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Próximo a los 60: reflexiones y puntos de desacuerdo

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A la par con la vida diaria del dominicano en el período convulso tras la caída de la tiranía, comenzaron a circular en el país ideas sobre el universo, la vida, la sociedad, el papel de lo económico, la política y la religión, que influyeron en los eventos que comento a propósito de los 60 años del estallido de 1965.

Dos años y cinco meses antes del magnicidio del 61 Fidel Castro había tomado el poder en Cuba y de las acciones tomadas por su gobierno destaquemos cuatro: desmantelamiento del ejército, vinculación a las ideas socialistas y a la política internacional de la Unión Soviética, expropiaciones y paredón.

Estos hechos impactarían en la vida cotidiana dominicana de ese período, porque por un lado los jefes militares como grupo temían a los comunistas, y como propietarios, por supuesto, pero también las familias tradicionales; por otro lado, el gobierno estadounidense también les temía, porque no quería otro bastión de la Rusia socialista en el Caribe, y por su parte los partidarios de estas ideas y de estos hechos veían a los yanquis como opositores o enemigos; ambos eran motivos internacionales que incidían en la política dominicana.

Juan Bosch era cultural y políticamente un producto foráneo sin vínculos con las fuerzas surgidas de la camisa de fuerza impuesta por Trujillo. Un año y dos meses después de su ingreso al país ganaba la Presidencia al final de una campaña electoral interesante, porque sentó las bases de las siguientes, tanto en la vertiente demagógica como en la de las ideas. Su habilidad en este tipo de batallas quedó demostrada.

Otro extranjero, John Bartlow Martin, no fue elegido ni designado por el pueblo dominicano para nada en el país, pero era parte del poder desde su llegada como embajador en enero de 1962, en los días en que se estableció el segundo Consejo de Estado, y durante la administración de Bosch, de siete meses, con la que fue arrastrado. No tenía contraparte en el plano diplomático ni de poder internacional y actuaba políticamente a sus anchas, como lo deja ver en su libro: El destino dominicano.

La izquierda socialista, que tantas preocupaciones causaría a los yanquis, aprendió con él a personificar en “La Embajada” el poder de los Estados Unidos, hecho de acciones, no de ideas, a pesar de la presencia de ideologías en toda obra del poder.

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