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A las circunstancias que han generado estrés, ansiedad, confusión y temor intenso, como la que afectó a la comunidad con el contagio masivo de covid-19, que tuvo alta mortalidad hace seis años, se agregó la reciente caída del techo en un concurrido salón de la discoteca Jet Set, donde 232 personas perdieron la vida y muchas otras resultaron heridas. La posterior activación de un equipo multidisciplinario de profesionales de la salud mental para brindar apoyo colectivo no fue difícil en un país donde, desde antes, algunos trastornos emocionales han mantenido prevalencia, en grados que preocupan a más de un especialista.
Entendidos en sus materias, y desde el primer momento, psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales y personal sanitario se desplegaron en la llamada zona cero para aplicar “intervenciones inmediatas y sostenidas a las víctimas, sus familias y a quienes participaron en las labores de rescate y asistencia”. (HOY 16/04/25). La cooperación entró en acción como si estuviera activada por cifras de la realidad dominicana, que señalan como comunes en este contexto los ahora agudizados efectos depresivos y de ansiedad, provocados por otros eventos traumáticos que no tienen relación con lo recién ocurrido, como violencia intrafamiliar, abusos o maltratos en la vida diaria de la gente; además de la llegada masiva a consultorios de problemas emocionales y de personalidad, y algunos generados por el consumo de sustancias psicoactivas y de adicción que, en su mayor gravedad, conducen al suicidio. Y aunque menos frecuentes que la depresión, los casos de esquizofrenia se consideran con presencia significativa en algunos miembros de familias.
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Los brigadistas que brindaron ayuda a los ciudadanos afectados por la tragedia de la madrugada del 8 de abril informaron posteriormente sobre la detección de trastornos de ansiedad, depresión, estrés postraumático, insomnio y, en algunos casos, psicosis aguda, con efectos en adultos y menores de edad. Adicionalmente, se ofreció una modalidad asistencial a los propios profesionales que trabajaron en la primera fase de la emergencia, lo que incluyó a bomberos, brigadistas de rescate y personal exclusivo para enfrentar las consecuencias mentales.
Sin embargo, el país también requiere, como tarea permanente y fuera de los enfoques coyunturales, como el que generó lo de Jet Set, que la salud mental sea el eje central de las políticas de Salud Pública. Según el doctor Héctor Guerrero Heredia, la nación dominicana no escapa, en sentido general, a los desafíos de la sociedad posmoderna, que son: déficit de atención, depresión, ansiedad y el espectro autista; “problemas cada vez más frecuentes en la población”, añadió.
En una ponencia anterior, el psiquiatra, de notable presencia mediática, consideró urgente atender como prioridad la salud mental, que “actualmente recibe un presupuesto mínimo en el sistema asistencial”. Recordó que el suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes, junto con los accidentes de tránsito y el consumo de drogas, lo que indica la urgencia de atender de manera prioritaria las enfermedades y trastornos psíquicos.
Para Clara Melanie Zaglul Zaiter, reconocida psiquiatra dominicana residente en Madrid, España, es evidente que en el país los problemas de salud mental, que son múltiples, provienen de un caldo de cultivo que se denomina marginalidad crónica, pobreza y el abandono que sufre gran parte de la población. “La marginalidad no solo significa sobrevivir en condiciones muy precarias, sino que también implica un empobrecimiento del pensamiento y una acumulación de ignorancia que, como ya he expresado en otras ocasiones, es la peor de las enfermedades”.
Sin embargo, y antes de lo ocurrido en la discoteca, la especialista sostuvo que reconocer que los servicios asistenciales disponibles actualmente para los dominicanos son insuficientes es un buen punto de partida, porque se reconoce que el país enfrenta un grave problema que afecta la convivencia social.
“Esto no se resolverá con acciones individuales, sino con políticas sociales y de salud mental comunitaria, como la que durante años impulsó con gran éxito el doctor Fernando Sánchez Martínez, exrector de la UASD y discípulo y biógrafo del doctor Antonio Zaglul” (padre de la expositora).
Es importante reconocer que el Estado ha contribuido a enfrentar crisis emocionales colectivas, ya sean circunstanciales o permanentes, como reconoció en un reciente almuerzo del grupo de Comunicaciones Corripio, la doctora Francis Báez, del Centro de Atención Sicosocial y de desarrollo Humano, (Reside). Pidió tomar en cuenta que existe más de una veintena de hospitales en el país, que cuentan con psicólogos y psiquiatras.
Hace tres años, el doctor José Dunker, psiquiatra y terapeuta en ejercicio permanente en Santiago, afirmó que el país ha vivido momentos de gran preocupación en la salud comunitaria debido a un aumento de los trastornos mentales. “En vez de disminuir, como ha ocurrido con otras enfermedades, los trastornos mentales han aumentado”, dijo al responder a una pregunta del productor de programas televisivos, Federico Méndez.
Las enfermedades infecciosas han retrocedido en la República Dominicana, pero: “con las enfermedades mentales ha ocurrido todo lo contrario. Es decir, en el manejo de las enfermedades mentales no hemos avanzado”. Se refirió a depresiones, suicidios, ansiedad y adicciones que muestran incremento. “Las conductas inadaptadas están afectando a la sociedad, que antes no estaba expuesta a eso”.
En otra comparecencia ante la prensa, el exrector de la UASD y psiquiatra de profesión, Fernando Sánchez Martínez, afirmó que la salud mental de cualquier país depende de la forma en que se desarrolla la familia, sobre todo cuando se trata de una sociedad estratificada como la dominicana. A su juicio, los núcleos sociales más afectados son aquellos que viven en crisis, por carecer de vivienda propia, seguridad alimentaria y empleo.
“Imaginemos una familia que vive en una vivienda en malas condiciones; no tiene agua potable, las niñas tienen que salir a buscarla y sobreviven en medio de una gran inseguridad circundante. Todo esto tiene un gran impacto en la vida emocional de las personas”, expresó.
Sin embargo, al participar en otro panel reciente, el doctor en psiquiatría, Ángel Almanzar, opinó que los trastornos mentales también están presentes en las sociedades muy desarrolladas, como la de Japón y la de los países nórdicos, donde los ciudadanos suelen recibir salarios adecuados para cubrir necesidades y lograr bienestar; la educación es de calidad y los servicios públicos en general son buenos.
Un panel de especialistas reconocidos, convocado por el grupo de Comunicaciones Corripio, concluyó que la nación dominicana tiene factores sociales que hacen que veinte de cada cien personas tengan afectada la salud mental. Sin embargo, estimaron que los habitantes de este país muestran una importante capacidad para sobreponerse a la adversidad. Sus criterios son válidos tras el desplome del techo del club Jet Set.
Los doctores en psiquiatría Fernando Sánchez Martínez, Carlos de los Ángeles, María Neri Pérez y Angel Almánzar tomaron en cuenta que esta sociedad tendría razones de sobra para el pesimismo y la depresión si se consideran los factores que la agobian: inseguridad, violencia, lucha por la subsistencia y la presencia en ella (en ese momento) de 500 mil jóvenes que ni estudiaban ni trabajaban. La mayoría de los ciudadanos coinciden en protestar porque en este contexto hay caos de tránsito y suelen resaltar notables irrespetos a las leyes con impunidad, dejando sin castigo los crímenes contra el Estado.
“Los dominicanos están sometidos a gran estrés psicosocial, por factores que incluyen disputas entre trabajadores y empleadores, que atentan contra la salud emocional de los ciudadanos”, aseguró el panelista De los Ángeles. No obstante, opinó que estas condiciones se convierten en una oportunidad de crecimiento, gracias a la capacidad de reacción favorable de la mayoría de los dominicanos.
El exrector Sánchez Martínez atribuyó a los ciudadanos en general la capacidad de convertir, muchas veces, lo trágico en un acontecimiento que, paradójicamente, genera risa y alegría. “Las esquinas y los colmados se llenan de gente en un ambiente de jolgorio; allí las personas se desahogan, incluso de temas tan graves como el de la inseguridad ciudadana”.
También es valiosa la solidaridad: a raíz de la tragedia del Jet Set, alguien escribió: “Es importante acompañar en el dolor, escuchar sin juzgar y estar ahí para ofrecer un café, una palabra o un simple “estoy contigo”. Los profesionales de las emociones entienden que esa capacidad para la resiliencia marca la diferencia. Porque el duelo necesita espacio, tiempo y validación”.