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Comentaba ayer que los argumentos falaces de la oposición, al vaticinar desgracias e infundir temores sin base, pueden minar la confianza y transformarse en profecías que se cumplen a sí mismas, siguiendo la idea popularizada en 1948 por el sociólogo y economista Robert Merton.
Al anunciar calamidades, basándose en información sesgada, interesada o incluso cierta pero fuera de contexto, se puede generar una expectativa artificial —ya sea positiva o negativa— que moldea la conducta de inversores y consumidores, cuyas respuestas terminan por materializar el errado vaticinio.
Esta táctica de influir en el sentir ciudadano, empleando hechos verificables para proyectarlos hacia desenlaces poco probables, aunque factibles, constituye el núcleo de la propaganda política y partidista más eficaz (por su impacto), y a la vez, la más reprobable (por su falta de ética).
Por ejemplo, pocas afirmaciones son tan irrefutables como el hecho de que en un lustro la política energética gubernamental ha empeorado la crisis de las EDE y representado un coste superior a 15,000 millones de dólares (982,500 millones de pesos dominicanos) en asistencia. Paralelamente, es igualmente innegable que la gestión del Banco Central ha mantenido el tipo de cambio del peso en límites controlables, asegurando así la calma económica y social.
Ambas realidades parecen difíciles de armonizar, y a la vez, complejas de refutar, tal como ocurre con muchos temas de la “ciencia funesta” cuando se les extrae del marco teórico y se sitúan en el escenario político.
Es erróneo sostener que la estabilidad nacional corre peligro inminente debido al cociente deuda/PIB, el cual se situó en 46.2 % en 2024 y se proyecta que a finales de 2025 solo aumente en 0.3 puntos porcentuales.
Este porcentaje apenas alcanza la mitad del promedio del Caribe (a excepción de Haití), que supera el 91 % desde 2020, según datos del FMI.
Aún mejor, a pesar del contratiempo actual, nuestro 47 % estimado se encuentra notablemente por debajo del límite de riesgo establecido por el Banco Mundial para naciones como República Dominicana, situado en el 77 % del PIB. Dar excesiva credibilidad a los agoreros partidistas sería un acto autodestructivo para el ámbito empresarial.














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