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Estadísticamente, la mayor parte de las víctimas son mujeres y la mayoría de los agresores son varones.
Existen diversas tipologías de agresores sexuales. Algunos se aprovechan de la cercanía y la confianza de sus víctimas.
Son aquellos que imponen una relación sexual no consentida a parejas, hijas(o), hijastras, familiares o personas del entorno cercano. Otros perfiles de violadores incluyen psicópatas, sádicos, en serie, narcisistas, ocasionales, entre otros.
Los factores que favorecen una agresión sexual son numerosos, entre ellos: expresar la sexualidad con una carga de violencia, la intención de humillar a la víctima, la búsqueda de dominación o autoafirmación más que el placer sexual. Es una forma de ejercer poder sobre la víctima. Cuando ocurre la violación, si la mujer resiste o intenta defenderse, se intensifica la conducta violenta y la peligrosidad del agresor.
Quienes no pretenden matar, sobre todo los que desean pasar desapercibidos, suelen incapacitar a sus víctimas mediante drogas, alcohol u otras sustancias. Verlas desvalidas e indefensas las convierte en objetos propicios para mayores humillaciones, burlas y torturas, sin que aparezca en ellos la menor conciencia moral. Considerarlas inanimadas es tratarlas como “un objeto tirado al suelo”, glorificando la hazaña sexual.
El doctor Enrique Echeburúa menciona cuatro factores que podrían explicar las agresiones sexuales: a) factores psicológicos, b) factores sociales y c) factores situacionales. El primero alude a la excitación sexual del agresor durante la violencia, falta de control, baja autoestima sexual, ausencia de empatía, haber sufrido violencia sexual en la infancia, dificultad para establecer relaciones interpersonales o consensuadas con adultos. El segundo se refiere a la glorificación de la violencia sexual en el entorno del agresor o a la cosificación de la mujer como objeto sexual al servicio del hombre.
Por último, el acto agresivo ocurre cuando se presenta una oportunidad para cometer el delito, a menudo acompañado del consumo de alcohol y drogas o la presión del grupo de agresores.
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Si contextualizamos estos factores en la realidad dominicana, observamos que la violación sexual está normalizada y justificada desde la esfera del poder, lo que refuerza ideas equivocadas sobre la mujer, la violencia y la sexualidad en la pareja, al insinuar que las mujeres no necesitan consentir porque se casaron para tener sexo; ¿para qué se casó entonces?
Otro caso, respaldado por la voz del poder, sostiene que un hombre puede mantener relaciones sexuales cuando quiera sin necesidad de avisar para retirar el preservativo. Así, asaltar a la pareja en la intimidad, en su cama, no tiene consecuencias; la mujer queda privada de su derecho a disfrutar de su libertad y experiencia sexual, convirtiéndose en un objeto sin pensamiento ni voz para decir no.
¿Qué mensaje se le envía a los potenciales violadores que viven en una cultura que valida la agresión sexual contra las mujeres? ¿Qué se espera en una sociedad que tolera el machismo tradicional en detrimento de los derechos sexuales femeninos? El neurocientífico Eduardo Calixto afirma que la testosterona hace a los hombres más competitivos, dominantes y agresivos que las mujeres, y que tienden a ser más impulsivos. Por ello, la educación es prioritaria.
En la ecología de la sexualidad humana de nuestro país, contamos con programas de radio y medios no tradicionales cuyo enfoque no es realmente educativo; son caricaturas circenses de la sexualidad, buscan audiencia, “likes” y admiración de una población ávida de conocimiento, pero lo que entregan es una dulzura envenenada de distorsiones cognitivas, un “hazme reír”. Son agitadores sexuales que utilizan los medios para amplificar las distorsiones y disfrutar de la ignorancia de los menos informados.
La falta de empatía, el déficit de autocontrol, la impulsividad, la ausencia de remordimiento, la exaltación de la masculinidad y el uso de la agresión sexual como mecanismo de afrontamiento frente a un malestar emocional mal gestionado son factores que hacen a los violadores más propensos a repetir sus actos. El consumo de pornografía, alcohol y drogas potencia los ataques sexuales.
Los agresores sexuales, además de esta infracción, cometen otros delitos como robos y manifiestan desprecio por las mujeres.
El agresor sexual psicópata es frío emocionalmente (carece de empatía), no reacciona ante el sufrimiento ajeno, carece de escrúpulos, no respeta normas morales ni sociales y actúa de forma impulsiva. Si una mujer se opone, estimula su impulso sexual y la violencia puede desencadenar un feminicidio. Si se trata de un narcisista criminal, se glorificará de su hazaña.
Sin educación, prevención y sanción, los violadores permanecerán al acecho de nuevas víctimas.
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