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En la antesala de los 60 años: ¿se le quería a Caamaño o se le respetaba con temor?

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En mi parecer, Francisco Alberto Caamaño se quedó solo debido al temor que inspiraba.

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En mi parecer, Francisco Alberto Caamaño se quedó solo debido al temor que inspiraba. De aquellos que emergieron con un aura heroica de la guerra del 65, cuyo aniversario número 60 se conmemora este mes, ninguno brillaba tanto como este coronel.

Probablemente, a quienes lo admiran, ya sea por afinidad personal o ideológica, les gustaría una nota que lo presentara como amado y reverenciado, pero mi opinión difiere.

Si consideramos a la sociedad dominicana de entonces en su totalidad y dejamos de lado por un instante al coronel Elías Wessin, al general Antonio Imbert Barrera, a Caamaño, Juan Bosch y Joaquín Balaguer — los cuatro nombres que, al finalizar el concentrado periodo que inició con el magnicidio del 30 de mayo del 61 y concluyó con la invasión del 28 de abril del 65, se habían adueñado del imaginario político como alternativas frente al vacío de poder — , podemos entender por qué Caamaño, Wessin e Imbert eran motivo de temor: los dos primeros eran militares y el autor material del 30 de mayo se impuso como general, un hecho que lo hacía sospechoso.

Los otros dos, Bosch y Balaguer, no eran ajenos al miedo subyacente de que el mando cayera en manos de cualquiera de estos tres, dada la experiencia del trujillato, enquistado durante 31 años en el Poder mediante la pólvora, la horca y el cuchillo.

La sociedad dominicana anhelaba experimentar el espacio de libertad, apropiación y emprendimiento que le habían sido negados durante la tiranía. Y el gobierno de los Estados Unidos de América, ajeno a ese sentimiento nacional, debía estar al tanto de ese temor en las élites económicas, sociales y culturales con las que interactuaba, y sumaba su propio temor, que debía incluir a los tres militares y a Bosch, este último porque no le resultaba ideológicamente confiable a pesar de sus intentos por aparentarlo.

Ante un aparato represivo dividido o desmoralizado, se optó por derrotar a Bosch en el 66, lo cual debió agradecer, impulsar a Balaguer y liderar a los militares en un previsible y largo período de incertidumbre.

Balaguer no habría tolerado a Caamaño, pero tampoco Bosch, y las izquierdas inspiradas en el fidelismo estaban integradas o lideradas por intelectuales, incapacitados por sus egos para cualquier proyecto colectivo. Un grupo político de izquierda compuesto por cien miembros es, en realidad, un semillero del que pueden surgir cien grupúsculos como consecuencia de cualquier desacuerdo o aspiración personal.

Caamaño era temido por todos y, por esa razón, lo fueron abandonando. Al iniciar su aventura guerrillera con 9 hombres en febrero de 1973, generó un miedo que aún se percibe en la memoria. Yo era un adolescente entonces y recuerdo vívidamente el silencio, los susurros y la ausencia de cualquier columna de apoyo en dirección a la montaña.

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