CIUDAD DE MÉXICO (process.com.mx).- La fotografía tuvo inicios indecisos. Las primeras fotografías, que si mal no recuerdo se llamaron daguerrotipos, eran de mala calidad, en blanco y negro. La razón es que aún no se sabía lo que sabemos hoy sobre la química y la química del nitrógeno que permitiría la impresión en color de alta resolución si fuera necesario.
Hoy, en pleno siglo XXI, la fotografía se ha desarrollado a niveles sin precedentes y no da miedo que puedas comprar cámaras de 50 megapíxeles o más por unos cientos de euros. Por tanto, entre las primeras fotografías y las que podemos hacer hoy hay un largo camino. No hace mucho, en una época en la que no existían las cámaras digitales, la gente acudía a instalaciones específicas de fotografía para imprimirlas.
Con la aparición de las cámaras digitales, el paradigma ha cambiado. Ahora todas las imágenes se pueden ver en una computadora e imprimir, porque utilizamos impresoras a color y papel normal, ya sea de inyección de tinta o láser. Por supuesto, hay papeles fotográficos que ofrecen fotografías digitales de mayor calidad, pero estos obviamente son más caros y están dirigidos a un público muy especializado.
Y lo interesante es que incluso los rayos X se ven por primera vez en una pantalla, en un monitor. Si algo sale mal, esto se repetirá, si el resultado fue el esperado en ese momento, y sólo entonces se imprimirá. Esto ahorra recursos.
Atrás quedaron los días en que la gente corriente tenía que imprimir fotografías en instalaciones especializadas. De hecho, prácticamente ya no existen y quienes tengan fotos de esta época se sentirán un poco nostálgicos al ver cambiar los colores. El paso del tiempo hace que se pierda en cierta medida el brillo de las fotografías impresas.
Si retrocedemos unos años en el tiempo, veremos fotografías en blanco y negro que se vuelven sepia. Vamos, que es como si el sol o la luz del día carcomieran los colores de las fotos. Y este fenómeno es tan cierto que en la mayoría de los museos está prohibido tomar fotografías de las pinturas expuestas, precisamente para evitar este proceso de pérdida de sus colores vibrantes.
Las imágenes digitales no pierden color cuando se muestran en las pantallas de computadoras o teléfonos móviles. Pero ¿cómo podemos simular este efecto del paso del tiempo? Bueno, escribí un viejo generador de fotografías que hace precisamente eso: convierte una imagen digital a su equivalente sepia, como si la foto tuviera años.
Este efecto es divertido y realmente sencillo de lograr. El programa requiere fotografías en color o digitales en blanco y negro, es decir, archivos BMP o JPG. Una vez cargado en el software, se puede modificar un parámetro para hacer que la imagen tenga un tono más o menos sepia.
Al presionar la opción Procesamiento, el sistema muestra la imagen antigua en tono sepia, como si le hubieran caído años. El programa te permite guardar el resultado final como un archivo JPG. La imagen aparece distorsionada en la pantalla si es más grande de lo que muestra el software, pero la distorsión se puede eliminar usando la opción de estiramiento, que es un tipo de interruptor que se activa o desactiva para llamar una y otra vez.
Aquí hay un programa simple que técnicamente implementa un filtro sepia. Si estás interesado escríbeme a morsa@la-morsa.com y te lo envío a tu correo electrónico. El software sólo funciona para Windows.