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Una antigua medida preventiva contra la combinación de armas y alcohol en lugares de ocio nocturno, causante habitual de tragedias, vuelve a ser reeditada por el Ministerio de Interior y Policía en una reacción cíclica que suele ser pertinente cada vez que se dan a conocer peleas mortales en ambientes de consumo de alcohol, ocurriendo varias en los últimos tiempos. La sensibilidad oficial a los efectos de la embriaguez descontrolada tiene esta vez un énfasis particular porque los hechos de violencia con víctimas mortales entre asistentes más difundidos se produjeron en sitios céntricos de Santo Domingo e incluso de cierto renombre; y como es común, en horarios en los que está prohibida la venta de bebidas alcohólicas. Sale a la luz pública un incumplimiento de las autoridades -que deberían hacer cumplir la ley sin excepciones y en todo momento- que antes era más frecuente en barrios desfavorecidos, de donde suelen provenir la mayoría de las noticias policiales que, tras madrugadas de disparos y apuñalamientos, llegan a los medios de comunicación. Asimismo, el porte de armas cortas (legales o ilegales) se ve favorecido en República Dominicana por la falta de control en la emisión de licencias y por las deficiencias en el tráfico internacional, hasta el punto de que el país está bajo sospecha de haber sido origen de armamento moderno en poder de las bandas haitianas abastecidas a través de la frontera.
Hace aproximadamente un año se descubrió un robo masivo de municiones en un importante depósito policial, por lo que un grupo de agentes de la policía fue enviado a los tribunales. Esta mercancía letal estuvo ampliamente disponible para el mejor postor, incluyendo a individuos con las intenciones más perversas. Ahora, las autoridades prometen implementar medidas para impedir la entrada de armas a centros de diversión, responsabilizando de su cumplimiento a los dueños de los locales, bajo amenaza de cierre si se detectan incumplimientos, que serían doblemente graves, porque los tiroteos y los ataques con armas blancas suelen ocurrir al acercarse el amanecer, cuando no hay nadie vigilando.
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