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Washington. Una nueva disputa entre el expresidente Donald Trump y el empresario Elon Musk podría poner en jaque la seguridad espacial de Estados Unidos. Después de un cruce de acusaciones en redes sociales, Trump sugirió cancelar todos los contratos gubernamentales con Musk (SpaceX), medida que, de concretarse, podría frenar operaciones esenciales del Pentágono, la NASA y la Comunidad de Inteligencia.Actualmente, SpaceX — la empresa aeroespacial de Musk — es el principal proveedor de cohetes para el programa de Lanzamiento Espacial de Seguridad Nacional (NSSL) de la Fuerza Espacial, y participa activamente en el transporte de astronautas a la Estación Espacial Internacional mediante su nave Crew Dragon.
El origen de la controversia se originó después de que Musk criticara el voluminoso paquete de reconciliación presupuestaria de Trump, denominado “Big, Beautiful Bill”. El exmandatario reaccionó en su plataforma social, aseverando:
“La forma más fácil de ahorrar miles de millones de dólares en nuestro presupuesto es cancelar los subsidios y contratos gubernamentales de Elon Musk. ¡Siempre me sorprendió que Biden no lo hiciera!”
En respuesta, Musk replicó en X (antes Twitter):
“¡Adelante, haz que mi día sea bueno!”,
y agregó que SpaceX podría comenzar a desmantelar su nave espacial Dragon “de inmediato”.
Aunque el tono desafiante podría ser una estrategia de presión mediática, expertos advierten que romper la relación contractual con SpaceX no sería ni simple ni inmediato, dada la magnitud de los contratos firmados y el papel estratégico de la compañía.
Cancelar los acuerdos con SpaceX impactaría de forma directa en el programa NSSL, destinado a poner en órbita satélites de inteligencia y defensa crítica para Estados Unidos. En la actualidad, SpaceX concentra la mayor parte de estos lanzamientos con su familia de cohetes Falcon.
En 2020, la Fuerza Espacial designó únicamente a SpaceX y a United Launch Alliance (ULA) — alianza entre Lockheed Martin y Boeing — como proveedores para la Fase 2 del programa, vigente hasta 2027. Sin embargo, ULA ha enfrentado continuos retrasos con su nuevo cohete Vulcan, que apenas obtuvo certificación técnica el pasado marzo, mientras la compañía continúa afinando detalles de seguridad antes de su primera misión, prevista para julio.
Esta situación obligó recientemente a la Fuerza Espacial a reasignar dos misiones de satélites GPS inicialmente previstas para Vulcan, trasladándolas a cohetes Falcon 9 de SpaceX, siendo la última de ellas lanzada con éxito el 30 de mayo.
La tercera fase del NSSL, que cubrirá lanzamientos entre 2027 y 2032, contempla una importante participación de SpaceX. El Comando de Sistemas Espaciales estima que la compañía asumirá 28 misiones — casi el 60 % de los contratos adjudicados por 5.900 millones de dólares — frente a las 19 de ULA y 7 misiones para Blue Origin, la empresa espacial de Jeff Bezos.
Según los registros del astrofísico Jonathan McDowell, SpaceX fue responsable de 98 de los 109 lanzamientos militares, civiles y comerciales de Estados Unidos en 2023, y de 138 de los 145 realizados en 2024.
Además, la compañía se ha convertido en pieza clave para la NASA, que depende de las naves Dragon para el transporte de astronautas a la Estación Espacial Internacional, además de mantener un papel cada vez mayor en las comunicaciones militares con su constelación de satélites Starlink y el desarrollo de plataformas Starshield para la Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO).
Si la amenaza de Trump se concretara, el gobierno tendría que replantear de forma urgente su capacidad de acceso al espacio. Aunque existen proveedores alternativos, como Blue Origin o empresas más pequeñas certificadas para lanzamientos de órbita baja, ninguna compañía posee en la actualidad la infraestructura ni la frecuencia de lanzamientos que SpaceX ha logrado mantener en los últimos años.
La interrupción de los contratos afectaría tanto la seguridad nacional como la continuidad de programas civiles y comerciales, y abriría un periodo de incertidumbre para la industria aeroespacial estadounidense.
Por ahora, las declaraciones se quedan en la retórica política, pero evidencian lo frágil que puede ser la estructura espacial de Estados Unidos si se rompiera la relación con el principal proveedor de lanzamientos del país.
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