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Durante los gobiernos demócratas de Barack Obama y Joe Biden, los conservadores denunciaron lo que llamaron la “cultura de la cancelación”: la percepción de que el discurso político generaba consecuencias sociales, económicas e incluso judiciales, y que los progresistas monopolizaban el espacio público.
Desde la muerte de Charlie Kirk, el expresidente Donald Trump y sus seguidores lo han exaltado como un baluarte de la libertad de expresión que, a su juicio, puso la Primera Enmienda en el centro del movimiento “Make America Great Again”.
Al elogiar a Kirk el domingo en Arizona, Trump proclamó que “la razón y el debate abierto son la base de toda nuestra sociedad” y la “herencia de cada estadounidense libre”. Su hijo, Donald Trump Jr., añadió a la audiencia: “Cuando no están de acuerdo con nosotros, no los acallamos”.
Sin embargo, en medio del luto, el mandatario, miembros de su equipo y una amplia hueste de simpatizantes conservadores han parecido aplicar un doble rasero: critican a quienes se han pronunciado contra Kirk y celebran cuando empleados son sancionados o despedidos por sus opiniones. Trump aplaudió la suspensión de Jimmy Kimmel tras la decisión de su cadena de retirarlo del aire indefinidamente, decisión que ABC revirtió el lunes al anunciar la vuelta del programa nocturno. El presidente también ha insinuado retirar licencias de transmisión a emisoras que, según él, lo tratan con demasiada hostilidad.
Los aliados de Trump defienden esa postura, asegurando que están sustituyendo la “cultura de la cancelación” por la “cultura de las consecuencias”. Otros, sin embargo, temen una mayor represión del discurso bajo el pretexto de prevenir la violencia y combatir el “discurso de odio”, un concepto vago que, según sus críticos, podría emplearse para atacar toda forma de oposición política.
Aunque los conservadores no siempre han sido absolutistas en materia de libertad de expresión —por ejemplo, en campañas contra quienes no condenaron los atentados del 11 de septiembre— las últimas incoherencias resultan llamativas. Evidencian cuánto Trump ha redefinido la identidad del Partido Republicano mientras intenta acallar a sus críticos, a pesar de haber prometido en su discurso inaugural que “el inmenso poder del Estado nunca será usado como arma contra oponentes políticos”.
Estas contradicciones han sorprendido incluso a algunos leales tradicionales de Trump, que advierten sobre la erosión de las garantías de la Primera Enmienda. El presentador de podcasts y ex‑reportero de Fox News, Tucker Carlson, advirtió que no espera que la política agresiva de la administración “importe leyes de discurso de odio a este país”.
“Y créanme, si eso ocurre, nunca habrá un momento más justificado para la desobediencia civil que ese. Nunca. Y nunca lo habrá”, afirmó.
Los conservadores repetían que eran víctimas de la “cultura de la cancelación”.
Kirk se convirtió en una figura destacada del ala conservadora al criticar a las universidades estadounidenses por crear “zonas de la Primera Enmienda”, establecer “espacios seguros” en los campus y señalar a las “microagresiones” y otros discursos que podrían resultar ofensivos.
“Fue Charlie quien puso la censura en línea, la libertad de expresión y la cultura de la cancelación en el centro de nuestro debate político”, sostuvo Trump.
En 2012, cuando la organización Turning Point USA de Kirk estaba en sus inicios, Jack Phillips, dueño de una panadería en Colorado, se negó a confeccionar un pastel para la boda de una pareja gay. La Comisión estatal falló a favor de la pareja tras una queja, y Phillips apeló hasta la Corte Suprema de EE. UU., recibiendo un fuerte apoyo de la derecha.
La Corte decidió a favor del panadero durante la primera Administración Trump, cuando ésta le advirtió: “El Gobierno no puede promulgar leyes basadas en contenido que obliguen a un artista a expresarse: un pintor no puede ser forzado a pintar, un músico a tocar, un poeta a escribir”.
Los republicanos pusieron en jaque las restricciones al discurso bajo Biden.
Los partidarios de Trump también acusaron a los demócratas de castigar a los estadounidenses por sus palabras, elogiando a los libertarios civiles que desafiaron a la administración Biden por presunta presión federal indebida sobre plataformas de redes sociales para controlar la información sobre la pandemia de COVID‑19. La Corte Suprema desestimó las alegaciones de violación de la Primera Enmienda y determinó que los demandantes carecían de legitimidad.
Tras el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, en un intento de impedir que Biden asumiera la Presidencia, los gigantes tecnológicos actuaron rápidamente. Twitter (ahora X) impuso a Trump una prohibición permanente; Reddit y Twitch bloquearon grupos afines al expresidente; Google retiró su apoyo a Parler, la red social conservadora.
Muchos conservadores se sintieron agredidos, calificando esas acciones como un atentado contra sus derechos de la Primera Enmienda.
“Si la idea de la libertad de expresión te encoleriza, la piedra angular del autogobierno democrático, lamento decirte que eres un fascista”, twitteó Stephen Miller, entonces jefe de personal de la Casa Blanca, el 15 de abril de 2022.
Brendan Carr, ahora presidente de la FCC, señaló en redes en 2023 que “la censura es el sueño del autoritario”.
El “discurso de odio” se ha transformado en una bandera de los republicanos.
Ahora Trump y su círculo íntimo atacan lo que describen como “discurso de odio”, no solo referente a declaraciones sobre Kirk, sino también contra universidades acusadas de fomentar el antisemitismo por protestas pro‑palestinas.
Desde la muerte de Kirk, el presidente también ha indicado que las cadenas que critiquen su persona deberían perder sus licencias de la FCC.
Carr censuró específicamente a Kimmel por sus comentarios en ABC, sugiriendo que la cadena debía asume responsabilidad y lanzando una amenaza que sonó como una advertencia oscura del jefe de la FCC: “Podemos hacerlo fácil o difícil”.
El propio Carr trató de aclarar sus palabras el lunes, durante la Cumbre Anual de Concordia en Nueva York, alegando que no amenazó con revocar licencias de estaciones locales de ABC si la empresa no actuaba contra Kimmel; culpó más bien a los índices de audiencia del presentador nocturno.
En el “Charlie Kirk Show”, después de su fallecimiento, Miller dijo al vicepresidente JD Vance que la administración tomaría medidas contra activistas de izquierda culpados de violencia política, en parte al referirse a los conservadores como nazis o fascistas.
“Lo haremos en nombre de Charlie”, anotó Miller.
La fiscal general Pam Bondi, en una entrevista de podcast, sostuvo que “existe la libertad de expresión y después está el discurso de odio”, y que este último “debería ser cerrado”. Más tarde aclaró que hablaba de amenazas de violencia.
¿Aprobaría Kirk la represión del discurso por parte de los republicanos?
Estas declaraciones han circulado en línea por millones, generando rechazo de la izquierda pero also likes y compartidos entre la base de Trump.
Algunos conservadores, sin embargo, han encendido alarmas.
El senador republicano Ted Cruz, en su último episodio de podcast, calificó las amenazas de Carr a ABC de “peligrosas como el infierno”, advirtiendo que sentarían un precedente para cuando los demócratas vuelvan al poder. “Nos silenciarán”, afirmó Cruz.
La organización fundada por Kirk, Turning Point USA, no ha respondido directamente al cambio de tono de Trump; sin embargo, su viuda y nueva directora ejecutiva, Erika Kirk, describió a la Primera Enmienda como “la enmienda más humana” y aseguró que “ningún asesino nos detendrá para defender esos derechos”.
En una publicación en X el lunes, el vocero de Turning Point, Andrew Kolvet, acusó a ABC y a su propietaria, Walt Disney Co., de “ceder” al permitir el regreso de Kimmel al aire. Indicó que Nexstar y Sinclair, dueños de afiliados locales que habían amenazado con retirar el programa tras sus comentarios, “no están obligados a tomar la misma decisión”.
La semana anterior, Kolvet había presentado a un amigo cercano como alguien que abrazaba la crítica pública, aun cuando fuera parodiado en “South Park” de Comedy Central, episodio que la cadena retiró tras el asesinato.
Kirk había hablado entonces del personaje “Eric Cartman”, quien lo imitaba como “un maestro del debate”.
“Esto muestra el impacto cultural y la resonancia que nuestro movimiento ha conseguido alcanzar”, declaró. “Nosotros, como conservadores, debemos saber aceptar una broma”.
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