradores improvisados en cualquier sitio, y revisarlos tiempo después, son ecos de Natalie Goldberg. Tengo enmarcado en mi hogar el poema “Miedo”, de Raymond Carver, y me sirvió de inspiración para componer mi propia interpretación del temor, desde mi propia estética. Esta emoción es universal, y al leer sobre ella, es inevitable recordar nuestros temores particulares, sin importar qué despierte tal sentimiento. Su texto “Notas sobre Poetry” me trae a la memoria mis comienzos en la redacción, que fueron radicalmente diferentes a los suyos, pero que supusieron igualmente una epifanía. Y no hay trayecto en el que no me acuerde de Machado, evocando algunos de sus poemas sobre desplazamientos en ferrocarril y la riqueza de los paisajes rurales (“En tren”, “Otro viaje”…). Además, le he dedicado una composición.
En general, mantengo la convicción de que, al igual que nuestras vivencias, nuestras lecturas impactan en nuestro entendimiento del mundo (no en su totalidad, por eso es crucial discernir). Nos formamos con aquellos libros que nos tocan el alma, e indefectiblemente, si evolucionamos, también cambian nuestros temas, nuestra óptica y nuestras percepciones como creadores. Por otro lado, somos herederos de todo lo que se ha edificado previamente, ¿cómo podríamos crear poesía sin haber leído ni un solo verso? ¿Qué clase de lírica podría emerger de eso? No reinventamos los cimientos con cada generación, sino que partimos de lo ya existente y es ineludible la influencia, la cual no debería confundirse con el estilo, la perspectiva y las preocupaciones propias (ya sean individuales o inherentes a nuestra cohorte generacional).
¿Qué tipo de lector espera cautivar con su poesía?
Aquel que disfrute del arte del verso, que esté dispuesto a adentrarse en una visión singular de la sociedad en la que vivimos y del entorno que nos rodea.
¿Qué pueden anticipar de sus composiciones?
Mi propósito no es sumergirme en grandes relatos épicos, sino resaltar lo que es verdaderamente notable.














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