Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
La humanidad lleva siglos retrocediendo, y ese camino solo se ha acelerado con la irrupción en escena de la inteligencia artificial y su conjunto de herramientas que todo prometen solucionar.Aunque la IA juega un papel crucial en la involución que hoy experimentamos, hay que decir que el fenómeno no es para nada nuevo y que con cada avance tecnológico solo se hace más profundo y evidente.Ahí está el ejemplo de las redes sociales. Lo que empezó como plataformas para expresar ideas y dar voz a quienes no la tenían no tardaron en convertirse en caricaturas que tienden hacia lo improductivo, el chisme, la lascivia y la sordidez.Y si de lascivia hablamos, hay una explosión de contenidos en todo internet que van en esa dirección, a menudo traspasando la delgada línea de lo ilegal, indecoroso o inmoral.Las redes han democratizado el discurso al punto de que hace tiempo perdió seriedad y efectividad, y lo mismo ha ocurrido a nivel de la imagen individual, donde ahora la norma es mostrarse con poca ropa y exponerse al juicio de extraños que emiten opiniones al respecto.De ahí a la pornografía hay unos pocos pasos, y de la pornografía a la prostitución hay todavía menos pasos, pero en la época enrarecida en que vivimos esto es tolerado y aceptado sin muchos reparos.Antes era una vergüenza admitir que se visitaban sitios como Pornhub, pero hoy la gente anuncia feliz que abrió un OnlyFans, y eso debería hacernos reflexionar respecto a dónde vamos.Esto plantea una inquietante normalización de lo íntimo como mercancía, sin que medie una reflexión crítica sobre el impacto psicológico, cultural o generacional de esta tendencia. La exposición constante – ya no solo permitida, sino incentivada por los algoritmos – transforma la identidad en producto y erosiona los límites entre autenticidad, deseo y necesidad económica.En medio de todo esto, la inteligencia artificial juega un rol ambivalente. Si bien puede ser una herramienta de creación, también es facilitadora de esta cultura de la sobreexposición: deepfakes, rostros generados, cuerpos retocados, simulacros de intimidad. Lo real se diluye en lo posible, y la representación se vuelve más importante que la vivencia.No es lo mismo la libertad sexual que practican los países nórdicos desde hace décadas, con Suecia a la cabeza, que la potencial explotación sexual que encierran plataformas como OnlyFans, y es por eso que a partir del 1 de julio es ilegal comprar contenidos en ese lugar, no tanto así subirlos.¿Doble moral? Más que eso, Suecia está aplicando al mundo digital el llamado modelo nórdico que aplica a la prostitución en ese país, donde se castiga al comprador pero no al vendedor por entenderse que quienes participan en esa actividad son personas vulnerables y llevadas a ello.Siendo el caso que mucha gente se une a OnlyFans de manera voluntaria, a veces por gusto, otras por el potencial de generar algún dinero, quizás este enfoque no sea el más adecuado.Lo que sí resulta evidente es que la gente, quizás sin darse cuenta, ha llegado a un punto de la involución que ha rozado en lo más básico, y eso explicaría el por qué las redes últimamente son como una gran pornografía pública.
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