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La provincia San José de Ocoa se encuentra ubicada en un pequeño valle interior, en la rama sur de la Cordillera Central. A una altitud de 475 metros.
Según fray Bartolomé de Las Casas y las referencias del cronista Pedro Mártir de Anglería, sus orígenes se remontan a la época precolombina.
En diciembre de 1858, gracias a su crecimiento demográfico, constante y silencioso, San José de Ocoa fue ascendido a la categoría de municipio de la antigua provincia de Santo Domingo; en 1895 el territorio se anexó a la provincia de Azua. En 1944, con la creación de la provincia Peravia, San José de Ocoa se convirtió en municipio de esta provincia; y el 6 de septiembre de 2000, finalmente, la ciudad se convirtió en municipio capital de la nueva provincia de San José de Ocoa.
En esta nueva condición geográfica nada tuvo que sumar a su belleza natural, pero con el tiempo se afianza como una tierra de frutos exóticos y una industria variada y en pleno desarrollo.
Estuve allí, el 28 de abril del año presente. Invitado por Wendy Marisol Feliz Ortiz, directora del politécnico José Núñez de Cáceres, y el Comité Coordinador para la celebración de la XXXVI Semana Cultural Miguel de Cervantes y Saavedra; y tuve el gran honor de que me dedicaran dicha actividad.
Ahora que la emoción ha disminuido, puedo decir que me conmovió profundamente recibir una placa de homenaje, con una significativa dedicatoria.
Leamos:
“A RAFAEL GARCÍA ROMERO. Por su invaluable trayectoria literaria, su entrega y dedicación durante años, aportando sus conocimientos y habilidades en beneficio de la cultura y la educación dominicana”.
A continuación, el programa incluyó la puesta en escena de un acróstico con mi nombre. Realizado con gran entusiasmo y que llevó al escenario a 18 estudiantes del politécnico José Núñez de Cáceres.
Cada uno portaba frente a su cuerpo una de las letras que componen el nombre del autor, pintadas de azul.
Y formaron, tomándose su tiempo, y con un gran mural temático detrás, realizado por otros estudiantes, sencillamente: RAFAEL GARCÍA ROMERO.
Los dieciocho estudiantes — suma de todas las letras de mi nombre — estaban formados en fila. Y cada portador de letras avanzaba un paso e inmediatamente recitaba la serie de versos correspondientes a su letra.
No sé cómo se llama una persona que escribe acrónimos. ¿Acrónimista? En realidad, no tiene un nombre específico, como llamar poetas a los que escriben versos y poesías. Los acrónimos son creaciones literarias escritas sin mucho rigor y formadas por las letras iniciales de un nombre, frases o conjunto de palabras.
En el programa de la actividad no figuraban los estudiantes que formaron el acrónimo con mi nombre. La autoría del acróstico es de Lourdes Feliz, del Comité Organizador y encargada de Redacción y Correspondencia. Ahora cuento que solicité los nombres de los estudiantes a la profesora Zahile Licet Báez. Su apoyo fue efectivo y fundamental en su condición de integrante del Comité Organizador de la XXXVI Semana Cultural Miguel de Cervantes y Saavedra y coordinadora del concurso literario.
Son ellos: Franderlyn Adames Custodio, Jorge Luis Antuna Andújar, Yenedith Solenny Báez Arias, Ashlem Lismar Castillo Pérez, Willys Guillermo Ciprián Recio, Abismeiry Minyety Mejía, Alesa Charlotte Díaz Mordán, Rubén Alexander García Guerrero, Frandy Martínez Báez, Carolaing Mejía Reyes, Dalvin José Méndez Mateo, Monserrat Reyes Castillo, Franyely Sánchez Arias, Rebeca Esther Silverio Ramírez, Mónica Yarielsi Gerónimo Maceo, Weslie Marielie Minyety Tejeda, Osbairis Lisbeth Severo Castillo y Génesis Castillo.
La palabra gratitud es la síntesis de todas las emociones que, abrumado, todavía hierven en mi memoria… y esos 18 estudiantes, desde un escenario escolar luminoso, me regalaron un recuerdo imborrable.
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