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Agregar miel al yogur no solo aporta un toque dulce y natural, sino que también beneficia a los cultivos probióticos presentes en este producto lácteo fermentado, potenciando los efectos positivos de sus bacterias en la salud intestinal y en la digestión, según descubrieron investigadores estadounidenses.
Los probióticos son microorganismos vivos, como bacterias y levaduras, que al ser consumidos benefician la salud y que están presentes de forma natural en algunos alimentos fermentados, se añaden a algunos productos alimenticios y pueden tomarse en forma de suplementos dietéticos, según los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de Estados Unidos.
Cuando una persona consume suficientes probióticos, que actúan principalmente en el aparato digestivo y en la flora intestinal, estos ayudan a proteger el aparato digestivo de otros microorganismos dañinos, y a mejorar la digestión y la función intestinal, además de tener efectos positivos sobre distintas enfermedades que se están investigando, según el NIH.
Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign (UIUC), en Illinois (EE. UU.), ha descubierto que agregar miel, un alimento con propiedades saludables, antiinflamatorias, antioxidantes y antibióticas, al yogur, uno de los alimentos probióticos más populares y consumidos, refuerza la acción probiótica de ese producto lácteo fermentado.
El consumo de miel, que puede incorporarse a la dieta con moderación debido a su alto contenido calórico, se asocia con beneficios para tratar distintas enfermedades y en materia de salud digestiva, hay evidencias de que podría ayudar a prevenir la diarrea relacionada con la gastroenteritis y ser parte de una terapia de rehidratación oral, según la Clínica Mayo (Minnesota, EE. UU.).
Algunas investigaciones sugieren que «la miel posee una capacidad muy especial de contribuir a la salud de la flora intestinal porque tiene propiedades tanto probióticas (beneficiosas en sí mismas) como prebióticas (que favorecen la proliferación de bacterias beneficiosas)», según la dietista nutricionista estadounidense Dawn Jackson Blatner.
Por su parte, el consumo de yogur, una fuente de proteínas, vitaminas y minerales muy útiles para el ser humano y con una mayor digestibilidad que la leche, tiene uno de sus principales valores en su efecto probiótico (que significa ‘a favor de la vida’), debido a las bacterias que contiene esta leche fermentada, según explican desde la Fundación Española del Corazón (FEC).
Sus efectos incluyen mejorar los síntomas de intolerancia a la lactosa; ayudar a tratar la diarrea causada por rotavirus en niños y la relacionada con la toma de antibióticos en adultos; aumentar en el intestino el número de bacterias que ayudan a eliminar sustancias tóxicas y carcinógenas; y elevar la producción natural de ciertas células inmunitarias, según la FEC.
«Agregar una cucharada de miel a un tazón de yogur natural por la mañana, no solo es una forma deliciosa de endulzar el desayuno, sino también de fortalecer los cultivos probióticos presentes en el popular producto lácteo fermentado, según dos estudios de la UIUC.
«Nos interesaba investigar la combinación culinaria de yogur y miel, que es común en la dieta mediterránea, y cómo afecta al microbioma (flora) gastrointestinal», explica Hannah Holscher, profesora asociada del Departamento de Ciencia de los Alimentos y Nutrición Humana en la UIUC y coautora de los dos estudios, publicados en The Journal of Nutrition.
Además de los cultivos convencionales iniciadores de la fermentación de la leche, el yogur griego y otros yogures contienen cepas probióticas como Bifidobacterium animalis (B. animalis) cuyo consumo puede promover la salud digestiva y los movimientos intestinales regulares, y tener un efecto positivo en el estado de ánimo y la cognición, según explica Holscher.
Explica que «las enzimas de la boca, el estómago y los intestinos ayudan a la digestión y facilitan la absorción de nutrientes, pero también reducen la viabilidad de las bacterias probióticas beneficiosas», por lo que «queríamos averiguar si la miel podía ayudarlas a sobrevivir en el intestino», señala.
En el primer estudio, los investigadores probaron el efecto de cuatro tipos de miel (alfalfa, trigo sarraceno, trébol y azahar) sobre la viabilidad de B. animalis en el yogur mediante procesos de digestión simulados, cultivando esos microbios en soluciones que imitaban la composición de la saliva, el ácido estomacal, la bilis intestinal y las enzimas.
Así, comprobaron que el yogur con miel (en particular, la variedad de trébol) ayudó a mantener la supervivencia de las bacterias probióticas en la fase intestinal de la digestión.
En el segundo estudio, destinado a comprobar los hallazgos del primero, reclutaron a 66 adultos sanos y les pidieron que consumieran dos alimentos diferentes durante dos semanas cada uno: yogur con miel de trébol y yogur pasteurizado tratado térmicamente.
«Comprobamos que combinar miel con yogur favorecía la supervivencia de las bacterias probióticas del yogur en el intestino, por lo que los resultados del estudio de laboratorio se tradujeron en una aplicación real en seres humanos», afirma Holscher.
«Hemos descubierto que una cucharada de miel en una porción de yogur ayuda a mantener la supervivencia de los probióticos. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la miel es un azúcar añadido y muchas personas deben tener en cuenta la cantidad de azúcar que consumen para mantener un peso corporal saludable», añade esta investigadora.
Holscher considera que «añadir un poco de miel al yogur sin azúcar es una buena combinación culinaria para incorporar en una rotación de menús».
«También puedes añadir al yogur algunos aderezos vegetales para hacer un ‘parfait’ (postre helado) y ayudar a la salud intestinal y al microbioma al incluir más fibra en tu dieta. Por ejemplo, puedes añadir bayas, semillas o nueces, y rociar un poco de miel por encima», sugiere la experta de la UIUC.
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