Entretenimiento

¿Quiénes fueron José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles, esa pareja de venezolanos que el Vaticano, por primera vez, declaró santos?

8916125579.png
El Papa León XIV proclamó santos al doctor José Gregorio Hernández y a la madre Carmen Elena Rendiles en una misa multitudinaria realizada en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

El Papa León XIV proclamó santos al doctor José Gregorio Hernández y a la madre Carmen Elena Rendiles en una misa multitudinaria realizada en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Hernández y Rendiles son los primeros venezolanos en la historia en ser canonizados, y ambos recibieron este reconocimiento el mismo día.

“Este es un suceso único en la historia de la Iglesia”, aseguró María García de Fleury, historiadora venezolana especializada en la Iglesia, a BBC News Mundo.

Le sugerimos leer: El Papa canoniza a José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles, primeros santos venezolanos

“Anteriormente, en una misma ceremonia, fueron canonizados 150 mártires que habían sido ejecutados el mismo día. No obstante, que en una única jornada sean santificados dos personas nacidas en el mismo país, pero que provinieran de épocas, antecedentes y acciones diferentes, es algo excepcional”, añadió la experta.

José Gregorio —como lo llaman afectuosamente sus numerosos devotos— no solo destacó por sus contribuciones al desarrollo de la medicina moderna en Venezuela, sino también por su generosidad hacia los pacientes de escasos recursos y por su profunda fe.

El médico nació el 26 de octubre de 1864 en la pequeña población de Isnotú, en el estado Trujillo, ubicado en el centro-oeste del país. Debido a su excelente rendimiento académico, fue enviado a Caracas, donde se licenció en Medicina con notas sobresalientes en la Universidad Central de Venezuela.

Tras conseguir su título, Hernández regresó a su localidad natal para ejercer su profesión. En la Venezuela de finales del siglo XIX y comienzos del XX, los médicos rurales como él debían enfrentar enfermedades como la tuberculosis o el paludismo, muy extendidas entre la población.

Poco tiempo después, obtuvo una beca para completar su formación en París (Francia). Allí conoció avances científicos que luego llevó a su nación. Se le atribuye haber introducido el microscopio y haber establecido las bases de la bacteriología y otras áreas hasta entonces escasamente desarrolladas en Venezuela.

El doctor Hernández sobresalió como docente e investigador, pero lo que le dio fama fue su labor en la consulta, ya que atendía sin cobrar a los enfermos más pobres.

Además, era un católico muy devoto y en dos ocasiones intentó ordenarse sacerdote.

En 1908, fue admitido en el monasterio de la Cartuja de Farneta (Italia), pero a los pocos meses manifestó síntomas de una dolencia respiratoria y le aconsejaron volver a Caracas.

Un segundo intento en un seminario romano en 1913 concluyó de la misma manera.

Durante un encuentro con profesionales de la salud latinoamericanos, León XIV exhortó a los galenos a seguir el ejemplo de José Gregorio Hernández, quien, según dijo, “supo unir su alta competencia médica con su dedicación a los más necesitados, lo que le valió el sobrenombre de ‘médico de los pobres'”.

“El diálogo, la comunicación y el contacto físico deben estar siempre presentes en la relación terapéutica, más allá de los instrumentos y herramientas que se empleen”, añadió el pontífice.

El 29 de junio de 1919, el médico falleció tras ser atropellado en una calle principal de Caracas por uno de los pocos automóviles que circulaban por la ciudad en aquella época.

La tradición popular y los archivos eclesiásticos aseguran que antes ofreció su vida a Dios a cambio del fin de la Primera Guerra Mundial.

“José Gregorio, el día previo a su muerte, manifestó: ‘Entrego mi vida por la paz mundial'”, recordó el rector de la Pontificia Universidad Lateranense (Italia), Vincenzo Buonomo, a Vatican News.

El Tratado de Versalles, que formalizó el término del conflicto bélico iniciado en 1914, se firmó exactamente el 28 de junio de 1919, si bien los enfrentamientos habían cesado meses antes gracias a un armisticio.

Una vez muerto el médico, nació la leyenda.

“El día que falleció José Gregorio, el clamor de la gente era: ha muerto un santo”, afirmó García de Fleury, biógrafa de Hernández.

Desde hace décadas, en numerosos hogares venezolanos se encuentran figuras o estampas con la imagen del doctor vestido con un traje de chaqueta, bigote y sombrero negro.

Sin embargo, los venezolanos tuvieron que esperar más de 76 años para que el Vaticano canonizara al conocido como “médico de los pobres”. ¿Por qué la tardanza? Algunos atribuyeron este retraso a las formas de devoción popular hacia su persona.

“En una parte del pueblo existe una visión tergiversada de su figura, que se ha vinculado con prácticas de santería y ha sido explotada por algunos embaucadores, lo que hizo que el proceso se prolongara”, aseveró en 2020 el doctor Leopoldo Briceño-Iragorry, miembro de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela, en una entrevista con BBC Mundo.

No obstante, García de Fleury ofreció otras razones.

“A José Gregorio lo hicimos santo apenas murió, por lo que sus milagros se daban por hechos y la gente no los comunicaba cuando sucedían. Era considerado un santo de facto”, explicó.

Para sostener esta hipótesis, la experta mencionó que la madre de la niña Yaxuri Solórzano, cuya curación milagrosa atribuida a la intercesión del médico permitió su beatificación, se mostró sorprendida por la repercusión del caso.

“A mi pueblo jamás ha llegado un doctor. Y cuando enfermamos, lo que hacemos es rogarle a José Gregorio que nos sane, y él nos sana a todos. Y eso fue lo que ocurrió con mi hija”, comentó la biógrafa que la madre le habría dicho a un alto cargo de la Iglesia en Venezuela.

Solórzano recibió un disparo en la cabeza cuando fue asaltada junto a su padre en un pequeño poblado del estado Guárico, en el centro del país, en 2017.

A pesar de que los médicos pronosticaban secuelas permanentes si lograban salvarle la vida, la niña se recuperó de forma total y rápida, después de que su madre pidiera la intercesión de Hernández.

Hoy, la devoción por el galeno no se restringe a Venezuela, sino que se ha propagado por América Latina y otras regiones.

Pero mientras Hernández es una verdadera celebridad en Venezuela, la otra canonizada —la madre Carmen Elena Rendiles— era casi una desconocida hasta que fue declarada beata en 2018.

Esto, a pesar de que fundó una congregación religiosa y varios centros educativos, y además tiene parentesco con la familia Cisneros, una de las más ricas de América Latina y dueña de una de las principales cadenas de televisión del país.

“Yo no era devota de la madre Rendiles ni siquiera la conocía hasta el día que fui a la capilla donde yace enterrada”, admitió la doctora Trinitte Durán de Branger, cuya inexplicable sanación es uno de los dos milagros por los que la monja está hoy en los altares.

La religiosa nació en Caracas el 11 de agosto de 1903 sin el brazo izquierdo.

“Nacer sin un brazo era una calamidad en esa época, algunas familias incluso ocultaban al hijo al que le faltaba una extremidad”, afirmó García de Fleury.

A Rendiles, su padre le consiguió una prótesis de plástico y hierro, la cual, sin embargo, no le facilitó la vida, ya que aparte de ser pesada, solo cumplía una función estética.

“Pero ella superó las burlas de los niños y aprendió a valerse por sí misma. Nunca actuó como una persona con discapacidad. Así, además de coser o cocinar, también practicaba croquet y tenis, e incluso hacía carpintería con una sola mano”, agregó la experta.

Su condición física dificultó a Rendiles comenzar su vida religiosa, por la cual mostró interés desde muy joven.

“Las congregaciones religiosas la rechazaban, pues temían que, más que una ayuda, pudiera representar una carga por su estado físico”, relató García de Fleury.

No obstante, eso cambió el 27 de febrero de 1927, cuando fue acogida por las Siervas de Jesús en el Santísimo Sacramento, una congregación francesa que recién se había establecido en el país.

Pese a los obstáculos, la religiosa siempre consideró que su condición física fue una bendición.

“Nacer sin brazo (hizo) que no me aferrara al mundo”, escribió Rendiles en su diario.

“La madre Carmen es un ejemplo de resiliencia y superación”, afirmó a BBC Mundo el cardenal Baltazar Porras, arzobispo emérito de Caracas.

La educación fue una de las prioridades de la nueva santa a lo largo de su existencia.

“Antes de unirse a la congregación, ya impartía catequesis”, recordó la madre Rosa María Ríos, exsuperiora general de las Siervas de Jesús, en un documental sobre la canonizada.

A mediados de 1930, Rendiles fue designada maestra de novicias; es decir, responsable de la formación de las nuevas religiosas.

Y en la década de 1950, años después de ser seleccionada superiora de la congregación, resolvió llevar sus esfuerzos educativos fuera de los conventos y comenzó las gestiones para construir el colegio Belén en Caracas. A este le siguieron otras escuelas en la capital venezolana y en otras ciudades del país.

Años después, las tensiones con la rama francesa de la congregación, surgidas tras el Concilio Vaticano II, llevaron a Rendiles a buscar independizarse de la orden.

“El cardenal (José Humberto) Quintero (entonces arzobispo de Caracas) fue un factor determinante, porque él la asistió enormemente para que el Vaticano autorizara la separación de la congregación francesa, la cual aspiraba a secularizarse (dejar de operar como orden religiosa)”, especificó García de Fleury.

Además de las aulas, Rendiles procuró que su congregación sirviera a la Iglesia, asumiendo la administración de diversos templos, incluyendo la Catedral de Caracas, y seminarios. Actualmente, las Siervas de Jesús tienen a su cargo proveer a las iglesias de la capital venezolana de las hostias que se reparten en las misas.

En 1977, poco después de cumplir 50 años de vida religiosa y tras observar cómo la artritis que le fue diagnosticada años antes la postró en una silla de ruedas, la monja murió “en olor a santidad”, según se lee en el sitio web creado con motivo de su canonización.

En 1995, se inició su proceso de canonización, el cual ter

TRA Digital

GRATIS
VER