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Además, el funcionario indicó que el inicio de nuevas acciones policiales contra el narcotráfico había frenado el suministro de droga para los adictos que acampaban allí.
La Alcaldía de São Paulo culminó en la última semana el desmantelamiento del mayor mercado de droga al aire libre de Brasil, mientras ONGs y drogodependientes acusan a la Policía de ejercer violencia y ponen en duda que el problema esté resuelto.
La calle de los Protestantes, en pleno corazón de la principal ciudad brasileña, estaba este viernes en silencio. Se veían barreras de hormigón y decenas de agentes de la Guardia Municipal, pero no había rastro de ‘Cracolandia’, el nombre derivado de la droga “crack” con el que se conocía esta concentración de adictos.
“¿Dónde está todo el mundo?”, preguntaba el comerciante Alex Melo, de 42 años, cuando alguna de las personas que antes ocupaba el espacio entraba a su tienda a comprar cigarrillos o café.
Cracolandia, que llegó a tener cientos de personas, ha ido reduciéndose en los últimos dos años hasta que el pequeño grupo que quedaba terminó por irse hace pocos días.
Preguntado esta semana sobre la ausencia de drogodependientes en el lugar, el alcalde de São Paulo, el centroderechista Ricardo Nunes, se manifestó “sorprendido” y luego atribuyó la noticia al ingreso voluntario de esas personas en centros de tratamiento para las adicciones.
Además, el funcionario señaló que el lanzamiento de nuevas operaciones policiales de combate al narcotráfico había cortado el suministro de droga para los adictos que vivían acampados ahí.
“Tenemos que celebrar; es una victoria para la ciudad”, exclamó Nunes, quien se ha fijado como meta la rehabilitación del centro para atraer a empresas y a vecinos con mayor poder adquisitivo.
Por su parte, activistas de derechos humanos y algunos drogodependientes que se manifestaban este viernes en la calle de los Protestantes tenían una visión muy diferente de las medidas y acusaban a la Alcaldía de usar la violencia en un intento por “higienizar” el centro.
“La Guardia Municipal nos registraba, nos impedía entrar con nuestras cosas e incluso rompía el dinero que llevábamos… Fue una opresión”, explicaba a EFE Mariane Farias, una mujer de 32 años que hasta hace poco vivía en Cracolandia.
Jean Michel, de 38 años, contaba, a su vez, que la semana pasada unos agentes le quitaron sus zapatillas y le dijeron que si lo veían de nuevo por la zona le romperían las piernas.
A pesar de las denuncias de abuso policial, muchos vecinos y comerciantes de la zona aplauden el desmantelamiento del mercado de estupefacientes, tras meses de ventas en caída libre y de tumultos esporádicos en la calle.
“Soy ‘higienista’… Aquello era insalubre y espero que no vuelvan más”, afirma a EFE Iezio Silva, presidente de la asociación de vecinos del barrio, antes de asegurar que él no está en contra de los drogodependientes, sino de los traficantes.
El resultado del desmantelamiento de Cracolandia es que los adictos se han dispersado en grupos más pequeños, aunque los activistas de derechos humanos prevén que no tardarán mucho en reagruparse en otro lugar, como ya sucedió en el pasado.
En ese sentido, el psiquiatra y payaso Flávio Falcone, quien lidera una asociación que aboga por ofrecer tratamiento, empleo y vivienda a los drogodependientes, señala a EFE que la estrategia policial adoptada hasta ahora no resolverá el problema a largo plazo.
“Van a concentrarse de nuevo… Cracolandia no es un espacio físico, es una relación entre personas que mantienen un vínculo afectivo y que se juntan para defenderse”, afirma Falcone.
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