Salud

Intoxicación digital tras el fallecimiento del papa Francisco: ¿Cómo experimentamos en las redes sociales la elección de su sucesor?

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La sobrecarga fue tan intensa que muchos fieles no sabían qué creer, a quién seguir o cómo vivir espiritualmente ese momento.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Por: Jay Vanessa Díaz Gneco, responsable de Pastoral Digital Conferencia del Episcopado Dominicano.

SANTO DOMINGO.- La primera vez que escuché el término “infoxicación” fue de Monseñor Raúl Berzosa, obispo emérito en misión reciente en República Dominicana. Él lo explicaba como ese momento en que estamos tan sobrecargados de información que, lejos de ayudarnos a comprender, nos bloquea, confunde o agobia.

Esta palabra, una combinación de “información” e “intoxicación”, cobra especial relevancia en nuestra era digital, y más aún en momentos de gran impacto global, como fue el deceso del Papa Francisco y la elección del nuevo sucesor de Pedro.

El fallecimiento del Santo Padre, ocurrido en un lunes de Pascua, no solo estremeció a la Iglesia universal, sino que encendió una avalancha de publicaciones, rumores, titulares y mensajes en redes sociales. La sobrecarga fue tan intensa que muchos fieles no sabían qué creer, a quién seguir o cómo vivir espiritualmente ese momento. La infoxicación se hizo presente: una mezcla de datos no confirmados, teorías conspirativas, reacciones emocionales y análisis improvisados que oscurecieron el verdadero significado del acontecimiento.

¿Qué es la infoxicación?

La infoxicación es la saturación de información, especialmente digital, que impide que podamos asimilar o procesar adecuadamente los hechos. No se trata simplemente de estar informados, sino de estar sobre-informados. Cuando eso ocurre, no hay tiempo para el discernimiento, el silencio interior o la oración. El cerebro se abruma y el alma también.

En el caso del deceso del Papa Francisco y la subsecuente espera por el nuevo pontífice, las redes sociales se convirtieron en terreno fértil para la ansiedad colectiva. Algunos buscaban explicaciones teológicas, otros se preguntaban por los procedimientos canónicos, mientras muchos se limitaban a reaccionar sin contexto ni profundidad.

Una tormenta de datos, emociones y opiniones

Plataformas como X, Instagram, Facebook o TikTok fueron escenario de una verdadera tormenta digital. A los pocos minutos del anuncio oficial, ya circulaban afirmaciones no verificadas, fotos editadas, mensajes apocalípticos y videos sensacionalistas. Todo esto acompañado de una ola de especulaciones sobre el próximo Papa, el papel de los cardenales, o la supuesta “crisis” que vendría.

Detrás de esa avalancha informativa se escondía una realidad más profunda: muchos católicos no tenían claridad sobre los procesos eclesiales ni contaban con referentes confiables. El protagonismo de comunicadores improvisados, el afán de obtener likes y la presión de publicar rápido terminaron afectando la vivencia espiritual del momento.

Sin embargo, este momento también fue una oportunidad para aprender. La infoxicación, aunque perjudicial, puede ser una llamada de alerta para mejorar nuestra manera de comunicarnos y de vivir nuestra fe en el mundo digital.

Desde mi experiencia como misionera digital, quiero compartir algunos consejos para no dejarnos arrastrar por la infoxicación en momentos como estos:

Comunicar desde la fe

En medio de tanta confusión, también hubo luces. Muchos comunicadores y misioneros digitales supieron dar respuestas claras, acompañar desde la oración y explicar con serenidad lo que vivía la Iglesia. Estos gestos muestran que es posible evangelizar también en la tormenta, ser luz en el caos y acompañar desde la esperanza.

La comunicación de la fe en tiempos de crisis no es opcional: es una misión. Requiere formación, responsabilidad y espiritualidad. La infoxicación no se combate con más ruido, sino con verdad, paciencia y silencio fecundo. Comunicar con fe es ayudar a ver, a discernir y a confiar.

La muerte de un Papa y la elección de un nuevo sucesor de Pedro no deben ser vividos como espectáculos virales. Son acontecimientos de fe, de Iglesia y de esperanza. Que la próxima vez que la historia nos convoque a vivir algo similar, estemos mejor preparados para informar, acompañar y vivir desde el corazón del Evangelio. Porque, como dijo Mons. Berzosa: “Comunicar no es gritar más fuerte, sino transmitir con el corazón lo que viene de Dios”.

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