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Trump y Putin esbozan un pacto de cese al fuego en Ucrania, con 28 cláusulas degradantes: se exige el idioma ruso, entrega de territorios y se deja fuera a Zelenski y al bloque europeo

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Presenta a Zelenski una propuesta secreta de tregua pactada con Moscú que implica renuncias territoriales.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

EE.UU. presenta a Zelenski una propuesta secreta de tregua pactada con Moscú que implica renuncias territoriales.

Una píldora difícil de tragar, y no solo para Volodímir Zelenski y la población ucraniana.

Los mandatarios europeos, en general, y alguno tan extravagante como el español Pedro Sánchez, quienes actualmente están avivando el enfrentamiento y aprobando cuantiosas ayudas, podrían quedar totalmente sorprendidos.

Ya que al final, como sucede en toda contienda, ningún plan resiste el contacto de los combatientes en las trincheras, y allí, los rusos están imponiendo con crudeza su superioridad en efectivos y armamento.

La administración Trump y el Kremlin han estado trabajando sigilosamente durante semanas en un acuerdo de cese al fuego de 28 puntos para Ucrania, lo cual implica un giro drástico en las conversaciones internacionales.

Este documento, redactado por el emisario especial estadounidense Steve Witkoff y su contraparte rusa Kirill Dmitriev, recoge las exigencias máximas que Vladímir Putin ha mantenido desde que empezó la incursión en 2022.

Lo más notable es que ni Zelenski ni la Unión Europea han tenido injerencia en las condiciones de esta oferta, que podría hacerse pública antes de que termine el mes.

El esquema se organiza en cuatro áreas principales: paz en Ucrania, seguridades para la defensa, estabilidad en Europa y el futuro de los vínculos entre Estados Unidos, Rusia y Ucrania. Según las filtraciones, la iniciativa otorgaría al Kremlin el dominio efectivo sobre Lugansk y Donetsk, pese a que Ucrania aún controla cerca del 12% de esa zona.

Además, el pacto consideraría la aceptación de Crimea como tierra legítimamente rusa. Aunque Estados Unidos y otras naciones lo aceptarían, no se obligaría a Ucrania a hacer lo mismo, una distinción que subraya la desproporción del acuerdo.

Entre las medidas más controvertidas se incluye la drástica disminución del ejército ucraniano, quizás hasta reducirlo a la mitad de su tamaño actual, junto con restricciones significativas en su capacidad bélica. A cambio, Washington promete seguridades cuya índole precisa aún no se ha detallado.

El acuerdo también requeriría que el idioma ruso sea reconocido como oficial en Ucrania y concedería estatus legal a la facción local de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Estas decisiones no solo afectan aspectos militares, sino que también impactan directamente en la identidad nacional ucraniana.

Quizás lo más preocupante para Kiev sea la posible interrupción del respaldo militar estadounidense, fundamental para la defensa ucraniana durante más de tres años.

Este cese dejaría al país vulnerable ante futuras embestidas rusas, incluso con las promesas de Washington sobre garantías de seguridad. Los funcionarios involucrados en el borrador ya han instado al presidente Zelenski a aceptar los términos propuestos, si bien él no ha sido consultado formalmente sobre los 28 puntos.

Cabe mencionar que Qatar y Turquía están colaborando en la gestación del plan, según fuentes cercanas a las tratativas.

El enviado de EE.UU., Steve Witkoff, se reunió a inicios de esta semana con el asesor de seguridad nacional de Zelenski, Rustem Umerov, para informarle sobre los primeros resultados del plan. Un funcionario estadounidense confirmó que ahora recae en el presidente ucraniano la decisión, a pesar de no haber sido involucrado en los 28 puntos planteados por Trump y Putin.

En un gesto que destaca la trascendencia que Washington da a estas conversaciones, el secretario del Ejército, Dan Driscoll, llegó a Kiev el miércoles 19 de noviembre como parte de una comisión integrada por altos cargos del Pentágono para evaluar la coyuntura. La comitiva incluye al jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Randy George, al comandante de las Fuerzas Terrestres estadounidenses en Europa y África, general Chris Donahue, así como al sargento mayor del Ejército Michael Weimer.

La Casa Blanca designó a Driscoll para encabezar esta delegación porque los militares pueden exponer su punto de vista desde una óptica técnica, lo cual podría ser más eficaz para comunicarse con los rusos, según explicó un oficial estadounidense. Durante su extensa visita, Driscoll planea encontrarse con Zelenski y otros líderes clave de Ucrania para intentar reanudar las pláticas por la paz. Un funcionario ucraniano ha indicado que el foco principal será analizar el panorama militar sobre el terreno y debatir posibles estrategias para un alto al fuego.

Pese a que todavía no hay encuentros programados oficialmente, Driscoll prevé sostener reuniones con representantes rusos pronto, tal como ratificó un oficial de defensa. Un vocero de la Embajada Rusa manifestó a través de medios estadounidenses que Rusia está dispuesta al diálogo y a negociar. Recordemos que Putin ya había extendido una invitación al presidente Trump para visitar Moscú durante agosto. El secretario de Estado, Marco Rubio, señaló que para dar por terminada la guerra será necesario un “amplio intercambio de ideas serias y pragmáticas” donde ambos bandos deberán “aceptar cesiones duras pero obligatorias”.

Durante su estancia, Driscoll también inspeccionará tecnología militar ucraniana y se reunirá con empresarios y militares locales sobre programas relativos a drones y armamento. La elección de enviar al secretario del Ejército en lugar de un diplomático tradicional refleja la inclinación militarista que la administración Trump busca adoptar frente al conflicto; aunque también podría interpretarse como una señal clara de que Washington está presionando a Kiev para que acepte un acuerdo.

Mientras se debaten las condiciones para lograr una calma duradera, el enfrentamiento terrestre sigue desarrollándose con intensidad. A mediados de noviembre, Ucrania logró interceptar dos misiles hipersónicos Kinzhal lanzados por Rusia, además de seis proyectiles balísticos Iskander, una mejora atribuida por Zelenski al reciente suministro de Alemania con dos unidades adicionales del sistema Patriot. Las defensas aéreas ucranianas consiguieron neutralizar 94 vehículos no tripulados de los 128 lanzados por Rusia; muchos eran kamikazes tipo Shahed, aunque otros 31 impactaron en diversas partes del país.

Por su parte, Rusia ha denunciado que Ucrania ejecutó uno de los ataques con drones más importantes contra su territorio últimamente. El puerto esencial de Novorrosíisk, clave para las exportaciones rusas desde el mar Negro, declaró emergencia tras recibir varios impactos en sus instalaciones petroleras y en uno de sus muelles perteneciente a la empresa Transneft. Al menos cuatro personas sufrieron lesiones y se reportaron estragos considerables en terminales dedicadas al crudo y contenedores. Según información del ministerio ruso pertinente, se habrían abatido 216 drones en diez regiones distintas.

En lo que respecta al frente terrestre, Rusia persiste en su presión ofensiva en varios frentes. Las tropas rusas continúan avanzando hacia Pokrovsk, situada dentro de la jurisdicción de Donetsk, mientras las fuerzas ucranianas ejecutan réplicas efectivas. Moscú ha logrado progresos modestos también en varios puntos tácticos de Donetsk; específicamente entre los poblados costeros Kostíantynivka-Druzhkivka cerca de Siversk, así como al norte, en la región de Járkov. Adicionalmente, prosiguen atacando las redes ferroviarias ucranianas situadas detrás de las líneas adversarias para perjudicar centros logísticos cruciales.

El Instituto para el Estudio de la Guerra ha señalado cómo Rusia mantiene sus aspiraciones máximas sin mostrar ninguna señal de querer negociar; esto sugiere que su ofensiva seguirá enfocada tanto en mermar las defensas ucranianas como en abrir nuevas rutas operativas hacia adelante. Tras tres años inmersos en una guerra intensa, ambos ejércitos han resentido bajas significativas, tanto en equipo como en personal, limitando así su capacidad operativa a gran escala; sin embargo, el aumento en el uso de drones junto con los sistemas de guerra electrónica ha contribuido a una suerte de “estancamiento” de las líneas del frente.

Los planes parecen basarse evidentemente en el acuerdo negociado recientemente por Trump para lograr la paz en Gaza; propuesta que fue aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU a pesar de la reticencia mostrada tanto por Hamás como por varios gobiernos que criticaban un supuesto trato favorable a Israel. Este antecedente demuestra claramente cómo la administración Trump estaría dispuesta a imponer soluciones beneficiosas únicamente para los intereses de una facción, sin buscar necesariamente un equilibrio justo entre los implicados.

La completa exclusión de la Unión Europea de estas conversaciones marca un cambio notable en la política internacional actual. La UE ha invertido millones de euros en apoyar al Gobierno ucraniano durante más de tres años de conflicto, pero parece no tener representación en la mesa de negociación. Este desaire evidencia lo que algunos analistas califican como “la total irrelevancia de la Unión Europea en el escenario geopolítico mundial”, un giro abrupto respecto a la estructura de seguridad europea establecida tras la Guerra Fría.

Dmitriev ha expresado en medios estadounidenses que está satisfecho porque “la postura rusa está siendo realmente escuchada”, una declaración que refleja la complacencia del Kremlin ante el rumbo de las tratativas. Los negociadores rusos no demuestran una disposición genuina hacia un cese de hostilidades a corto plazo, lo que indica que, aun si se llegara a un pacto formal, su ejecución podría ser complicada.

La oferta conjunta Trump-Putin simboliza un retorno a la diplomacia de las potencias principales, donde los actores centrales negocian sin la participación de terceros, especialmente aquellos directamente afectados. Para Ucrania, esto significa que su porvenir se está decidiendo en diálogos en los que carece de voz propia; m

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