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La nutrición es una necesidad elemental, sin embargo, las emociones pueden afectar lo que ingerimos. ¿Alguna vez has sentido un deseo repentino de consumir algo dulce después de un día difícil? Esto podría ser hambre emocional, un fenómeno que afecta a muchas personas sin que se percaten.
¿Cómo distinguir el hambre fisiológica del hambre emocional?
El hambre fisiológica se presenta gradualmente y está vinculada a la falta de nutrientes en el cuerpo. Se manifiesta con sonidos en el estómago, fatiga, falta de concentración e incluso mareos.
En contraste, el hambre emocional surge de forma súbita, sin una necesidad real de energía. Se relaciona con estados de ánimo como estrés, ansiedad, tristeza o aburrimiento, y comúnmente provoca antojos de alimentos ricos en azúcar o grasa.
Las repercusiones de comer por emoción Ser un comedor emocional puede impactar la calidad de vida y aumentar el riesgo de obesidad, diabetes, hipertensión o trastornos alimenticios.
¿Cómo manejar el hambre emocional?
La clave no es restringir, sino comprender tu alimentación y hallar el equilibrio. Comer conscientemente te ayudará a tomar mejores decisiones y mejorar tu bienestar.
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