Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Tecnología, diplomacia y guerra: cómo una nación novel desafía el sistema internacional sin consecuencias y domina la política de EE.UU.En un mundo donde la retórica de los derechos humanos se repite como mantra, Israel actúa con total libertad e impunidad. Lo hace mientras los ojos del planeta — muchos muy abiertos y otros deliberadamente cerrados — observan cómo Gaza se desangra bajo los escombros.No es exageración. Es un hecho: más de 59 mil palestinos muertos entre ellos 17,400 niños (incluidos 916 bebés menores de un año) — la mayoría mujeres y niños — y una cifra aún mayor de heridos y desplazados, pero lo que no se sabrá son los que morirán por falta de alimentación. ¿Y qué ha hecho la comunidad internacional? Poco. ¿Y la ONU? Nada efectivo, fue sacado de Gaza y la prensa internacional incluida.¿Cómo es posible que un país tan joven, creado oficialmente en 1948, haya logrado adquirir una influencia global tan desproporcionada y al mismo tiempo evitar cualquier sanción real incluso cuando enfrenta acusaciones de crímenes de guerra, apartheid y genocidio? La respuesta es compleja, pero el desequilibrio es evidente.Israel es hoy uno de los centros neurálgicos de innovación tecnológica. Startups, inteligencia artificial, ciberseguridad y defensa convergen en un ecosistema que le ha dado poder más allá de sus fronteras.Desde Tel Aviv, empresas como NSO Group — creadores del software espía Pegasus — hasta gigantes del big data y la vigilancia global, operan con respaldo militar y exportan conocimiento sensible a gobiernos de todos los continentes.El ojo global o más bien el soft power (el poder blando mediante diversas estrategias, como la diplomacia digital, los intercambios culturales y el aprovechamiento de su importancia religiosa e histórica, para moldear la percepción internacional y obtener apoyo para sus políticas)El país ha convertido la supervivencia en geoestrategia, posicionándose como proveedor clave de tecnología militar y de inteligencia para Europa, Estados Unidos, India, y potencias emergentes en África y América Latina.Mientras Gaza arde, los grandes aliados callan. Estados Unidos veta resoluciones en el Consejo de Seguridad. La Unión Europea condena en discursos, pero sigue comprando software de vigilancia y drones israelíes. América Latina se divide: unos pocos alzan la voz, la mayoría evita incomodar por temor.Los llamados “Acuerdos de Abraham”, que normalizaron relaciones entre Israel y varios países árabes, se consolidaron no en nombre de la paz, sino de los intereses. Petróleo, armas, inversión tecnológica. ¿Y los derechos humanos? Postergados.La Organización de las Naciones Unidas, fundada para garantizar la paz mundial, ha mostrado su rostro más inofensivo. Decenas de resoluciones han sido ignoradas. Comisiones de investigación han documentado violaciones atroces. Y sin embargo, Israel sigue sin enfrentar ninguna sanción real.¿Por qué? Porque las reglas del juego están diseñadas para que quienes detentan poder militar, económico o tecnológico puedan esquivarlas. Porque el Consejo de Seguridad puede ser vetado. Porque el sistema internacional es menos justo de lo que sus propios estatutos prometen.¿Cómo puede hablarse de orden internacional, cuando un genocidio es transmitido en vivo y las instituciones globales solo emiten comunicados de preocupación?Más allá de lo trágico, Gaza se ha convertido en un laboratorio de ensayo militar. Armas nuevas, inteligencia artificial aplicada a la guerra, tecnología de reconocimiento facial en drones: todo se prueba en un campo densamente poblado.Cada ataque genera datos. Cada operación alimenta algoritmos. Y todo eso se transforma luego en productos de exportación, como si la muerte fuese una fase del desarrollo tecnológico o más bien la posible nueva arma que podría llamarse el progomo 2.0.Israel no domina el mundo. Pero ha logrado una combinación letal de influencia, inmunidad y poder que ningún otro Estado joven ha conseguido en la historia moderna. Ha sabido moverse en los intersticios de la legalidad internacional, manipulando sus límites, mientras buena parte del planeta lo aplaude… o calla.El drama no está solo en Gaza, sino en la normalización del silencio. En la forma en que el sistema internacional ha permitido — cuando no facilitado — que un Estado con tecnología de punta actúe como si estuviera por encima del derecho internacional.¿Qué valor tienen las convenciones, los tratados, las resoluciones y los discursos sobre derechos humanos, si ante un genocidio televisado en tiempo real, la mayoría de las naciones prefieren callar?La verdadera fuerza no está sólo en los misiles ni en la tecnología: está en lograr que el mundo entero calle mientras un pueblo es exterminado. Ese es el poder más oscuro y más efectivo: el poder de silenciar relativamente al planeta entero, de convertir la barbarie en rutina, la masacre en estadística, y la muerte de miles de niños en ruido blanco.Cuando los que deben hablar no hablan.Cuando los que pueden actuar no actúan.Cuando los que se llaman civilizados se sientan a mirar.Entonces, ¿quién queda para defender la dignidad humana?Y lo más inquietante:¿Qué pasará cuando este poder del silencio se use en otro rincón del mundo?, cuando le toque a América Latina, no pidan ayuda que nadie hará nada, miren a Haití, y una nación como República Dominicana solicitando a las naciones que colaboren y se hagan los sordos para tirarle el muerto y la culpa a los dominicanos.Vemos por redes sociales y por televisión unos niños llorando entre escombros en Gaza, no solo se cae una casa. Se derrumba el prestigio de una comunidad internacional que se jacta de sus principios, pero esconde la mirada cuando se trata de un aliado poderoso.Israel no necesita dominar el mundo para imponer su narrativa: le basta con que nadie lo frene. Ese es el verdadero poder.Ojo con esto no estoy en contra de Israel, pero no puedo apoyar con mi silencio el progromo que vemos desde el Smart TV y redes sociales. Mi fe no me permite ver semejante barbarie… Pero, debes tener muy claro. Tu silencio te hace ser parte.”El mayor poder no es destruir un pueblo… es lograr que el mundo entero lo vea y aun así no diga nada.”
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