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Hace más de cinco años que estas estructuras yacen desatendidas. Son flores deshojadas que se yerguen en el paisaje turístico del Malecón. Pero, ¿cuáles son esas propiedades? ¿Y cuál es su estado actual?
Las calles de Santo Domingo, República Dominicana, exhiben el deterioro, mostrando edificaciones que fueron lugares emblemáticos de alto nivel, ahora convertidas en cenizas del tiempo tras la quiebra.
Hoy, estas estructuras llevan más de cinco años abandonadas. Son flores marchitas en el paisaje turístico del Malecón. Pero, ¿qué propiedades son? ¿Y cómo están ahora?
Así lucen cerca de quince obras que solían ser centros de encuentros sociales, reuniones de negocios, eventos empresariales y políticos, y lugares gastronómicos; mientras su estado actual palidece en comparación con lo que fueron. La alcaldía del Distrito Nacional, el Ministerio de Turismo y otras autoridades han ignorado el avance del deterioro.
Restaurantes
El Vesubio, un prestigioso restaurante del Malecón en la avenida George Washington, propiedad de Anibale Bonarelly y sus hijos Enzo, Peppino y Etano.
En su época de esplendor, era uno de los edificios más frecuentados por nacionales y turistas que buscaban salir de los suburbios y disfrutar de una comida exquisita, especialmente mariscos, comentó Juan de la Cruz, un transeúnte de la zona.
No solo era conocido por su prestigio culinario, sino también por sus cuatro áreas: el salón principal, el bar, la terraza con vista al mar y La Trattoria, un espacio independiente del buffet, famoso por sus pizzas al horno de leña.
En 2016, el conocido restaurante capitalino cerró sus puertas. Desde entonces, su estructura está abandonada y es cuidada por dos personas de nacionalidad haitiana.
Restaurante Cantábrico de Elías, ubicado en la avenida Independencia. Lo que era una famosa casa de comida española ahora es el refugio de “drogadictos”.
Su fachada, que antes era de color blanco hueso armonizando con las propiedades de la concurrida zona, ahora está descolorida.
Al asomarse por los agujeros de sus ventanas rotas, algunas selladas con marcos de madera, no dejan pasar la luz solar. Mientras, el mal olor a orina y heces impregna su interior.
Sin rastro de lo que fueron
Manresa, era un atractivo centro de diversión ubicado en el kilómetro 13, cerca del Puerto de Haina, entre la jurisdicción del Ayuntamiento del Distrito Nacional y la alcaldía de Santo Domingo Oeste.
El parque, creado en los años 80, servía de esparcimiento familiar, atrayendo a personas de distintos lugares del país por sus juegos mecánicos, golosinas y, sobre todo, sus famosos helados. Además, contaba con una explanada para eventos artísticos, como magia, teatro, recitales y otras actividades.
Sin embargo, el establecimiento está abandonado. Su techo de zinc oxidado presenta una superficie de color marrón rojizo, mostrando el desgaste del metal. Mientras, sus paredes están adornadas con telarañas y panales de abejas.
Su interior está cubierto de pasto, hojas secas de los árboles de almendra que habitan en el lugar y suciedad.
Lo que funcionaba como un lugar de diversión ahora esconde a decenas de hombres y mujeres con algún tipo de adicción.
Ismael Rojas, quien cuida el lugar, explicó: “Manresa fue declarado en quiebra debido a la competencia de empresas que surgieron para vender helados”. Desde entonces, el descuido invadió el parque, perdiendo su brillo y esplendor.
Quince obras perdidas
Hasta ahora, la capital es el escenario que exhibe al menos quince lugares abandonados detectados por el Listín Diario.
Estructuras como los restaurantes La Barca: Terraza, La Bahía, El Vesubio, La Trattoría, Cantábrico, el hotel La Llave de Mar, Manresa y el establecimiento del Bufete de Abogados Acevedo, en la Avenida Independencia.
En la avenida George Washington se encuentra el antiguo Hotel Santo Domingo y el cine “Triple”, el primer centro con tres salas para exhibir películas.
También están el Club Doll House (discoteca clausurada en 2016 por investigación de la Procuraduría de la República, relacionada con una red de trata de personas con ramificaciones internacionales), además del edificio sin nombre en construcción desde hace más de 30 años, ubicado en la intersección de las avenidas George Washington y Máximo Gómez, y otros locales, cuyos nombres y propietarios se desconocen.
Infraestructuras deterioradas, con techos de concreto torcidos a punto de colapsar, vigas de madera podrida y tejas caídas. En su interior, lleno de escombros, la vegetación salvaje ha empezado a invadir el espacio, trepando por las paredes y creciendo en el suelo cubierto de hojas, ramas y objetos olvidados.
Estas propiedades están cerca de cines, hoteles y entidades gubernamentales frecuentadas por nacionales y extranjeros. Debido a su estado estructural, requieren intervención urgente de las autoridades competentes.
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