Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
El vertiginoso avance de la inteligencia artificial y su fácil acceso para la población general conducen a la humanidad hacia una turbulenta uniformidad cultural.
Esa consolidación y homogeneización del individuo tanto a nivel social como personal será factible, según las proyecciones, cuando la IA sobrepase y domine la inteligencia humana.
La noción más extendida, sobre todo por su presencia en el cine, señala que los autómatas alcanzarán tal nivel de inteligencia que empezarán a autoconstruirse versiones más sofisticadas, empleando conceptos y bases que sobrepasen la capacidad humana, la cual ya no podría volver a subyugarlos jamás.
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En épocas pasadas el planeta experimentó una pluralidad de rutas espirituales. La multiplicidad de deidades en las culturas primitivas, la visión budista y otras tradiciones orientales propusieron algo más acorde con el razonamiento racional: la transmigración del alma animal y humana a través de etapas evolutivas. Es decir, un camino dirigido, pero sin guía, vínculo ni ayuda constante para alcanzar el destino.
En contraste, Yahveh y Jesucristo plantean una senda expedita, de un solo trayecto. Basada en dos mandatos: amar y obedecer a Dios, y amar y cuidar al prójimo (y a uno mismo).
El mundo actual, invadido por la incredulidad y el consumismo inmediato, se ha perdido entre luchas de intereses, sensualismo, corrupción y conflictos ideacionales.
El marxismo tuvo la fuerza y la oportunidad de impulsar un cambio de la humanidad fundado en la unión de intereses mayoritarios contra los de las minorías. El consumismo y el individualismo capitalistas lo derrotaron, pero ahora el propio capitalismo promueve una propuesta de libertad, consumismo y ateísmo absolutos.
El globalismo conduce a la uniformización de ideas, a una homogeneización e igualación de todos los seres humanos. Y, lógicamente, a una aparente libertad individual. Así, se genera un supuesto consenso mayoritario, pues la estabilidad del conjunto social quedará tecnológicamente condicionada y dirigida.
En última instancia, esto desemboca en una homogeneización y singularización total del ser humano.
Esta forma de totalitarismo resulta parcialmente de algunas concepciones marxistas sobre una futura sociedad socialista.
En este proyecto, los principios del plan judeocristiano son necesariamente rechazados. Hoy, de manera inevitable, la contienda se intensifica entre estos frentes totalmente irreconciliables.
Los ateos serios, por lo general, poseen sus propios juicios, normas y aficiones para sustituir o convivir con los sistemas sociales o religiosos, sin que ello implique un conflicto obligatorio con éstos. Pero, al ser “teológicamente solitarios”, sin quien los guíe o rescate cuando pierden el rumbo, su retorno a la cordura resulta aleatorio y fortuito.
El creyente, en cambio, siempre cuenta con quien lo auxilie. Posee un marco de valores que le permite corregir errores.
Por el contrario, la locura, el delito y el suicidio, tanto individuales como colectivos, tienden a manifestarse cuando la energía mental y espiritual carecen de dirección.
Al igual que en épocas dictatoriales conocidas, la singularidad y la IA presentan una propuesta peligrosa, no una solución al problema humano.
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