Salud

Lucha de niños tras la tragedia de Jet Set

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Entender estas señales es crucial para brindarles la ayuda adecuada y no interpretar erróneamente su comportamiento.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

El duelo infantil que deja la tragedia del Jet Set es una herida silenciosa en cientos de hogares dominicanos, donde muchos niños y adolescentes no entienden completamente lo sucedido, pero sí sienten profundamente sus efectos.

Desde la noche de la tragedia, cientos de personas se han reunido frente a las ruinas de la discoteca Jet Set para encender velas y depositar flores en memoria de las víctimas y estas escenas de dolor compartido ilustran el enorme impacto emocional que eventos así generan en la comunidad, impacto que también alcanza a niños y adolescentes.

Los menores son testigos del pesar de sus familias, ven las imágenes en televisión o redes sociales, escuchan conversaciones y perciben la atmósfera de tristeza y tensión.

No es de extrañar que incluso aquellos que no perdieron directamente a un ser querido se sientan afectados: la psicología infantil advierte que ante una tragedia de gran magnitud, los niños pueden interpretarla como un peligro personal para ellos mismos o sus seres queridos. Es decir, aun sin comprender todos los detalles, muchos experimentan miedo de que algo similar les ocurra a ellos o a sus padres.

La ansiedad y la incertidumbre pueden apoderarse de su mundo emocional si no cuentan con un acompañamiento adecuado.

Cada niño o adolescente atraviesa el duelo de forma individual, pero las manifestaciones de su dolor varían de acuerdo con su etapa de desarrollo.

A diferencia de los adultos, que suelen expresar pena abiertamente con llanto y verbalizando su tristeza, los menores pueden mostrar el sufrimiento de maneras menos evidentes, pero igualmente significativas.

A pesar de estas diferencias por edad, todos los niños y adolescentes sienten la pérdida de forma profunda, aunque no lo expresen igual que los adultos.

Un niño en duelo puede estar jugando o sonriendo a ratos, y estallar en llanto al siguiente momento; su proceso no es lineal.

Cada uno tiene su propio modo de manifestar la pena: algunos hablarán de ello abiertamente, otros quizá expresen su dolor a través de dibujos, juegos simbólicos o cambios en su conducta. Entender estas señales es crucial para brindarles la ayuda adecuada y no interpretar erróneamente su comportamiento. Por ejemplo, un niño que de pronto se muestra agresivo o un adolescente que se aísla no están “portándose mal” gratuitamente, sino que probablemente están exteriorizando una emoción que no saben manejar de otra forma. Tener esto en cuenta nos permite responder con empatía en lugar de castigo o juicios.

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En situaciones de duelo traumático, el acompañamiento de un psicólogo infantil/juvenil puede marcar una gran diferencia en la recuperación emocional de los menores.

La terapia no es un lujo opcional en estos casos, sino muchas veces una necesidad apremiante. ¿Por qué? Porque el dolor causado por una pérdida repentina y catastrófica desborda la capacidad natural de afrontamiento de muchos niños y adolescentes, pudiendo derivar en consecuencias emocionales de largo plazo si no se aborda adecuadamente.

Lidiar con una pérdida tan difícil y traumática suele requerir la ayuda de un profesional, que facilite a los menores procesar lo ocurrido de manera saludable.

Un psicólogo especializado proporciona un espacio seguro donde el niño o adolescente puede expresar libremente sus pensamientos y emociones, incluso aquellas que podría reprimir frente a familiares por temor a preocuparlos.

En la consulta, mediante técnicas adaptadas a su edad -por ejemplo, el juego, el arte, historias o metáforas-, el menor logra dar palabras o forma a lo que siente, el proceso de externalizar el dolor es terapéutico en sí mismo: dibujar, jugar o hablar en un entorno de confianza les permite canalizar emociones intensas que de otro modo podrían manifestarse en síntomas físicos o conductuales.

Además, el psicólogo ayuda a normalizar sus sentimientos, haciéndoles saber que no están “equivocados” por sentir lo que sienten. Muchos niños encuentran alivio al escuchar que su tristeza, enojo o miedo son reacciones naturales tras una pérdida, y que no están solos en ello.

El acompañamiento psicológico también brinda herramientas concretas de afrontamiento. Esto incluye enseñar técnicas para manejar la ansiedad (por ejemplo, ejercicios de respiración para cuando el niño se angustia), estrategias para recordar al ser querido de forma positiva (como hacer un álbum de recuerdos), y dinámicas familiares que favorezcan la comunicación abierta en casa.

Dado que el duelo afecta a todo el núcleo familiar, un buen terapeuta orientará a los padres o cuidadores sobre cómo apoyar al menor, creando una red de contención coherente. En algunos casos, podría recomendar sesiones familiares o grupales, de modo que todos los implicados puedan sanar juntos como sistema.

No hay que olvidar que tras eventos tan impactantes existe el riesgo de trastornos emocionales más graves si no se interviene a tiempo: depresión infantil, trastorno de estrés postraumático (TEPT), trastornos de ansiedad, o incluso desarrollo de comportamientos autodestructivos en la adolescencia.

El apoyo profesional temprano puede prevenir que un duelo normal evolucione hacia un duelo patológico o complicaciones psicológicas mayores. Por ello, las autoridades y expertos han subrayado la importancia de la atención psicológica como parte de la respuesta a esta tragedia -incluyendo cobertura de gastos terapéuticos para las víctimas y sus familiares sobrevivientes – reconociendo que la salud mental es tan importante como la física en la recuperación post-desastre.

En resumen, llevar a niños y adolescentes a psicoterapia en momentos de crisis de duelo no es exagerado, es preventivo y reparador. Equivale a darles las herramientas para entender y sobrellevar su pérdida, en vez de dejarlos solos frente a un dolor que no saben cómo manejar.

Lejos de “hacerlos más débiles”, el apoyo psicológico fortalece su resiliencia: les enseña que aún en la adversidad más grande, pueden encontrar vías para sanar y seguir adelante, con el recuerdo de sus seres queridos siempre presente pero sin que ese recuerdo detenga sus propias vidas.

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