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Hace pocos días culminó en Kigali, Ruanda, la Conferencia de la Sociedad Internacional del Sida sobre Ciencia del VIH (IAS 2025), dejando atrás descubrimientos científicos de gran trascendencia a nivel mundial. Aunque muchos delegados internacionales no pudimos estar de forma presencial, los ecos de las innovaciones presentadas han resonado con fuerza en medios científicos y de comunicación. Entre ellas, resalta la validación de lenacapavir como profilaxis pre-exposición (PrEP) inyectable de acción semestral, lo que marca un hito en la prevención biomédica del VIH, acercándose funcionalmente al concepto de vacuna. También se presentaron avances revolucionarios en estrategias de cura, incluyendo el uso de plataformas de ARN mensajero (mRNA) encapsulado en nanopartículas lipídicas (LNP) capaces de revertir la latencia viral en células T CD4+ en reposo, sin inducir activación inmunológica general ni toxicidad celular. En palabras del doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “lenacapavir representa la estrategia más parecida a una vacuna frente al VIH”. Esta afirmación, que resuena con el principio formulado por Stanley Plotkin en 2018 — “las vacunas son el epítome de la medicina preventiva; salvan vidas no curando enfermedades, sino previniéndolas” –, invita a replantear los límites de lo posible en salud pública global. No obstante, este avance científico se ve tensionado por la creciente fragilidad del financiamiento internacional. Uno de los hechos más comentados en Kigali fue la notoria ausencia de representantes de diversos países, reflejo de los recortes drásticos en programas históricos de apoyo a la respuesta global. En América Latina y el Caribe, por ejemplo, se han registrado reducciones significativas en los presupuestos asignados para el año 2025, con estimaciones de disminuciones aún mayores para 2026. Esta contracción financiera amenaza seriamente servicios críticos de prevención, diagnóstico y tratamiento, especialmente en países como El Salvador, Guatemala, Honduras y Panamá, donde entre el 90 % y el 100 % de los programas de VIH dependen de fuentes externas. En contraste, el país anfitrión Ruanda ofreció una lección de resiliencia y compromiso político local. Gracias a un sistema de salud basado en atención primaria, programas de apoyo entre pares (“buddies”) y educación comunitaria, Ruanda ha alcanzado antes de tiempo las metas 95-95-95: el 96 % de las personas con VIH conocen su diagnóstico, el 98 % accede a tratamiento, y de estos, el 98 % mantiene supresión viral. Frente a la disminución de fondos externos, el país ha priorizado la financiación doméstica y ha integrado con éxito el abordaje de enfermedades no transmisibles en su respuesta al VIH. Este modelo de sostenibilidad debe ser observado y replicado. Finalmente, uno de los momentos más inspiradores de la IAS 2025 fue la presentación del equipo del Instituto Peter Doherty de Melbourne, quienes demostraron que es posible entregar mRNA terapéutico a células T en reposo mediante una nueva formulación de nanopartículas lipídicas (LNP X). Esta innovación permite reactivar el VIH latente (el mayor obstáculo para una cura) sin efectos adversos ni activación celular no deseada, mediante la entrega de mRNA que codifica la proteína Tat o de componentes de edición génica CRISPRa. Aunque los estudios aún son ex vivo, los resultados superan ampliamente a estrategias anteriores y ofrecen una plataforma promisoria para el desarrollo de terapias curativas basadas en mRNA. La eliminación del VIH ya no es solo un ideal visionario, sino una posibilidad técnica cada vez más cercana. Pero para que este futuro se materialice, la ciencia y el financiamiento deben avanzar a la par.