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Más de veinte localidades de la provincia de Monte Plata se encuentran afectadas por el derrumbe del puente Don Juan, el cual colapsó este jueves, provocando, además del daño material, la muerte de un camionero llamado Pablo Díaz, conocido como Pablito.
Más de veinte localidades de la provincia de Monte Plata se encuentran afectadas por el derrumbe del puente Don Juan, el cual colapsó este jueves, provocando, además del daño material, la muerte de un camionero llamado Pablo Díaz, conocido como Pablito.
Estas localidades se sitúan en los cantones de Yamasá y Monte Plata, los cuales presentan una incomunicación parcial.
Asimismo, el derrumbe del puente, según comentaron algunos habitantes, obstaculiza a los comerciantes y pequeños empresarios locales para conservar sus márgenes de beneficio al vender sus mercancías.
Esta coyuntura todavía no tiene solución por parte de las autoridades, por lo que peatones y conductores tendrán que buscar rutas alternativas y más largas para desplazarse.
Así lo manifestó este viernes el alcalde del distrito municipal Don Juan, Leoncito José, al dar a conocer las pláticas mantenidas con los delegados del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) en la zona.
El dirigente del cabildo deploró el fallecimiento del conductor del camión, originario de San Cristóbal, quien llevaba materiales de construcción por esa vía.
Sin embargo, dio gracias a Dios porque ni estudiantes ni niños se encontraban allí cuando se produjo la tragedia.
“Agradecemos a Dios, ya que hace unas horas cruzaban estudiantes que usan el puente para ir a la escuela”, afirmó José al conversar con este medio mientras realizaba labores de supervisión en la zona.
Por ahora, los residentes solo disponen de dos alternativas: vadear el río nadando o agregar cerca de 40 minutos de viaje mediante rutas que atraviesan pueblos vecinos para alcanzar la otra orilla del puente.
Muchos habitantes de la zona carecen de automóvil, lo que complica enormemente el desplazamiento.
Reporteros de este medio presenciaron cómo una madre se vio obligada a cruzar la veloz corriente del río con su bebé en brazos para regresar a su vivienda.
Adultos y menores se congregaban en las riberas del río para descargar los motores y los enseres familiares hasta el suelo.
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