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Supernovas: cómo encontrarlas a la mayor velocidad posible

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Se clasifican en dos grandes categorías, definidas por la masa de la estrella progenitora.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

MADRID, 19 Ago. (EUROPA PRESS) –

Los primeros indicios de una supernova podrían ser analizados en cuestión de horas tras su inicio para desentrañar su origen, gracias a una nueva forma de observación astronómica.

Las supernovas se manifiestan ante nuestros ojos -y ante los instrumentos astronómicos- como fulgores brillantes que surgen en el firmamento sin previo aviso, en lugares donde instantes antes no había nada visible. El destello es causado por la explosión colosal de una estrella.

Debido a su naturaleza repentina e impredecible, las supernovas han sido difíciles de estudiar durante mucho tiempo, pero actualmente, gracias a los amplios, continuos y frecuentes estudios del cielo, los astrónomos pueden hallar nuevas casi a diario.

Sin embargo, es crucial desarrollar protocolos y métodos que las detecten con prontitud; solo así podremos comprender los eventos y los cuerpos celestes que las provocaron.

En un estudio preliminar, Lluís Galbany, del Instituto de Ciencias del Espacio (ICE-CSIC) de Barcelona, y sus colegas presentan una metodología que permite obtener los espectros de supernovas lo más pronto posible, idealmente en un plazo de 48 o incluso 24 horas después de la primera luz. Los resultados han sido publicados en la revista Journal of Cosmology and Astroparticle Physics.

Las supernovas son enormes explosiones que marcan las últimas etapas de la vida de una estrella. Se clasifican en dos grandes categorías, definidas por la masa de la estrella progenitora. “Las supernovas termonucleares son estrellas cuya masa inicial no superó las ocho masas solares”, explica Galbany, primer autor del estudio.

“La etapa evolutiva más avanzada de estas estrellas, antes de la supernova, es la enana blanca: objetos muy antiguos que ya no poseen un núcleo activo que genere calor. Las enanas blancas pueden permanecer en equilibrio durante mucho tiempo, gracias a un efecto cuántico llamado presión de degeneración electrónica”.

Si dicha estrella se encuentra en un sistema binario, prosigue, puede absorber materia de su compañera. La masa adicional incrementa la presión interna hasta que la enana blanca explota como supernova.

“La segunda categoría principal son las estrellas muy masivas, de más de ocho masas solares”, afirma Galbany. Brillan gracias a la fusión nuclear en sus núcleos, pero una vez que la estrella ha consumido átomos progresivamente más pesados, hasta el punto en que la fusión ya no produce energía, el núcleo colapsa. En ese instante, la estrella colapsa porque la gravedad ya no está contrarrestada; la rápida contracción eleva drásticamente la presión interna y desencadena la explosión.

Las primeras horas y días posteriores a la explosión preservan pistas directas sobre el sistema progenitor: información que ayuda a diferenciar modelos de explosión rivales, estimar parámetros críticos y estudiar el entorno local. “Cuanto antes las detectemos, mejor”, señala Galbany.

Históricamente, obtener datos tan tempranos era difícil porque la mayoría de las supernovas se descubrían días o semanas después de la explosión. Los estudios modernos de campo amplio y alta cadencia, que abarcan grandes franjas del cielo y las revisan con frecuencia, están cambiando esa perspectiva y permitiendo descubrimientos en tan solo horas o días. Aún se necesitan protocolos y criterios para explotar al máximo estos estudios, y el equipo de Galbany probó estas reglas utilizando observaciones del Gran Telescopio de Canarias (GTC). Su estudio informa sobre 10 supernovas: la mitad termonucleares y la otra mitad con colapso de núcleo. La mayoría se observaron en los seis días posteriores a la explosión estimada, y en dos casos, en las 48 horas siguientes.

El protocolo comienza con una búsqueda rápida de candidatos basada en dos criterios: la señal luminosa debía haber estado ausente en las imágenes de la noche anterior y la nueva fuente debía estar dentro de una galaxia. Cuando se cumplen ambas condiciones, el equipo activa el instrumento OSIRIS del GTC para obtener un espectro.

“El espectro de la supernova nos indica, por ejemplo, si la estrella contenía hidrógeno, lo que significa que estamos ante una supernova con colapso de núcleo”, explica Galbany.

Conocer la supernova en sus inicios también permite buscar otros tipos de datos sobre el mismo objeto, como la fotometría de la Instalación Transitoria de Zwicky (ZTF) y el Sistema de Última Alerta de Impacto Terrestre de Asteroides (ATLAS), que se utiliza en el estudio.

Esas curvas de luz muestran cómo aumenta el brillo en la fase inicial; Si se observan pequeños bultos, podría significar que otra estrella de un sistema binario fue absorbida por la explosión. Comprobaciones adicionales contrastan datos de la misma zona del cielo provenientes de otros observatorios.

Dado que este primer estudio logró recabar datos en 48 horas, los autores concluyen que es posible llevar a cabo observaciones aún más rápidas. “Lo que acabamos de publicar es un estudio preliminar”, afirma Galbany.

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