Sin embargo, la resolución aprobada este lunes, con el apoyo unánime de los quince miembros del Consejo, no menciona el «financiamiento ni el apoyo material que la MMS necesita urgentemente». Este aspecto ya había sido solicitado por el presidente de Kenia, William Ruto, como condición indispensable para completar el despliegue de la misión y avanzar en la pacificación de Haití.
«Apelo a todos los Estados miembros para que hagan gala de solidaridad con el pueblo de Haití y nos brinden el apoyo necesario de forma directa contribuyendo a la Misión o por medio del fondo de fideicomiso especial de la ONU», dijo Ruto durante su discurso ante 79.ª Asamblea General de ONU.
Por su parte, la embajadora de Estados Unidos, Linda Thomas-Greenfield, recordó que la contribución financiera «se necesita con urgencia y a corto plazo», por lo que pidió el compromiso de posibles donantes, dado que las donaciones para la misión han procedido mayormente de su país, con escasas contribuciones de otros países.
Mientras tanto, Antonio Rodrigue, embajador de Haití ante la ONU, manifestó que la misión «alivia parcialmente la situación de inseguridad» en el país caribeño, y que, debido a que los fondos requeridos siguen siendo insuficientes, es necesario transformarla en una misión de paz, algo que «se presenta no solo como necesario, sino como una cuestión de urgencia».
«La violencia de las pandillas sigue carcomiendo la estructura social, los atropellos a los derechos humanos se multiplican, la inseguridad es omnipresente y paraliza nuestra economía, socava las instituciones y aviva el terror entre la población», declaró.
Pero la reclamación del gobierno de Haití de transformar la misión en una fuerza de paz de la ONU, apoyado en este caso por Estados Unidos, se ha topado con la oposición frontal de Rusia y China, reticentes a enviar cascos azules a un país del que salieron en 2017 -la misión llamada Minustah- entre graves acusaciones de abusos sexuales y de propagar un brote de cólera.
Al tomar la palabra, el embajador adjunto de China, Geng Shuang, explicó su oposición a enviar una misión de paz en estos momentos a Haití: según él, «las misiones de paz no son una panacea», como lo demuestra el hecho de que la ONU ya ha mandado en el pasado múltiples misiones de paz, «pero los resultados nunca fueron satisfactorios, y las lecciones aprendidas fueron elocuentes».
Con esa alusión, Shuang se refería a la última misión de cascos azules, Minustah, que terminó tras 13 años en 2017, entre graves acusaciones de abusos sexuales y de ser directamente responsable de haber propagado un grave brote de cólera en el país.
Actualmente, solo hay 400 policías kenianos desplegados en Haití, todos ellos en Puerto Príncipe, y si bien hay países del Caribe, África y Asia que han mostrado su disposición a enviar agentes hasta llegar a la cifra deseada de 2.500, ninguno lo ha hecho todavía por falta de fondos, pues esta misión depende exclusivamente de donaciones voluntarias, al contrario que las de «cascos azules», para las que hay un fondo siempre disponible.
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