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El llamado E1, proyecto de colonia concebido por Israel hace tres décadas y postergado por la presión internacional, recibió la aprobación del gobierno israelí hace apenas un mes. Su ejecución se dividirá en dos partes sobre la Cisjordania ocupada y, según asegura Benjamin Netanyahu, borrará la posibilidad de un Estado palestino.
Aviv Tatarsky, veterano activista israelí, observa desde una colina los diez kilómetros cuadrados que Israel ha designado como E1. Se trata de un plan de asentamiento considerado ilegal y controvertido, que se remonta a la década de los noventa.
“Esta carretera coincide con la línea de anexión… Jerusalén llega hasta la vía y más allá está la Cisjordania”, explica Tatarsky, quien forma parte de la ONG israelí Ir Amim.
Puede consultarse: Estados Unidos sanciona a dos exfuncionarios haitianos: aquí la razón.
Ningún gobierno israelí se había atrevido a aprobarlo antes, pues para Europa representaba una línea roja… hasta ahora.
“Lo esencial del E1 es su localización: una gran colonia en el corazón de la Cisjordania que parte el territorio en dos… Y el gran riesgo ahora es que Israel, confiado en que controla la Cisjordania, se sienta en condiciones de avanzar con expulsiones masivas y una limpieza étnica”, advierte Tatarsky.
La construcción de E1 separará la Cisjordania ocupada de Jerusalén Este —vista como futura capital palestina— y la aislará de ciudades clave del norte, como Ramala, y del sur, como Belén.
Pero, sobre todo, como proclamó el primer ministro Benjamin Netanyahu, asegurará que solo exista un país entre el mar Mediterráneo y el río Jordán: Israel. “Dijimos que no habrá un Estado palestino y, por lo tanto, no habrá un Estado palestino”.
Levantar este asentamiento conllevará el desalojo de los cientos de beduinos que habitan la zona desde hace décadas, viviendo en chozas dispersas sobre lomas desérticas, sin agua corriente y expuestos a los ataques de colonos israelíes que los rodean.
Los residentes temen, reconoce Yousef Jahien, beduino de Khan al‑Ahmar, mientras alimenta a sus cabras y cuenta que los colonos, a escasos metros de su granja, le han sustraído tres animales.
“No sabemos qué será de nosotros. Nos separan de la Autoridad Palestina y de la sociedad palestina. Es una separación total. Esto, por supuesto, nos afecta. El gobierno israelí solo quiere judíos en esta zona”.
Realidades como la de Yousef, junto con la presencia de 700 000 colonos en Jerusalén Este y la Cisjordania, plantean la incógnita de si aún es viable el Estado palestino que hoy reconocen varios países, o si décadas de ocupación lo han enterrado.
“Por supuesto que es factible, siempre que la empresa colonial israelí sea desmantelada. Y para lograrlo no basta con declaraciones de buenas intenciones: hacen falta acciones, hay que aplicar sanciones”, afirma Xavier Abu Eid, analista político palestino.
Xavier Abu Eid trabajó en el departamento de la Organización para la Liberación de Palestina que negociaba la creación de ese Estado, cuando Israel todavía aceptaba dialogar. Hoy insta a la comunidad internacional a adoptar una postura más ambiciosa para impulsar la autodeterminación palestina antes de que sea demasiado tarde.
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