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¿Cómo nació el primer filme animado dominicano en 2D?

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Un ejemplo que usó para explicar esto es que, en la historia, uno de los personajes trabaja prendiendo y apagando bombillas.

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Luego de 10 años en producción, “Olivia y las Nubes” consiguió ser el primer largometraje de animación 2D de origen dominicano.Previamente, en la animación dominicana mostrada en los cines, solo se contaban dos ejemplos, uno de ellos comercializado el año pasado. La primera película animada en el país fue “3 al rescate” en 2011; una década y tres años después, “Capitán Avispa” apareció en las carteleras con éxito.Sin embargo, en ambos casos se usó la técnica 3D, una forma de animación que suele depender más de la tecnología y los dispositivos electrónicos. En cambio, “Olivia y las Nubes” se hizo con un formato de animación bidimensional que mezcla muchas técnicas, texturas y estilos artísticos.Dirigida por Tomás Pichardo Espaillat, la película “Olivia y las Nubes” sale totalmente de los esquemas tradicionales del cine dominicano, tanto en su narrativa como en su estructura de trabajo.Con una producción artesanal, esta obra fue posible gracias al esfuerzo en conjunto de varios animadores e ilustradores, tanto con experiencia como novatos.Con una propuesta sencilla, el filme explora las vidas de Olivia, Ramón y otros personajes, ofreciendo una mirada profunda que reflexiona sobre las relaciones humanas, el conflicto y la memoria.A través de metáforas, códigos visuales y un lenguaje cinematográfico que desarrolló mediante sus experiencias previas, el director creó un mundo único, una explosión de colores, líneas, sonidos y personajes que se fusionan en la pantalla y cuentan una historia donde se ve reflejado él mismo y las personas con las que ha convivido.”La película es una mezcla de muchas cosas”, explicó Pichardo.Contiene memorias y experiencias personales de toda su vida, crecimiento y gente que lo impactó en forma de metáforas. Un ejemplo que usó para explicar esto es que, en la historia, uno de los personajes trabaja prendiendo y apagando bombillas. La razón es la memoria que tiene Pichardo de cómo comprendía de niño el trabajo de sus padres en una compañía eléctrica.Como muchos otros artistas, Pichardo ha ido recopilando distintos aprendizajes a lo largo de su vida a través de diferentes referentes visuales y artistas que lo han inspirado. En su película “Olivia y las Nubes” y en otros de sus proyectos, ha trabajado con el realismo mágico, género que destacó de los libros del escritor japonés Murakami.Dentro de la animación, rescata las películas “Sita Sings the Blues” de Nina Paley y “Mind Game” de Masaaki Yuasa, producciones que le mostraron un estilo lleno de vitalidad y muchas técnicas para contar una historia. De la misma forma, recalcó que con “La Casa Lobo”, de Joaquín Cociña y Cristóbal León, aprendió a alejarse de la perfección profesional y enfocarse en los sentimientos que expresa el arte.Otro referente que ha influido en su trabajo es el músico Philip Glass, especialmente con su ópera “Einstein on the Beach””Mucho de cómo se mueven los personajes en la obra, me hizo entender que cómo se mueven mis personajes en la película, expresa mucho, expresa sentimientos específicos. Puedo extraer cosas como eso de Bárbara, las líneas que salen, que exteriorizan su personaje. Doña Bárbara con la imagen fragmentada me hace entender que también la mente de ella en ese momento está fragmentada, entonces eso de romper el plano, (…) jugar con esa deconstrucción”, expresó el director, ejemplificando con algunos recursos que usó en la película.Tomás Pichardo contó que esta inclusión de las metáforas como elemento para contar una historia la aprendió en parte de Nora Crook, ilustradora y antigua profesora de Tomás, pero también de las experiencias personales que ha tenido, de su observación e interpretación de los espacios cotidianos y conceptos de su imaginación.Otro ejemplo que dio el director sobre sus metáforas es la idea de representar los recuerdos de una persona dentro de una caja de zapatos. En el caso de “Olivia y las Nubes”, se le ocurrió ubicar a uno de los personajes, Ramón, un recuerdo de Olivia, dentro de una maleta.El proceso de preproducción, animación y distribución de “Olivia y las Nubes” fue complejo, donde participaron muchas personas, cada una con un rol esencial para que después de 10 años este largometraje viera la luz.En este proceso intervino Cem Misirlioglu, un amigo de Tomás de la universidad Parsons, que acompañó al director en muchos de sus proyectos anteriores hasta convertirse en la figura clave para la composición musical de su primer largometraje.Tomás contó que para conseguir un sonido que representara de forma genuina el ambiente dominicano, llevó a Cem a Bonao a escuchar el río y luego visitaron la Duarte con París para que experimentara “el caos sonoro, esa cacofonía de sonido”. Luego lo llevó a conversar con distintas personas sobre el origen taíno, africano y español de ciertos instrumentos y formas musicales.”No necesariamente para que él lo recreara, sino que él absorbe todo eso y trabaja a su manera”, afirmó el director.Por otro lado, los productores fueron Fernando Santos y Amelia del Mar Hernández, quienes trabajaron por primera vez en una película animada y junto con el director fueron trazando, desde su inexperiencia con este medio, la forma en la que iban a abordar el proceso.Tomás comenzó a trabajar el guion mientras, en paralelo, creaba la dirección de arte, determinando la forma en la que iba a verse la película e identificando qué necesidades presentaba y qué personas podían ayudarlo con cada una. Conseguir el equipo, los animadores que le ayudarían a darle vida a este proyecto, fue el siguiente paso.Pichardo contó que una limitación que enfrentó al hacer la película fue la poca cantidad de animadores profesionales que había en el país. Sin embargo, él quería que fuera animada completamente en la República Dominicana.Por esta razón, comenzó a reclutar a sus estudiantes de la escuela de cine en Chavón para que fueran parte de este proyecto.”Entonces, a lo que me refiero con la limitación es que muchos de estos animadores nuevos vienen de trasfondo diferente, no saben animar en un estilo específico, sino con un mismo estilo”, explicó Pichardo.A partir de esto, permitieron que cada animador usara su propio estilo, identificando cuál funcionaba mejor para los sentimientos que debía expresar en cada escena.Gracias a la forma en la que Pichardo les enseñaba a sus estudiantes, cada uno pudo desarrollar su propio estilo único que luego plasmó en la película.Según explicó el director, cada uno fue remunerado en base a los minutos de animación y según el trabajo que estaba realizando. Pues, al ser una película animada, el esquema puede ser distinto al de una película tradicional.”Lo fuimos viendo con cada proceso”, dijo Pichardo, quien aclaró que dentro de las películas animadas existen varias tareas diferentes, desde el storyboard hasta la animación final.Además de los estudiantes, el equipo también contó con varios ilustradores y animadores profesionales. De estos últimos, Tomás mencionó a Randy Morales, Ivanna Candelier, Lía Sued y el director de fotografía Jeremy García.El siguiente paso consistió en el diseño sonoro. Para ello contrataron a la compañía Umbral Sonora de José Homer Mora, quien conoció a Pichardo dando clases en Chavón. Desde ese momento el director fue conociendo al equipo, entre ellos Denis Godoy. Igual que la dinámica de los animadores, gran parte del equipo de sonido estuvo compuesto por egresados de las clases de Homer Mora.”Era un proceso en que cada persona era especial porque cada persona estaba trayendo algo al proyecto, (…) cada persona traía su forma de ser, su propio trabajo creativo”, manifestó el director.Comentó que dentro de su equipo también trabajó su pareja, Nika Zhukova, quien realizó las escenas que usan la técnica de claymotion, animadas con plastilina.Una vez completado todo lo anterior, fue necesario encontrar las voces que darían vida a los personajes. Al principio, Tomás asumió esta búsqueda como un reto, pues se trataba de algo que no había hecho antes en toda su carrera.Dentro del proceso de la animación también se trabajó de una forma que pudiera acoplar las voces más adelante, pero que no interrumpiera el flujo de la producción.Según contó Pichardo, la forma en la que abordó este elemento fue realizar primero la animación y luego grabar las voces de los personajes. De esta forma, evitaba tener que grabar varias veces con los actores debido a cambios en el guion.”Hubo una situación, un detalle, en que un personaje que yo tenía animado casi ya al final de cerrar producción de animación lo eliminé por completo. Imagínate si hubiéramos casteado un actor y lo eliminábamos al final. Entonces, pasa eso”, explicó.Antes de encontrar las voces definitivas, Tomás grabó con su voz un demo de los diálogos que luego se reemplazó con los actores y actrices correspondientes a cada personaje.Según los distintos estilos de animación, algunos más detallados que otros, luego cada animador añadió los detalles y movimientos de la boca en los fotogramas clave para que encajaran con el sonido, un proceso llamado lip sync o sincronización de labios.Aparte de que era algo que nunca había hecho antes, a Tomás también le preocupaba tratar con actores de voz por el miedo de no encontrar un sonido auténtico, que las personas se sintieran cohibidas con su acento. El director explicó que había visto en algunas películas dominicanas antiguas “que se sentía esa artificialidad, se sentía falso y no quería que pasara eso”.La dinámica que se ideó para la audición actoral fue mediante notas de voz en las que se les indicó a los

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