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Campañas de servicio público: Cuando el corazón se expresa

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Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

TIJUANA BC, 2 DE JULIO DE 2025. Con frecuencia vemos campañas publicitarias que nos invitan a la reflexión sobre la solidaridad humana, aquellas que nos informan que una institución asiste a la población, -sin importar su poder adquisitivo-, con servicios gratuitos o de bajo costo, pero de gran calidad tecnológica y profesionalismo comprobado, tanto que muchos de nuestros vecinos estadounidenses prefieren atenderse en Tijuana. Son numerosos los ejemplos en nuestra ciudad, comenzando por la benemérita Cruz Roja y su innegable servicio a la comunidad, siguiendo con la Fundación Castro Limón, hasta el bien equipado y atendido Hospital Infantil de las Californias, y una veintena más de asociaciones similares que garantizan su presencia con seriedad absoluta.

Todas ellas demuestran solidaridad y eficiencia al servir y nos recuerdan que no todo lo proveerá el Estado, las necesidades son muchas y los recursos siempre son limitados para atender estas causas nobles y tan reales como palpables.

Apoyar a estas instituciones es tarea de todos los que podemos tender una mano amiga. Profesionales de la comunicación, articulistas independientes, influencers, y creadores de contenido en las numerosas y efectivas redes sociales y medios de comunicación en general, somos los primeros en sumarnos sin reservas a este sano propósito, ya que es mediante la difusión constante, sin pausas, de estos servicios, como la gente se entera que otras personas, solidarias incondicionales y activas, están siempre presentes para apoyarlas.

Campañas permanentes En lo referente a la difusión de temas relacionados con el bien público, desde hace muchos años observamos el mismo comportamiento errático, las campañas de tipo social no solo en nuestro país, sino en gran parte del mundo, siempre tienen un gran lanzamiento, espectacular y ruidoso, para luego desaparecer sin previo aviso.

Me he preguntado el porqué de este fenómeno, tal vez por el obligado ruido inicial que hay que provocar para que la gente tome conciencia de cosas que requieren de la solidaridad masiva, o por la falta de previsión para abordar este tipo de mensajes y planificar adecuadamente su difusión hasta que los medios lo permitan, o sea, antes de que digan basta de anuncios gratuitos, o de los favores que despliegan las poderosas redes sociales. Según las propias instituciones, las razones son varias y las soluciones no son tan sencillas como parecen, sin embargo, una propuesta en otro sentido no vendría mal a nadie y mucho menos a las entidades que necesitan un esfuerzo conjunto para solventar, en parte, sus elevados gastos y poder seguir cumpliendo a cabalidad sus sanos propósitos sociales.

En Baja California no somos la excepción y este tema tiene aristas particulares, porque según lo visto, todas estas campañas tienen un lanzamiento muy anunciado, pero nunca sabemos a ciencia cierta cuándo dejan de publicarse, se desvanecen sin pena ni gloria. Desconozco los motivos por los cuales ocurren estas irregularidades, si por una falta sistemática de publicitar sin interrupciones la solidaridad brindada o el apoyo económico, que dicho sea de paso, también se necesita de manera continua.

Lamentablemente, corren aires contrarios desde el Norte, donde parece que el nuevo mandatario de los Estados Unidos prefiere producir y aumentar la caja, a proteger el medio ambiente, ya de por sí, afectado y maltratado por gente como él, que permanecen indiferentes, o lo que es peor, atribuye como gasto innecesario el dinero destinado a estas causas, ¡válgame Dios! Está más que claro que ninguna campaña social, del tipo que sea, se considera como ‘de temporada’, ni se apoya en el buen o mal clima, ni se aprovecha o especula con la moneda, o la situación del dólar a nivel internacional, ni explota el morbo, ni se sustenta en actos políticos oportunistas y de baja calidad moral, para poder recolectar en su beneficio, mejor aceptación, imagen pública o ingresos económicos.

Nunca se aceptaría esta línea de difusión, porque las campañas bien intencionadas con este tipo de alto contenido, van más allá de todo esto y necesitan de manera constante y voluntaria un público que comprenda, acepte y apoye sus propósitos, por tratarse, ni más ni menos, de sus propias razones de vida.

Todos nos necesitamos Al principio de este artículo, mencioné varias instituciones que son un llamado constante al público, solicitando su apoyo activo, me parecen todas igualmente dignas de imitarse con la frecuencia y variedad que amerite en nuestro México. Nadie está exento de un accidente o de una emergencia.

Hasta hace algunos años, veíamos en los anuncios publicitarios de este tipo, ejemplos de servicios médicos emergentes, solo dirigidos a personas de la tercera edad.

Desafortunadamente, cada día son más frecuentes los casos de jóvenes, niños e incluso, -con cada vez más frecuencia-, inmigrantes a la deriva, que se enferman o mueren por causas no muy claras o diagnósticos que parecerían estar reservados para adultos. Hoy son moneda corriente que ocurran, entre los perfiles de edades más bajas, enfermedades o pandemias que ni imaginábamos hace algunos años, que se manifiestan como irónica respuesta a nuestra avanzada medicina tecnológica de hoy, que por otro lado, extiende el promedio de vida, asegurándonos vivir, -o durar más tiempo-, dependiendo de las condiciones, el cuidado y la edad del paciente.

Sin duda, misterios casi insondables y aún sin resolver, de un mundo cada día más poblado, más injusto, más contaminado, más descuidado e indiferente y con menos recursos naturales que puedan, eventualmente, protegernos.

Fijemos en estos actos solidarios de bien público, cada uno cómo y cuánto pueda, una agradable obligación moral de todos los días. Si bien es cierto que no se puede ni se debe obligar a nadie con cantidades específicas y seguirá siendo la buena voluntad de la gente la que impulse y garantice esta intención, también es verdad que no estoy hablando de limosnas o dádivas mal empleadas, sino de una de las causas más nobles de la humanidad: predicar con el ejemplo y ayudar siempre al prójimo, comenzando por nosotros mismos, apoyando decididamente a quien necesite una mano.

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