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¡El barril de las Danaides!

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Este sufrimiento representa el castigo de una tarea sin fin, que jamás logra su objetivo.

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El barril de las Danaides es una expresión que alude a una gestión ineficaz. Según la mitología helénica, cincuenta Danaides, descendientes del rey Dánao, fueron condenadas al averno a llenar un jarro sin fondo, como castigo por haber matado a sus maridos en la noche nupcial. Este sufrimiento representa el castigo de una tarea sin fin, que jamás logra su objetivo.

Con la caída del Muro de Berlín, volvimos de nuestro viaje alrededor del planeta para reintegrarnos al entorno académico de la PUCMM, de donde habíamos salido tras obtener nuestras titulaciones. Monseñor Agripino Núñez tomó el compromiso pactado con mi padre de “asistir a los jóvenes, pues al fin retornan de sus narrativas socialistas”.

Puede consultarse: ¡Seducción del poder público!

Así sucedió. Nos encargaron facilitar la construcción de la base comunitaria donde más adelante germinaría un proyecto que presentamos como universidad a la Fundación Kellogg. Las asambleas vecinales de 45 zonas fueron incorporadas. Paso a paso, barrio a barrio, recorrimos a pie sin teléfonos móviles ni tabletas geolocalizadas, a través de comunidades con nombres de gran atractivo popular.

Amansa Tígueres, Cañada del Diablo, Vietnam, Pekín, Corea y Barrio Obrero eran nombres que coexistían con los tradicionales como Cristo Rey, Los Jazmines y Arroyo Hondo, entre otras localidades.

Docentes y camaradas creían que, como penance, la Iglesia y la dirección de la PUCMM nos habían confiado el barril de las Danaides, para que nos perduriéramos mucho tiempo, llenándolo sin fin. Sin embargo, para asombro de varios, el proyecto fue expuesto y aceptado en Battle Creek, Michigan y en São Paulo.

Pocos estaban al tanto de que, en los cursos de la ONU en Centroamérica, se imponía la metodología de negociación de Harvard. El enfoque win‑win, la integración social y la proximidad tanto con aliados como, aún más, con los rivales, estaba en boga. Utilicé múltiples destrezas para que la universidad, la comunidad y las entidades gubernamentales colaboraran eficazmente en la densamente poblada zona sur. El proyecto se transformó en un triunfo absoluto, galardonado por el BID. Atrajo a presidentes, ministros, obispos, políticos y cámaras empresariales, quienes quedaban asombrados al observar a los líderes populares presentar los beneficios y acciones del proyecto que habíamos desarrollado conjuntamente.

En la actualidad, varios sectores productivos del país deberían focalizarse en iniciativas de desarrollo local que incorporen el nuevo liderazgo comunitario de esta tercera y cuarta década del siglo XXI. Que les resulten atractivas las propuestas que generen el emergente capital social, el cual se forjará sobre la modernidad de una tecnología cada vez más deshumanizada por la que hoy transitan todas las comunidades, ciudades y naciones.

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