Pero es su competitividad e intimidación lo que inspiró a crear un legado en el deporte. Y por esas características será recordado por muchos, luego de su fallecimiento el viernes, tras una batalla con cáncer de páncreas, a los 84 años.
El fallecimiento de Gibson llega en el aniversario de uno de sus grandes juegos –su presentación de 17 ponches en el Juego 1 de la Serie Mundial, el 2 de octubre de 1968—y menos de un mes después de que falleció Lou Brock, compañero de los Cardenales entre 1964-1975 y del Salón de la Fama.
¿Cómo explicar cómo Gibson se convirtió en uno de los grandes? Una vez le hicieron esa pregunta a su antiguo compañero, Joe Torre.
“El orgullo, la intensidad, el talento, el respeto y la dedicación”, dijo Torre. “Necesitas todo eso”.
Don Sutton dijo una vez que Gibson “odiaba a todos, incluso a San Nicolás”. El exreceptor de Gibson, Tim McCarver lo describió diciendo que «le ardían los ojos ante cada bateador, casi de manera acusadora”. Dusty Baker mencionó en una ocasión que sólo dos personas lo intimidaban; “Bob Gibson y mi papá”, y cuando Baker se preparaba para enfrentar a Gibson, cuando Baker estaba con los Bravos, Hank Aaron lo aconsejaba.
“No lo veas, no te rías, no le hables”, dijo Aaron. “Si llegas a dar un jonrón, no corras muy lento ni muy rápido. Si quieres celebrar, primero llega al túnel”.
En realidad, Gibson era visto constantemente como un hombre cruel sobre el montículo, con su gorra baja y un semblante malhumorado, junto a un impresionante slider y dos variaciones de su recta que elevaban su imponente presencia.
Esas etiquetas fueron creadas para alabar a Gibson por su instinto asesino.
Pero el propio Gibson rechazaba su reputación.
“No estaba tratando de intimidar a nadie, ¿bromeas?”, dijo en una ocasión a Joe Posnanski. “Sólo estaba tratando de sobrevivir”.