Salud

Gestionar las emociones, un remedio contra los problemas de comportamiento

8762530280.png
El vertiginoso avance tecnológico, al romper barreras comunicacionales, abre nuevos horizontes, aviva expectativas sin límite, anhelos que no se obtienen de inmediato, con un simple clic.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

El vertiginoso avance tecnológico, al romper barreras comunicacionales, abre nuevos horizontes, aviva expectativas sin límite, anhelos que no se obtienen de inmediato, con un simple clic. Requieren tiempo, en gran medida son el resultado de un esfuerzo constante, de paciencia, de mucha perseverancia.

Tales expectativas, comunes entre adolescentes y jóvenes, se ven reforzadas por la tendencia de padres y madres a satisfacer sus deseos sin establecer límites ni motivaciones, incitándolos a quererlo todo fácil, exponiéndolos a frustraciones, adicciones al alcohol o drogas narcóticas, a sufrir depresión o ansiedad, entre otros trastornos mentales.

Una situación estresante que ensombrece el hogar, que a muchas madres sume en un dolor lacerante ante un hijo drogadicto o delincuente, que a tantos padres causa ira, desaliento, impotencia, al no poder reencauzar a su hijo, a su hija, por el camino correcto.

Lo material no es suficiente

Son parte de los amargos efectos de la perjudicial conducta de progenitores, originada en la errónea creencia de que lo material es suficiente, sacia los anhelos de hijos e hijas. Grave error en el que incurren desde la infancia, sacrificando el tiempo en familia, la diversión compartida.

Los privan del contacto paterno o materno, pretendiendo compensar su ausencia con bienes materiales, con el fin de complacerlos, ganar su aprecio, evitar discusiones, forma equivocada de buscar su aceptación que también obedece al deseo de estar tranquilos, de anestesiarlos como hacen con la tableta o el iPad.

Este proceder no solo prevalece en familias adineradas, ocurre en otras de menores ingresos bajo el argumento de que sus descendientes tengan lo que por su condición económica a ellos les faltó.

Es válido su deseo de darles una mejor calidad de vida, una buena educación académica, pero no complacerlos en todo, a costa de trabajar más, privándolos de la conversación con sus hijos e hijas, a quienes apenas ven.

Un desafío del hogar, de la escuela, de la sociedad, es educar las emociones, conscientes de la relevancia que tiene el mundo de los sentimientos en todo proceso educativo. Instruir a los hijos e hijas acerca de la realidad, que las pérdidas y el dolor son partes inevitables de la vida, y es posible convertir la frustración en una oportunidad para el crecimiento y la madurez personal.

Convencerlos, aunque les disguste, de que no todo puede conseguirse fácilmente, que hay que aprender a vivir con las privaciones. Enseñarles a convivir con el deseo no siempre satisfecho, a ser tolerantes ante la frustración y aprender del fracaso.

Incentivarlos a reflexionar sobre los estragos del fracaso para aprender, extrayendo buenas enseñanzas y evitar que se repita.

Tomar conciencia de que las dificultades que implica el fracaso amplían la posibilidad de avanzar, de que sea antesala del éxito. Convertirlo en una experiencia que permita descubrir fortalezas, tener mayor autoconfianza, seguridad interior, autodominio.

La evolución de la conciencia es irreversible, en cada etapa de la vida se va nutriendo con la influencia del entorno, de quienes rodean a la persona, de la educación de las emociones y la afectividad.

La manifestación con palabras ante los demás de los sentimientos y emociones permite tomar conciencia de estos, poder expresarlos y saber manejarlos desarrollando estrategias para controlar la ira, vencer el miedo o la apatía, resolver conflictos de manera positiva, crear mejores vínculos sociales.

En ese proceso, la labor del hogar debe reforzarse en la escuela, ambos pueden hacer mucho más que esperar a que en la vida del niño o la niña, del adolescente, la conciencia actúe por sí sola.

La conciencia de los límites, de las pérdidas y vulnerabilidades es clave para orientar la vida. Es la base para vivir con mayor plenitud, con todo el sentido que proporciona una responsabilidad más consciente, otorgando la importancia debida a las cosas que la tienen.

Aunque en varios países existen experiencias que deben emularse, no es frecuente que los planes educativos incluyan el entrenamiento a la manifestación de las emociones, a la generación de confianza e intimidad emocional. Quizás los mismos padres, madres y profesores fueron educados en la represión, el silencio emocional o expresión explosiva de los sentimientos.

No obstante, se mantienen vigentes corrientes pedagógicas que tienden a educar emocionalmente al alumnado, enseñarles a ser fieles a la realidad y a la creatividad responsable.

Sus promotores están convencidos de que las emociones hay que entrenarlas tal como nos entrenamos físicamente, para alcanzar equilibrio interior, serenidad, bienestar emocional.

Sin limitaciones que asfixien la creatividad ni sembrar pesimismo y desaliento, enseñarles en el hogar y la escuela a manejar los sentimientos, de modo que puedan alcanzar calidad en su salud emocional y en la comunicación, la capacidad para afrontar conflictos internos e interpersonales.

Asimismo, procurar que aprendan a controlar y a encauzar asertivamente la agresividad, a manejar y hacer fecunda la soledad y la tristeza, sacar provecho del miedo y de la ansiedad, elaborar el significado de la culpa.

Del manejo de las emociones y sentimientos dependerá su comportamiento.

Son muchos los factores que confluyen en la prevención de procesos patológicos físicos o psicológicos. Pocos como la educación emocional y afectiva. Enseñar a niños y niñas, adolescentes y jóvenes a ser asertivos, a autoafirmarse respetando a los demás, constituye una forma preventiva de neurosis, depresión, anorexia, dependencias, y todo tipo de enfermedades.

Y es así porque el cuerpo reacciona también en función de las emociones, de la influencia en el sistema inmunitario del bienestar y malestar emocional.

En resumen, educar las emociones constituye un reto preventivo, un valioso aprendizaje que puede convertirse en un estímulo de los recursos internos y en un instrumento para ganar un soporte emocional.

Un desafío, una tarea pendiente que ayudaría a afrontar la realidad con mayor madurez y autodominio, a crear un mejor ambiente en el hogar, la escuela y la sociedad, a reducir la violencia, los desórdenes conductuales.

TRA Digital

GRATIS
VER