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Extranjeros que plantaron su corazón en el merengue y llegaron a asentarse en la nación

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Yo me dominicanizo cuando suena la tambora y me lanzo al compromiso de tocar a cualquier hora.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

“Yo me dominicanizo cuando suena la tambora y me lanzo al compromiso de tocar a cualquier hora. De tocar y de bailar merengue sin parar…”. Esa es la estrofa que se oye en un merengue interpretado por el fallecido arubeño Robert Jeandor, donde el coro repite: “Dominicaní, dominicanizado, oh”.

Como él, otros artistas extranjeros (Silvio Mora, Félix Cumbé, Tueska, Michelle Flores, Jorge Gómez y Leo Díaz) se “aplatanaron” y plantaron su corazón en el ritmo dominicano, dejándose cautivar por el sonido de la güira y la tambora, y echando raíces en orquestas merengueras de la República Dominicana, donde algunos llegaron a vivir por un tiempo, y otros, de forma definitiva.

Félix Cumbé (ya fallecido) se suma a la lista y se convierte en el primer haitiano merenguero; junto a Jeandor, originario de Aruba, dejaron su huella en el merengue dominicano durante las décadas de los ‘80 y ‘90.

En esas décadas, el maestro Wilfrido Vargas abrió la puerta al hondureño Jorge Gómez, quien impresionó al director con su voz de contratenor. Wilfrido también dio acceso al cantante venezolano Leo Díaz, al panameño Gene Chambers y al puertorriqueño Willie Berrios.

Critz Sterlin era su verdadero nombre; como muchos de su país, de niño cruzó a pie el Río Masacre, que separa Haití y República Dominicana, compartiendo la Isla Española. En la isla trabajó en varios oficios, entre ellos la construcción. El artista, que falleció en febrero pasado, incursionó en la música y resultó una verdadera novedad, con éxitos como “Félix Cumbé”, merengue grabado con Fernando Villalona, y “El gatico” junto a Aníbal Bravo.

En el merengue compuso temas como “Déjame volver”, éxito interpretado por Fernando Villalona; también escribió “El Muñequito”, “La Melliza”, entre otros, que grabó para la orquesta de Aníbal Bravo.

En 2022 obtuvo la nacionalidad dominicana y, en 2024, volvió a sonar con la bachata “Fui fua”, grabada en 1998 por Félix Cumbé, pero que alcanzó gran popularidad ese año gracias a la difusión en redes sociales.

La semana pasada se dio a conocer la triste noticia de su fallecimiento: Robert Jeandor, el arubeño más dominicano y una figura clave del merengue del siglo XX, murió en su natal Aruba a causa de un cáncer de próstata.

Tras el anuncio, los medios recordaron sus años en República Dominicana, cuando llegó al país invitado por Johnny Ventura. Como músico y corista, realizó importantes arreglos y grabó coros en decenas de merengues de artistas como Juan Luis Guerra, Joseíto Mateo, Félix del Rosario, Wilfrido Vargas, Los Hijos del Rey, Sergio Vargas, Alex Bueno, Sonia Silvestre, Maridalia Hernández, Víctor Víctor, Coco Band, Rubby Pérez, Bonny Cepeda, The New York Band, Iris & Franklin, Luis “Terror” Díaz y muchos más.

Jeandor fue pieza fundamental en orquestas dominicanas como Los Hijos del Rey y el Combo Show de Johnny Ventura. Entre sus canciones más recordadas están “Yo me dominicanizo”, “Ella no hace”, “Oye Puchula” y “Rebeca”.

Su voz de contratenor impactó no solo a Wilfrido Vargas cuando lo escuchó por primera vez en Honduras. Jorge cantaba una canción de Sheena Easton y Kenny Rogers; Wilfrido creyó oír a una mujer y, al percatarse de que era un joven, lo contrató al instante.

Al llegar al país, Jorge Gómez grabó el merengue “Hombre divertido”, que se convirtió en un éxito tan pronto llegó a la radio. Luego lanzó otro gran tema, “El Jardinero”, en el que comparte la parte de rap con Eddy Herrera. Jorge formó parte de la orquesta de Wilfrido Vargas desde 1983 hasta finales de 1991.

“Sálvame” fue la canción que llevó a Leo Díaz a la cima; la grabó en la producción “La Música” (1987) dentro de la orquesta de Wilfrido Vargas. En ese momento, el joven venezolano aportó un nuevo sabor al conjunto.

Leo permaneció pocos años en la orquesta y en 1989 lanzó su álbum debut “Wilfrido Vargas presenta a Leo Díaz: La Nueva Sensación del Merengue”. Continuó su carrera musical hasta la década de los ‘90.

Michelle Flores nació en Guatemala, en una familia de artistas, y desde muy pequeña estuvo involucrada en el canto, la actuación y la televisión de su país, llegando a tener su propio espacio televisivo a los 12 años. En la adolescencia se inclinó por el rock y formó parte de la agrupación Cristal & Zafiro. A los 18 años, Wilfrido Vargas la contrató para la nueva etapa de Las Chicas del Can (Las Monumentales), donde integró el frente de la orquesta junto a Florangel y Gisselle.

En Las Chicas del Can, Michelle grabó “Voy pa‘allá”, “Celoso”, “La Santa Cachona” y “La Pasola”, entre otros merengues. Tras la disolución del grupo, Michelle siguió su carrera y mantuvo el merengue como parte esencial de sus presentaciones.

Tueska llegó al país desde Colombia, protegida por Evelio Herrera, quien se propuso, en este nuevo siglo, revitalizar Las Chicas del Can con nuevas integrantes.

Tueska permaneció en Las Chicas del Can dos años (2007‑2009), cerrando ese capítulo y continuando su camino como solista de merengue.

Tueska lleva más de la mitad de su vida residiendo en República Dominicana y confiesa que, aunque su cédula no indique nacionalidad dominicana, el resto de su corazón lo confirma.

“Yo amo este país y siento un fuerte sentido de pertenencia, orgullo por sus logros, dolor por lo que no marcha bien, y ahora tengo una hija a la que decidimos que naciera en República Dominicana y no en Estados Unidos o Colombia, porque era importante para mí que amara esta tierra tanto como yo, y mucho más importante que la viera nacer”, asegura Tueska.

Nacer en Suiza, uno de los países más ricos del mundo, y arraigarse en República Dominicana, una nación con retos de desarrollo, podría parecer inconcebible, pero es la historia del merenguero Silvio Mora, quien es más dominicano que muchos.

En 1988, con apenas nueve años, el padre de Silvio Mora, quien había trabajado en la diplomacia en su país, llegó a esta media isla con su familia para retirarse. En 1991 falleció su progenitor, y su madre y Silvio decidieron “echar raíces aquí”.

“Mi madre abrió un negocio de belleza, fue pionera en la venta de extensiones de cabello; cuando mi padre murió, ella me preguntó si regresábamos a Suiza, pero yo ya amaba el merengue y decidimos quedarnos”, recuerda.

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