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El mandatario celebró el miércoles la cancelación del programa nocturno de Jimmy Kimmel por parte de ABC, después de que el humorista hiciera alusión al asesinato del activista conservador Charlie Kirk, quien denunciaba al movimiento MAGA del presidente. Desde su toma de posesión en enero, Donald Trump ha lanzado una ofensiva sin precedentes contra los medios, adoptando tácticas propias de regímenes autoritarios que él mismo ha elogiado.
Trump comentó: “Enhorabuena a ABC por demostrar por fin el valor necesario para actuar”, en su red social Truth Social. Fue la última de una serie de agresiones contra medios y personalidades que él califica de excesivamente críticos. El expresidente ha interpuesto demandas contra coberturas que le disgustan, ha amenazado con revocar licencias televisivas y ha intentado someter a organizaciones de noticias y plataformas digitales a su voluntad.
Estas maniobras recuerdan a las empleadas por líderes de otros países que han mermado la libertad de expresión y la independencia informativa mientras consolidan su poder, como el primer ministro húngaro Viktor Orbán, cercano aliado de Trump y venerado por gran parte del conservadurismo estadounidense. “Lo que observamos es un intento sin par de silenciar el discurso que el gobierno desaprueba”, señaló Brendan Nyhan, politólogo del Dartmouth College. “Donald Trump está tratando de dictar lo que los estadounidenses pueden decir”.
El estilo de Trump se ha comparado con el de Orbán, quien lleva al frente de Hungría desde 2010 y ha convertido la antagonismo hacia la prensa en una pieza central de su discurso, adoptando la fórmula trumpista de “fake news” para describir a los medios críticos. No concede entrevistas a periodistas independientes desde hace años. Según Reporteros Sin Fronteras, Orbán ha erigido “un verdadero imperio mediático bajo las órdenes de su partido”, mediante la compra de periódicos y emisoras por parte de sus aliados, lo que le ha permitido al partido Fidesz controlar alrededor del 80 % del mercado informativo húngaro. En 2018, sus seguidores donaron cerca de 500 medios a un conglomerado estatal que abarcó prácticamente todos los diarios locales.
Los partidos de oposición se quejan de que apenas disponen de cinco minutos de tiempo en la televisión pública durante las elecciones, el mínimo legal, mientras que los canales estatales amplifican los puntos de vista del gobierno y difaman a los opositores de Orbán. La autoridad de medios, compuesta íntegramente por designados del partido, ha amenazado con no renovar licencias de transmisión y obligó a la emisora liberal Klubrádió a cesar sus emisiones. El analista húngaro Gábor Polyák afirmó: “Se compraron medios y se sustituyó al personal editorial de forma masiva”.
Estas acciones, junto con la captura sistemática de instituciones democráticas, llevaron al Parlamento Europeo en 2022 a concluir que Hungría ya no puede considerarse una democracia. Polyák reconoce que el entorno mediático estadounidense, aunque mucho más amplio y diverso, le sorprende por la disposición de grandes corporaciones a ceder ante las presiones de Trump. “Hay una autocensura extraña en EE. UU. ; incluso con perspectiva europea, resulta alarmante la falta de valentía individual. Desde Zuckerberg hasta ABC, todos se rinden rápidamente”, comentó.
La suspensión de Kimmel sigue una tendencia que Trump ha venido marcando. El comediante nocturno se convirtió en el segundo programa satírico del género que perdió su emisión este año. CBS canceló el show de Stephen Colbert pocos días después de que criticara un acuerdo de la cadena tras la demanda de Trump sobre la edición de una entrevista de “60 Minutes” con la exvicepresidenta Kamala Harris. CBS argumentó que la decisión de julio respondía a razones financieras, pero Trump la aplaudió, anticipando los acontecimientos: “Me fascina que despidieran a Colbert. Su talento era menor que su audiencia”, escribió en su red social en ese momento. “Escuché que Jimmy Kimmel será el próximo”.
La medida contra Kimmel se dio después de que el presidente de la FCC, Brendan Carr, advirtiera al comediante en un pódcast conservador: “Podemos hacerlo fácil o difícilmente”. Carr también inició una investigación sobre CBS y abrió procedimientos contra redes de radiodifusión pública tras la presión de Trump al Congreso para retirar sus fondos.
Esta suspensión pone de relieve el esfuerzo más amplio del presidente por presionar a periodistas, conglomerados mediáticos y ahora a humoristas y comentaristas para que se alineen con su visión. Trump también ha señalado a los gigantes de las redes sociales, asegurando que Meta abandonó su programa de verificación de datos en parte por sus amenazas, que incluían la posible encarcelación de su fundador Mark Zuckerberg.
Incluso los dueños más poderosos de medios han parecido ceder bajo la presión. Jeff Bezos, propietario del Washington Post, retiró un respaldo editorial a la candidata demócrata Kamala Harris antes de las elecciones de 2024 y, al igual que Meta, donó un millón de dólares a la ceremonia de inauguración de Trump. ABC News, bajo la propiedad de Disney, pactó un acuerdo de 15 millones de dólares para resolver una demanda de Trump.
La represión mediática se observa también en otras naciones. En Serbia, el presidente populista Aleksandar Vučić ha sido acusado de limitar la libertad de prensa desde que asumió el poder hace más de una década, combinando presión política, campañas de descrédito y coerción financiera para controlar los principales medios y la emisora pública RTS. La seguridad de los periodistas se ha deteriorado tras protestas estudiantiles de hace diez meses contra el gobierno de Vučić. El grupo Media Freedom Rapid Response alertó que los reporteros serbios enfrentan violencia física, censura, difamación, demandas abusivas y amenazas de muerte diarias.
En Rusia, el presidente Vladimir Putin consolidó el control sobre la televisión nacional al inicio de su mandato y luego amplió las restricciones a la sociedad civil, al periodismo independiente y a las plataformas en línea, imponiendo leyes que limitan la libertad de expresión. La etiqueta de “agente extranjero” se ha aplicado a los pocos medios independientes que quedan y a decenas de periodistas, mientras el gobierno endurece constantemente los controles sobre internet. La represión se intensificó tras la invasión de Ucrania en 2022, cuando nuevas normas criminalizaron las críticas a la guerra y obligaron a muchos periodistas al exilio.
En India, el ascenso del primer ministro Narendra Modi ha coincidido con una mayor presión sobre humoristas y satíricos. La policía ha detenido a artistas por chistes considerados ofensivos a la religión hindú o críticos con el partido de Modi. Comediantes como Kunal Kamra y Vir Das han enfrentado demandas, cancelaciones de presentaciones y hostigamiento por parte de grupos nacionalistas por sus críticas al gobierno.
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