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Cada año, cientos de quisqueyanos aguardan una intervención de trasplante que podría transformar sus vidas. Ser generoso con los órganos es una muestra de afecto y compañerismo.
Santo Domingo.- Pese a los avances en la medicina, en República Dominicana miles de individuos aguardan por un órgano que les devuelva la vida. No obstante, la escasez de donantes fallecidos, los tabúes alrededor del proceso y los desafíos financieros limitan que el esquema de trasplantes alcance su máximo potencial.
El Dr. José Juan Castillo Almonte, director del Instituto Nacional de Coordinación de Trasplantes (INCORT), señaló que la nación aún está muy lejos de alcanzar un nivel adecuado en cuanto a donaciones. De acuerdo con parámetros internacionales, una nación precisa registrar al menos 20 legados de personas fallecidas por cada millón de habitantes para cubrir sus requerimientos internos de trasplantes.
“En nuestro escenario, con una población de unos 10 a 11 millones de personas, deberíamos conseguir entre 200 y 220 legados anualmente. El año pasado apenas alcanzamos 24 donaciones, lo que equivale a solo 2.4 por millón de habitantes”, detalló el experto durante su intervención en el Almuerzo Semanal del Grupo de Comunicaciones Corripio.
Al contrastar con naciones punteras como España, que registró 49 legados por millón en 2023, la cifra dominicana subraya la gran tarea pendiente del país en fomentar una cultura de donación y optimizar la coordinación hospitalaria.
El Dr. Castillo Almonte aclaró que el acto de donar órganos de personas fallecidas se lleva a cabo conforme a protocolos éticos y médicos rigurosos.
“Cuando se certifica la muerte cerebral, el corazón puede seguir latiendo gracias al soporte artificial, pero el individuo ya carece de actividad cerebral. En ese instante, se dialoga con los parientes para obtener el consentimiento. La negativa familiar constituye uno de los mayores escollos que enfrentamos”, indicó.
Según el especialista, gran parte de las familias desautorizan la donación por falta de claridad o por concepciones erróneas, como el temor a que los médicos no se esfuercen al máximo por salvar a su ser querido.
“Existe la idea equivocada de que al entregar un órgano se acelera el deceso, y eso es totalmente infundado. El diagnóstico de muerte cerebral es verificado por un mínimo de tres doctores certificados, ajenos al equipo de trasplante. Ningún profesional pondría en riesgo su trayectoria o su libertad por una acción contraria a la moral”, enfatizó Castillo Almonte.
El Dr. Joel del Carmen Caraballo, responsable del Departamento de Coordinación Hospitalaria, coincidió en que los mitos han frenado el crecimiento del sistema de trasplantes en el territorio.
“Es absolutamente falso que aquí se retenga o se prive de la vida a alguien para extraer sus órganos. Eso es imposible. Para ejecutar un trasplante se necesita un equipo altamente cualificado y una instalación acreditada. En el caso del hígado, por ejemplo, únicamente el Hospital General de la Plaza de la Salud está autorizado y provisto para llevar a cabo ese tipo de procedimiento”, aclaró.
El experto explicó que los órganos deben ser extraídos y conservados bajo condiciones muy particulares, utilizando compuestos que solo se suministran a centros médicos reconocidos.
“No se trata solo de retirar un órgano; es preciso saber cómo hacerlo, mantenerlo y colocarlo en pocas horas. Es un proceso que involucra a cirujanos, especialistas en anestesia, nefrólogos y técnicos con alta capacitación”, añadió.
Caraballo advirtió que estos rumores impactan directamente la predisposición de las familias a permitir la donación.
“Cuando la gente escucha relatos falsos, temen autorizar el legado, y eso implica que más pacientes continuarán sufriendo en diálisis o esperando un órgano que jamás llegará”, lamentó.
En territorio dominicano, la diabetes y la presión arterial alta son las causas principales de insuficiencia renal crónica.
“Alrededor del 40% de los pacientes que entran en diálisis son diabéticos y un 35% hipertensos. Dicho de otra forma, de cada diez enfermos, más de siete padecen diabetes o hipertensión, o ambas afecciones”, señaló Caraballo.
La lista de espera para sustituciones renales se expande cada año, pero la mayoría de las intervenciones que se realizan en el país provienen de donantes vivos, usualmente parientes del receptor.
“La donación de órgano vivo inició en 1986 y se ha mantenido porque la de donante fallecido demanda una estructura logística más intrincada y una cultura de legado que aún tenemos que consolidar”, explicó.
El Dr. Jiomar Pérez, cirujano de trasplante hepático y renal y titular del Colegio Dominicano de Cirujanos, sostuvo que la nación dispone de médicos muy bien preparados, pero carece de los recursos económicos y formativos necesarios para extender el acceso.
“Se requiere inversión, pero más importante aún, ilustración. La consciencia social es el cimiento. La gente debe comprender que legar órganos es dar vida”, recalcó.
El especialista recordó que actualmente solo los trasplantes de riñón gozan de cobertura total, mientras que otros, como los hepáticos o cardíacos, conllevan altos gastos de sostenimiento y seguimiento médico.
“Luego del trasplante viene la etapa más ardua: el mantenimiento del órgano, los fármacos inmunosupresores y las revisiones periódicas. Si el paciente no puede solventarlo, corre el peligro de perder el órgano recibido”, advirtió Pérez.
El cirujano adelantó que están trabajando en una legislación renovada que busca poner al día y reforzar el marco normativo del trasplante en el país, incluyendo estímulos para los hospitales que fomenten la donación y castigos para quienes difunden información falsa.
Los expertos están de acuerdo en que la instrucción y la confianza de la ciudadanía son vitales para progresar. En países como España, donde hay una arraigada cultura de la donación, las campañas educativas y la transparencia institucional han sido claves para ganar la credibilidad del público.
“El trasplante no es un negocio, es un gesto de amor. Cada donante puede salvar hasta ocho existencias. En República Dominicana tenemos a los expertos y las instalaciones, pero sin legados, no hay porvenir”, afirmó el Dr. Castillo Almonte.
El INCORT promueve actualmente esquemas de sensibilización en hospitales, centros de estudio y universidades, además de campañas informativas para que más dominicanos se registren como voluntarios para donar órganos y tejidos.
“Tenemos que derribar los prejuicios. Donar no es fenecer, es multiplicar la existencia”, manifestó el Dr. Jiomar Pérez.
Mientras el país se enfoca en fortalecer su sistema de salud, los expertos insisten en que el futuro de los trasplantes dependerá tanto del apoyo financiero del Estado como de la transformación de la mentalidad colectiva.
“El pulso de la donación reside en la voluntad de las personas. Si conseguimos educar, informar y generar fe, podremos convertir a República Dominicana en un lugar donde donar sea una muestra natural de bondad y esperanza”, concluyó el director del INCORT.















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