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Degustar un vino trasciende el simple hecho de probarlo: representa una experiencia cultural, sensorial y social que exige elegancia, respeto y dominio de las normas de etiqueta.
La foto en Instagram con una copa en mano y una sonrisa confiada se ha convertido en una imagen habitual. No obstante, más allá del ángulo perfecto, muchos desconocen el protocolo que acompaña a una cata y los fallos más frecuentes que pueden arruinarla. Una cata es, esencialmente, un acto cultural y sensorial que requiere deferencia tanto al vino como a los demás participantes.
Durante décadas, los principios básicos de comportamiento en este entorno han permanecido sin cambios, sin importar la región vinícola o el tipo de vino que se degustue. Estas reglas buscan armonizar la vivencia y mostrar aprecio por una bebida que históricamente simboliza lujo, tradición y sofisticación.
Vestimenta. Aunque rara vez se exige un código estricto, la ocasión invita a vestir de forma sobria y casual‑elegante. Resulta aconsejable evitar prendas demasiado llamativas o informales (como camisetas con estampados o ropa deportiva) y preferir colores oscuros que oculten posibles manchas. Recuerde: incluso enólogos y sumilleres pueden sufrir pequeños accidentes.
Fragancias. Una regla de oro en cualquier cata: abstenerse de llevar perfumes, colonias o lociones con aromas intensos. El olfato es el sentido clave en la evaluación del vino y un olor ajeno puede estropear la experiencia de los presentes. La cortesía, en este caso, se traduce en discreción aromática.
Actitud. Llegar a tiempo, saludar con cordialidad y mantener una disposición abierta al aprendizaje forman parte del protocolo. La cata es un espacio de descubrimiento, no de competencia.
1. Observar antes de probar. El color, la claridad y la densidad del vino constituyen su carta de presentación. Sostenga la copa por el tallo para no calentar el contenido ni dejar marcas en el cáliz. Al inclinarla ligeramente sobre un fondo blanco podrá apreciar matices y bordes, indicios de la edad del vino.
2. Oler. Acérquese a la copa y haga una inhalación breve para capturar las notas más volátiles. Después, agite suavemente el vino para liberar sus aromas y vuelva a oler. Evite gestos exagerados: la elegancia reside en la discreción.
3. Degustar. Tome un sorbo pequeño, deje que el vino recorra la boca y perciba su evolución en el paladar. Analice acidez, taninos, cuerpo y retrogusto. Puede escupir en la escupidera si lo prefiere; en contextos profesionales, es práctica habitual.
4. Reflexionar y preguntar. La cata también es un diálogo. Comparta sus impresiones con respeto, formule preguntas al sommelier y evite comentarios despectivos: lo que a usted no agrada puede ser un tesoro para otro.
5. Mantener el ritmo. Beba despacio, siempre alineado con el avance del grupo. Evite terminar su copa con prisa o pedir más de lo servido. Recuerde que la cata no es una fiesta, sino una experiencia de apreciación sensorial.
Paladar limpio. Entre vinos, beba agua o acompañe con un bocado neutro (pan, galletas sin sal). Así evitará que un sabor opaque al siguiente.
Marcas en la copa. Procure beber siempre desde el mismo punto para no dejar rastros de labios alrededor del cristal.
El brindis. No es obligatorio chocar las copas, pero si lo hace, sea ligero, tallo con tallo o campana con campana, nunca borde con borde. Y, sobre todo, mire a los ojos de su interlocutor, gesto universal de confianza y respeto.
Moderación. No consuma de un trago, ni convierta la cata en excusa para beber en exceso. El objetivo es descubrir, no embriagarse.
Maridaje. Cuando la cata incluya bocados, seleccione porciones pequeñas y saboree la interacción entre el vino y el alimento. Un buen maridaje puede transformar una cata correcta en inolvidable.
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