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De Sevilla al mar sin atascos: cómo llegar a las playas más próximas en coche, autobús o tren
En pleno corazón de la Vega del Guadalquivir, alejados del bullicio costero y sin tener que recorrer muchos kilómetros hasta la playa, los habitantes de Tocina (Sevilla) y sus alrededores gozan de un lugar con nombre propio: La Playita. Lo peculiar es que no hay arena ni mar, sino un meandro del río Guadalquivir transformado en un espacio de ocio natural que, con el tiempo, se ha convertido en un secreto compartido entre quienes buscan naturaleza, sombra y frescura sin salir de la provincia de Sevilla.
Este lugar, con unas 22 hectáreas de extensión, mezcla una amplia arboleda con zonas de merenderos, un embarcadero y senderos, lo que lo convierte en el escenario perfecto para pasar un día al aire libre. El que llega por primera vez se sorprende: en lugar de chiringuitos y sombrillas, halla mesas de madera a la sombra de eucaliptos y álamos, un río ancho y tranquilo que invita a pasear en kayak y una tranquilidad difícil de encontrar en pleno verano andaluz.
Lo singular de La Playita es que, aunque funciona como zona de recreo, sigue siendo un espacio vivo del Guadalquivir. Sus aguas son un punto de encuentro para actividades de turismo activo, como rutas familiares en kayak organizadas por empresas locales. Además, el lugar es sede de algunos de los momentos más destacados del calendario festivo de Tocina, como la Romería de Nuestra Señora de Fátima o iniciativas culturales como Cuentos en el bosque, donde la narración oral cobra vida entre árboles centenarios.
Llegar allí también tiene su atractivo. El acceso se hace por un camino de tierra que cruza un paso a nivel en el barrio Vera-Cruz. No hay taquillas ni pulseras de colores, ya que la entrada es gratuita; lo que sí hay es un aparcamiento con unas cuarenta plazas, lo justo para que nunca se llene demasiado. Eso sí, es conveniente saber que en épocas de crecidas del río, el lugar puede inundarse, lo que añade un toque extra de autenticidad a su carácter fluvial.
La Playita de Tocina no intenta competir con la Costa de la Luz ni con los grandes embalses turísticos, pero quizás ahí resida su encanto. Es un rincón discreto y cercano, un oasis ribereño donde refrescarse en verano, disfrutar de un picnic bajo los árboles o simplemente observar cómo el Guadalquivir fluye plácidamente entre cañaverales. Un sitio curioso y entrañable que demuestra que, en ocasiones, las mejores playas están tierra adentro.
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