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El siniestro tuvo lugar el 12 de abril de 2025, mientras Cristian estaba con sus compañeros adquiriendo hamburguesas en la parada de Nagua, cerca del kilómetro 9, en las Américas, Santo Domingo Este.
Cristian Andrés Durán García, de 14 años, se mostraba como un chico dinámico y amante de los camiones de grúa; sin embargo, un día, al reunirse con varios amigos cerca de su hogar, sufrió un accidente que le dejó sin movilidad corporal y con una zona cerebral inactiva.
El suceso se dio el 12 de abril de 2025, mientras Cristian y sus amigos se encontraban en la parada de Nagua adquiriendo hamburguesas, a la altura del kilómetro 9, en Las Américas, Santo Domingo Este.
Diomeris Altagracia García, madre del menor y quien convive con Cristian y su hermano menor, narró que ese día el joven se hallaba en la vereda con sus compañeros, quienes estaban reparando una motocicleta que transportaban debido a una fuga de aceite, cuando fue embestido por el conductor de un autobús.
El individuo dio la fuga; de no haber sido por los conductores de la parada de Nagua, quienes lo retuvieron en Caribe Tours, hoy desconoceríamos su identidad, comentó la madre, añadiendo que se encuentra en curso una investigación para capturar al responsable del atropello.
García informó que su hijo quedó con graves secuelas neurológicas: apenas funciona la mitad del cerebro, es incapaz de caminar, hablar y respirar por sí mismo, necesitando una traqueotomía para la inhalación y una gastrostomía para la alimentación líquida mediante una jeringa.
Tras el accidente, Cristian permanece reclinado en una cama a causa de su imposibilidad para desplazarse, muestra un aspecto demacrado y una mirada penetrante, sin poder verbalizar su condición de salud.
“El padre no tiene un empleo estable (es chirpero); yo no puedo laborar porque debo atenderlo continuamente y no contamos con los recursos, pues todo se nos ha salido de control. No es sencillo”, dijo mientras observaba al joven recostado.
Con el fin de que Cristian recupere la capacidad de caminar y la movilidad de sus brazos, los médicos le prescribieron terapia física dos veces a la semana en el Hospital Pediátrico Dr. Robert Reid Cabral; sin embargo, García explicó que desde hace tiempo le resulta imposible acudir por falta de recursos para costear los medicamentos y el traslado al centro de salud.
“Las sesiones de terapia son los lunes y viernes, lo que implica gasto en combustible, algo que no poseemos, porque al intentar llevarlo al hospital los medicamentos se agotan; así, todo se vuelve un obstáculo simultáneo”, relató la madre entre sollozos al ver a su hijo postrado.
Para que Cristian sane de los traumas físicos posteriores al accidente, ha requerido diversos fármacos que le alivian el dolor y controlan los episodios epilépticos que sufre.
Según la madre, él ingiere Levetiracetam, que previene crisis epilépticas y convulsiones, y Citicolina, un agente oxigenante cerebral, cuyo precio asciende a RD$4,100.
Adicionalmente, consume Ion‑K, gluconato de potasio para suplementar este mineral, Carniamino para fomentar la masa muscular, vitamina D y, tras una úlcera originada tras una hospitalización de un mes y diez días en cuidados intensivos, emplea Platsul‑A, una crema de uso tópico.
“Resulta complicado adquirir los elementos necesarios con nuestra economía, considerando que tenemos dos hijos más; ahora pagamos esta vivienda porque la casa donde vivían con el padre no es habitable para el niño, y tuvimos que alquilar este lugar por RD$2,000 mensuales. A veces no sé qué hacer, siento que me estoy volviendo loca, pero me aferro a Dios, sé que me ayudará a superar esta situación”, expresó la madre consternada.
García describe a su hijo Cristian como un chico sereno, aplicado y apasionado por las grúas; desde muy pequeño aprendió su funcionamiento y, en ocasiones, asistía a su padre Cristian Durán Vásquez, quien se dedicaba a operar estos vehículos de gran tonelaje.
“Sabía soldar, trabajar y se sumergía en conversaciones sobre grúas, explicando cómo desmontar una pieza como si fuera un adulto, pues esa era su pasión”, añadió con melancolía.
Para la madre, resulta desgarrador “tener a un niño lleno de energía y verlo en esas circunstancias”, pues en ocasiones él ejecuta movimientos bruscos en la cama y ella queda desesperada al no comprender lo que ocurre.
La tristeza agobia a una madre que transcurre noches sin descanso, vigilia nocturna y sobresaltos a causa de la incapacidad de Cristian para hablar; él no se comunica con ella y eso constituye una de las mayores angustias de García, no saber qué siente su hijo.
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