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Su primogénita vino al mundo con anemia drepanocítica o falcemia, su salud se volvía más frágil. La madre temía volver a quedar embarazada, pero al ver ella y su esposo que la única forma de salvarle la vida a Alessia era arriesgándose, recurrieron a la fecundación in vitro y lograron tener a la bebé que donó la médula a la pequeña de seis años.
La historia de Maite Rodríguez se narra hoy, gracias a Winler Soto, quien hace tiempo fue periodista por un año de LISTÍN DIARIO. “Marta, te paso el ‘brief’ y el contacto de una chica que pasó por un proceso inusual para concebir. Quizás sea de interés para ustedes”. Así la presentó. Obviamente, había que profundizar más sobre el porqué se le dificultaba quedar embarazada.
Establecer contacto con la protagonista de este relato, era lo ideal. Así se hizo. Mediante ese acercamiento, esta dominicana que reside en Nueva York, ofreció los detalles. Aquí ha superado las pruebas más dolorosas y hermosas a la vez. Cuando le tocó ser madre, luego de mucha lucha, su hija Alessia nació con anemia falciforme o falcemia.
A partir de ahí, comienza otra batalla. “Al nacer mi hija mayor, con esa condición genética que provoca mucho dolor y afecta la calidad de vida de quien padece la enfermedad, mi esposo y yo pasamos por momentos duros”. Es una mujer fuerte, pero sin duda, la que la debilita es el amor maternal.
“Después de años de hospitalizaciones, crisis de salud, angustia y varias experiencias muy cercanas a la muerte, mi esposo y yo tomamos la difícil decisión, aunque hecha desde un muy profundo amor: concebir a nuestra segunda hija mediante fertilización in vitro”. Deseaban tener más hijos, pero la situación de Maite para concebir, no era la mejor. Nada de eso los frenó. Confiados buscaron ese soplo de esperanza.
Dios hizo el milagro. Nació su segunda hija. Vida es su nombre. Nunca mejor puesto. Gracias a ella, Alessia ya recibió su trasplante de médula. “La niña que ahora tiene un año, era la única que podía ayudar a su hermanita con ese trasplante de médula ósea o de células madre”. Para la gloria del Señor, la niña de seis años está mejorando.
Luego de este procedimiento, “por primera vez, soñamos con una vida más ligera para ella, una infancia sin dolor constante y una larga y sana vida llena de oportunidades”. Maite es una mujer de fe y confía en que cada día más, su primogénita disfrutará de una mejor salud.
“Todo este camino ha estado lleno de llanto, ansiedad, sacrificios, culpas, resiliencia y sobre todo, un inmenso amor por mis hijas, algo que es inexplicable”. Cómo no entenderla si a una ha tenido que entregarse por completo y a la otra agradecerle el haber salvado a su hermanita mayor.
La dueña de esta historia es trabajadora social clínica. Próximamente, también será autora de un libro infantil. “Es una obra muy especial para mí: ‘Just Like the Moon’, es el nombre que le he puesto al libro que presentaré en este septiembre, a propósito del Mes de la Concienciación sobre la Anemia Falciforme Estadounidense”. Esto la entusiasma.
Su experiencia ha sido tan enriquecedora que no ha querido beneficiarse solo ella de lo aprendido en este camino. “Por todo lo que hemos atravesado, fue que lo escribí para darle voz a esos niños que sienten dolor desde tan pequeños, y para que otros padres como nosotros sepan que no están solos. El libro será publicado en inglés y español, porque quiero que llegue a diversas familias que, como la mía, buscan representación, consuelo y fuerza en medio del caos”. Lo define como un aporte a quienes también enfrentan y afrontan pruebas que les fortalecen en la fe y como persona.
Su historia tiene muchas aristas. “Puedo hablar sobre la maternidad, la importancia de la concienciación sobre la falcemia, el ser un cuidador, las grandes brechas que existen en el cuidado médico de niños con falcemia, decisiones complejas, comunidad, y sobre cómo, incluso en la oscuridad, se puede elegir el amor y la esperanza una y otra vez”. Sobre estos temas tiene conocimientos de sobra la dominicana que nació y creció en la Villa Olímpica y que hace tiempo reside en Estados Unidos.
Además, de tener una historia de tanto aprendizaje en el rol más hermoso, que es la maternidad, Maite Rodríguez está construyendo otra para que a quienes les toque vivir algo parecido a lo suyo, al menos cuenten con mejores herramientas para hacer frente a su situación.
“Me apasiona crear consciencia sobre la importancia de donar sangre para pacientes oncológicos y hematológicos, garantizar que los niños con enfermedades crónicas reciban cuidados médicos y educativos de calidad, y fortalecer nuestras comunidades a través de la información y la educación”. Por encima de todo esto, le interesa orientar sobre la importancia de crear una unidad de trasplantes en República Dominicana para pacientes que viven con cánceres y trastornos sanguíneos.
Tiene razón al sensibilizarse ante estas situaciones. La maternidad marcó un nuevo capítulo en su vida. Tanto ha aprendido acerca de la falcemia, con la que nació su hija Alessia, que no tarda en definir lo que es la enfermedad. “La anemia falciforme o falcemia es una condición genética que afecta la forma y función de los glóbulos rojos, lo que puede causar dolor, complicaciones de salud y la necesidad de cuidados médicos constantes”. Está muy bien preparada intelectual y emocionalmente.
Pero no le resta mérito a su pequeña guerrera, Alessia, de seis años. “A su corta edad, ha pasado mucho tiempo en hospitales, ha utilizado altas dosis de narcóticos para manejar sus niveles de dolor en momentos de crisis, y ha tenido ya varias operaciones, incluyendo una que casi causa su muerte”. Esto la conmueve, pero prefiere pensar en la realidad que vive ahora que a su niña le han hecho el trasplante de médula ósea, gracias a su pequeña bebé, Vida, de un año.
El respiro de esta madre para cantar ¡victoria! comenzó luego del procedimiento. Es ahí cuando la paz y el agradecimiento se adueñan de la vida de todos los miembros de su familia. No todo el mundo logra tener un milagro por partida doble: una hija en proceso de sanación y una pequeña heroína.
Alessia tuvo que recibir altas dosis de quimioterapia e inmunoterapia para ayudar a su sistema inmune y a su médula ósea a aceptar las células madre donadas por Vida, al nacer. “Aunque ahora está en recuperación, todavía estamos manejando secuelas de la enfermedad que no son reversibles aunque se haya hecho el trasplante”. Está confiada en que cada día su hija estará mejor.
Maite no pasa por alto que estas experiencias de ser madre de una niña con historial médico complejo, no es fácil. “Pero me ha enseñado la importancia del apoyo, la planificación y la resiliencia familiar, y me inspira, no solo a crear consciencia sobre la anemia falciforme, sino a entender la relevancia que tiene que conozcamos nuestro genotipo al momento de planificar una familia”. Por ello cree necesario que su libro ‘ Just Like the Moon’ se lea en familia para que todos valoren la diversidad, la fuerza interior y la capacidad de superar retos.
“Nací y crecí en la Villa Olímpica, República Dominicana, criada por mis padres con el gran apoyo de mi abuela materna y la familia extendida. Soy la hermana mayor de tres y, desde pequeña, la lectura ha sido una parte importante de mi vida”. Por algo sus actividades favoritas eran las ferias de libros y viajes a las bibliotecas de Santo Domingo.
Esta pasión, junto con su formación académica en su amado país, le ayudó a adaptarse más fácilmente a los estudios en Nueva York, adonde su familia se mudó en el año 2008. “Eso sí, mantengo un contacto cercano con mis familiares, amigos y comunidad en República Dominicana, viajo con frecuencia y sueño con que mis hijas puedan tener la experiencia de vivir allá algún día”. Con la fe que tiene, las oraciones contestadas que la fortalecen y con el trabajo que realiza por los suyos y los demás, no hay duda de que logrará su sueño de regresar a su tierra.
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