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El crecimiento de la fabricación, de los circuitos internacionales y de los costes altos convierten al narcotráfico en uno de los negocios más rentables del planeta. Aunque el número de consumidores anuales a nivel mundial (25 millones) sigue siendo mucho menor que el del cannabis (228 millones de personas), la cocaína se comercializa a un precio mucho más elevado. Resultado: en Francia e incluso en Europa, se calcula que el mercado de la cocaína compite, en valor monetario, con el del cannabis, e incluso estaría a punto de superarlo.
En cualquier caso, nunca se había registrado tanta “polvo blanco” circulando en el mundo como en 2023. “Con más de 3 708 toneles, la producción ilegal mundial estimada de cocaína alcanzó un nuevo récord en 2023, casi un tercio más (34 %) que el año anterior”, según el informe 2025 de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), y tres veces más que en 2010. La producción se concentra cada vez más en Colombia, que ha visto volver a crecer la superficie de los cultivos ilícitos de coca, planta de la que se extrae esta sustancia, mientras que en Bolivia y Perú —los otros dos países productores— la producción se mantiene estable.
Para eludir los controles, los recorridos del tráfico de cocaína cambian y ahora atraviesan frecuentemente países de paso como Brasil o, más recientemente, Ecuador. Las Antillas francesas (Martinica y Guadalupe) juegan un papel destacado como zona de rebote hacia la Francia continental. En 2024, de las 52 toneladas de droga incautadas en Francia, mayormente cocaína, 33 provenían exclusivamente de esa región, según la justicia. Los puertos de Róterdam, Amberes y Le Havre se han convertido en plataformas clave del tráfico en Europa. África también se considera una zona de paso entre Sudamérica y Europa. En 2015, las incautaciones en el Sahel (Burkina Faso, Malí, Níger) ascendían a 13 kg; en 2022 alcanzaron casi 1 500 kg.
La oferta crece, la demanda también. Y las incautaciones reflejan esas tendencias: han disparado en todos los continentes, sobre todo en Europa, donde superan por quinto año consecutivo las cantidades interceptadas en Norteamérica, y en áreas hasta entonces marginales como África y Asia (+84 % en 2023 frente a 2022). “La dicotomía Norte‑Sur ya no funciona realmente, con el Sur productor y el Norte consumidor. Estamos asistiendo a una explosión del consumo de cocaína en los países del Sur”, subraya Michel Gandilhon, experto en seguridad y defensa en el Cnam y especialista en los tráficos de drogas.
A la sombra de mercados tradicionales como la cocaína o la heroína, otro segmento no deja de expandirse: el de las drogas sintéticas. Producidas en laboratorio a partir de precursores químicos, a menudo legales o semilegales, estas sustancias —fentanilo, catinonas, cannabinoides sintéticos, nitazenos…— trastocan los circuitos clásicos de producción y tráfico. “Con las drogas sintéticas ya no hacen falta campos de amapola y de opio, ni un proceso natural largo y complejo de poner en marcha”, explica Gandilhon. “Es una emancipación de las limitaciones ligadas a la naturaleza y a los cultivos”.
En 2025, la ONUDD registró más de 1 100 nuevas sustancias psicoactivas (NPS) en el mundo. Más rentables y fáciles de ocultar, su rápida proliferación supera la capacidad de los Estados para prohibirlas o detectarlas. Solo en 2023, 34 países y territorios informaron la aparición de 44 nuevas sustancias psicoactivas, de las cuales los cannabinoides sintéticos constituyeron el grupo más numeroso.
En Europa, el informe anual del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT) indica que las incautaciones de sustancias sintéticas superan a las de drogas de origen vegetal. Sustancias como la 3‑MMC y los nitazenos, que pueden ser hasta 500 veces más potentes que la morfina, preocupan a las autoridades sanitarias. Su composición varía continuamente, lo que vuelve impredecibles sus efectos y riesgos. Además, alimentan nuevos circuitos de venta, en especial a través de la darknet o de las redes sociales. “La expansión rápida de la industria de drogas sintéticas ilícitas representa una amenaza mayor para la salud pública mundial, con consecuencias potencialmente desastrosas para la humanidad”, declaró el presidente de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), organismo de la ONU.
Desde la década de 1990, Estados Unidos enfrenta una crisis sin precedentes vinculada a la prescripción excesiva de opioides, impulsada en aquel entonces por la industria farmacéutica. Millones de personas se volvieron dependientes de estos potentes analgésicos. Hoy, esa dependencia se ha desplazado hacia los opioides sintéticos como el fentanilo, 50 veces más potente que la heroína. Actualmente vendido de forma ilícita en las calles, se fabrica en laboratorios clandestinos mexicanos a partir de precursores químicos importados de China. En 2023, estas sustancias provocaron la muerte de 75 000 estadounidenses, según los CDC. Una luz de esperanza: en 2024, el número de víctimas retrocedió a 48 000, su nivel más bajo en cinco años.
Europa, por su parte, se ha mantenido hasta ahora en gran medida al margen de esta epidemia de fentanilo, aunque se han detectado casos de tráfico. Sin embargo, el Viejo Continente sigue marcado por otro opioide: la heroína, que continúa causando estragos, a menudo en la sombra. La heroína sigue implicada en una parte importante de las muertes relacionadas con las drogas: 1 800 fallecimientos en la UE en 2022, según el OEDT. Se calcula alrededor de 900 000 consumidores en Europa, frente a 23 millones de cannabis y 4 millones de cocaína.
Desde la prohibición del cultivo de amapola por parte de los talibanes en Afganistán en 2022, las autoridades europeas temían un repunte de los opioides sintéticos. “Eso no ha ocurrido todavía porque las reservas de opio, un producto no perecedero, eran enormes tras años de producción récord”, explica Gandilhon. Pero las agencias sanitarias llaman a la vigilancia ante el riesgo de un giro hacia las sustancias artificiales. Los nitazenos, opioides aún más potentes, suscitan gran preocupación. Representan ahora la mitad de los nuevos opioides detectados y han provocado oleadas de sobredosis mortales en varios países europeos.
Durante mucho tiempo confinada a poblaciones marginales o a ambientes festivos, el consumo de drogas se ha extendido ampliamente al conjunto de la sociedad, desde las grandes metrópolis hasta las pequeñas ciudades, de los barrios populares a las clases medias altas. En su último informe, el Observatorio Francés de Drogas y Tendencias Adictivas (OFDT) subraya que la creciente disponibilidad, la caída de los precios y las nuevas formas de distribución (entrega a domicilio, venta a través de redes sociales) han ampliado considerablemente el acceso a las sustancias.
El informe 2025 de la ONUDD confirma y refuerza esta tendencia, mencionando una “difusión horizontal y vertical” del consumo: horizontal entre medios sociales, vertical hacia públicos más jóvenes. Insiste en el aumento del consumo en entornos profesionales bajo presión (logística, finanzas, salud), así como entre estudiantes y adolescentes, con una precocidad creciente en varias regiones del mundo, especialmente en Europa. El consumo ya no se limita a la búsqueda de placer, sino que se vuelve funcional: mejorar el rendimiento, regular el sueño o el estado de ánimo, aumentar la concentración.
Cocaína, anfetaminas, metanfetaminas, incluso microdosis de LSD: algunos productos se utilizan hoy como estimulantes o para “aguantar”. Se observa así el auge de las llamadas drogas funcionales, con consecuencias sanitarias aún poco evaluadas.
Con la masificación de un mercado de la droga que genera decenas de miles de millones de euros cada año, las organizaciones criminales han alcanzado un tamaño crítico que las ha convertido en actores geopolíticos de pleno derecho. Una presencia visible en Colombia o en México, donde han infiltrado desde hace décadas los niveles más altos del poder, con numerosos gobernadores vinculados a los carteles, así como en ciertos países de Centroamérica.
El informe 2025 de la ONUDD va más lejos y describe a estas organizaciones como “entidades no estatales dotadas de influencia territorial, económica y política”. Cita a Ecuador como ejemplo destacado: en pocos años, el país se ha convertido en un hub principal para el tráfico de cocaína, al precio de una explosión de violencia, ataques en prisiones e incluso el asesinato de un candidato presidencial.
Hoy en día, algunas organizaciones criminales sudamericanas no dudan en trasladar su producción directamente a Europa. La UE se convierte en una “zona de implantación operacional” para algunas de estas estructuras, particularmente para actividades logísticas, de fabricación y de blanqueo, subraya el último informe de la ONUDD. Varios laboratorios clandestinos de transformación de pasta de coca o de producción de drogas sintéticas han sido descubiertos en Países Bajos o Polonia, a veces gestionados por químicos enviados desde América Latina. En mayo pasado, se halló en el sur de Francia un laboratorio de metanfetaminas vinculado al poderoso cartel mexicano de Sinaloa.
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